El escritor y periodista Sergio Vila-Sanjuán

El escritor y periodista Sergio Vila-Sanjuán Joaquín Corchero Europa Press

Creación

Sergio Vila-Sanjuán elige a Barceló

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Lo primero que recuerdo de Sergio Vila-Sanjuán es una conversación en un bar nocturno sobre Juan Eduardo Cirlot, el poeta barcelonés entonces ninguneado y del que yo no sabía nada, y que cada año que pasa va cobrando más relevancia.

Entonces trabajábamos Sergio y yo en las secciones de Cultura de dos periódicos que han desaparecido, El Correo Catalán (yo) y El Noticiero Universal (Sergio). Intentamos juntos alguna aventura literaria juvenil. Luego la vida dio muchas vueltas hasta que nos reencontramos en La Vanguardia, él dirigiendo el suplemento Culturas y yo en la sección, bajo el mando del incomparable, del hiperescéptico Llàtzer Moix.

La vida siguió dando vueltas, y separándonos físicamente, pero nunca me he olvidado de leer lo que Sergio escribe, en libros o en el diario, donde sigue dirigiendo ese suplemento fundamental –eso ya lo dice todo sobre su competencia profesional-- y paralelamente escribiendo novelas: Una heredera de Barcelona (2010), Estaba en el aire (premio Nadal, 2013), El informe Casabona (1917) y ahora Misterio en el barrio Gótico (premio Fernando Lara).

Si el año que viene, o el otro, gana el Planeta, lo celebraré, pero no me extrañará. En todas sus novelas, que ahora resultaría largo comentar, y que publica Destino, postula una poética y una reivindicación de la Ciudad Condal (antes se usaba esta fórmula, “ciudad condal”, para no repetir “Barcelona”), en la estela de Agustí, de Marsé o de Mendoza, sin repetir los ambientes y clases sociales que estos han narrado, cada uno a su manera y todos magistralmente.

El artista Miquel Barceló

El artista Miquel Barceló Matias Chiofalo Europa Press

Entre otras muchas cosas, Vila-Sanjuán es un convencido (y convincente) defensor de instituciones como la monarquía parlamentaria y de tradiciones como la pintura figurativa. Por esto último, no me ha sorprendido que, cuando le he preguntado qué pintura de arte contemporáneo “se llevaría a casa”, eligiera un óleo de Barceló, pintor mallorquín al que dedicó, tan lejos como en 1984, la primera monografía (por lo menos que yo sepa) de las que luego se le han dedicado.

Y por todo lo que he contado antes, tiene mucho sentido que haya elegido precisamente la imagen de un lector en su biblioteca: Biblioteca con Poe.

'Biblioteca con Poe', de Miquel Barceló

'Biblioteca con Poe', de Miquel Barceló

Sobre esa preferencia, explica Sergio Vila-Sanjuán: 

“Considero a Miquel Barceló el artista más emblemático de mi generación y del arte español surgido en democracia. Me gusta su reivindicación y maestría de la pintura; su espíritu aventurero y permanentemente juvenil; su curiosidad intelectual y su pasión por la lectura. Es un gran lector y también, coleccionista de libros, cuya materialidad reivindica en esta época de desmaterialización digital. Barceló ha pintado muchas bibliotecas, pero esta, realizada en 1983 y subastada por Christie's en el año 2006, que no sé dónde debe estar ahora, me resulta especialmente hermosa y poética”.

Tampoco yo sé dónde anda esta pintura, seguramente en alguna colección privada, pues he rastreado las webs de los museos y he encontrado otras pinturas del mallorquín, pero no esta. Desde aquellos primeros años ochenta, Barceló se ha convertido, junto con Antonio López, en el pintor español figurativo más conocido en el mundo.

Efectivamente, es también un gran lector, y ha publicado algunos libros de carácter autobiográfico. En cuanto al título de esta obra, ha explicado alguna vez que el descubrimiento de los relatos y poemas de Edgar Allan Poe a los 12 años le cambió su forma de “estar en el mundo”. Dicho sea de paso, su “forma de estar en el mundo”, cumpliendo su vocación y a caballo entre París y un paraíso mallorquín, parece envidiable, por lo menos desde afuera. 

En esta imagen vemos la lectura como una ensoñación absorbente y hasta cierto punto ominosa: los libros desencuadrados, la estabilidad incierta, la penumbra. Desde luego, leer no es solo, como suele decirse, una fiesta, o no solo una fiesta, ni solo una ventana al mundo y a los demás seres humanos: tiene también su claustrofobia y entraña sus peligros.

Extrañamente, ahora, mirando este cuadro, me vienen a la memoria los versos de El Infinito de Leopardi, aunque ese famoso poema describa un paisaje exterior: “Y me es dulce naufragar en este mar”. Será por lo crepuscular.