El anfiteatro es la construcción más emblemática de la antigua Tarraco

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De Tarraco a Tarragona: más de dos mil años de historia

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Para que un lugar sea reconocido patrimonio de la UNESCO debe poseer un valor universal excepcional. Es decir, según explica el organismo internacional, debe tener una importancia cultural o natural extraordinaria, que trascienda fronteras y que tenga un significado especial dentro de la humanidad.

El 30 de noviembre de 2020, un grupo de expertos decidió incluir el conjunto arqueológico de Tarraco en su exclusiva lista patrimonial. No fueron pocas las razones que avalaron la designación. En el entramado de las calles y plazas de Tarragona aún pervive la historia de una civilización única que sentó las bases y dio forma a Occidente.

El camino no fue fácil ni tampoco breve. Atrás quedaban varios años de intenso trabajo de conservación y documentación de los numerosos restos que se conservan de la antigua urbe romana. Y es que, aunque ya existía un poblado ibérico en el siglo V a. C., fueron los romanos quienes otorgaron a este excepcional enclave un lugar destacado en la historia.

En el claustro de la catedral quedan restos del pórtico del foro provincial

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De destacamento militar a capital de la Tarraconensis

El vínculo más temprano con Roma va ligado a los Escipiones, una de las principales familias patricias de la Antigua Roma, cuando en el año 218 a.C. Cneo Cornelio y Publio Cornelio Escipión establecieron en estas tierras un destacamento militar durante la segunda guerra púnica contra Cartago.

Lo que comenzó siendo un reducido campamento de las tropas romanas acabó convirtiéndose en la principal base militar de Roma en Hispania y en la génesis de la poderosa Tarraco. Como diría siglos después Plinio el Viejo: “Tarraco es obra de los Escipiones”.

La Tarraco monumental

Cuentan las crónicas que fue Julio Cesar quien, posiblemente, le otorgara el título de colonia, pero le debe a Augusto su designación, en el 27 a.C., como capital de la provincia más extensa de la península ibérica, la Tarraconensis.

Durante siglos, la actual Tarragona fue una de las ciudades más importantes y espléndidas del Imperio. La urbe mediterránea alcanzó en pleno apogeo una extensión de 70 hectáreas y su diseño urbanístico estaba adaptado a la orografía del terreno. Todos los pilares del poder tenían su espacio. Desde los edificios destinados al culto imperial, los centros de poder y las dependencias administrativas de la provincia, situados en la zona más elevada, hasta los espacios lúdicos, como el espléndido circo, edificados en las zonas más bajas.

Tarragona celebra en 2025 su 25 aniversario como Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO

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Hoy en día no es difícil ubicar y reconocer a lo largo y ancho de la ciudad los imponentes vestigios de su vasto legado. Empezando por la gran muralla que delimitaba el antiguo recinto urbano. De los aproximadamente 3.500 metros originarios, actualmente se conservan unos 1.100 metros alrededor del casco histórico, justo donde se concentran las principales infraestructuras arquitectónicas características de las grandes metrópolis romanas. El foro local, núcleo fundamental de la vida ciudadana, en torno al cual se alzaban los edificios de la curia, los templos, numerosas tiendas o la basílica, la única construcción que sobrevivió al ensanche tarraconense del siglo XIX.

El foro provincial albergaba el centro político y administrativo y se estructuraba alrededor de una gran plaza rectangular porticada de la que apenas quedan restos de algunos pórticos pero sí numerosos pedestales de las estatuas que decoraban el espacio.

El circo era otro de los elementos arquitectónicos imprescindibles. El de Tarraco tenía unos 328 metros de largo, aproximadamente 96 metros de ancho y capacidad para albergar hasta 23.000 personas. Presume de ser uno de los mejor conservados de todo Occidente, aunque la mayor parte permanece oculta bajo edificios del siglo XIX.

Esplendor extramuros

Pero el magnífico anfiteatro construido extramuros se erige, sin duda, como el gran emblema de la época romana. Con una capacidad para 14.000 espectadores y una orientación única frente al mar, en este vasto edificio público tenían lugar espectáculos, luchas de fieras y combates de gladiadores y también se celebraban ejecuciones.

El esplendor del que disfrutó Tarraco es patente más allá de sus murallas. Los romanos no dejaban nada al azar. Antes de establecer cualquier núcleo urbano se aseguraban de poder garantizar el abastecimiento de agua. Así, durante el siglo I se construyeron dos grandes acueductos. El primero de unos 50 km captaba el agua del río Gaià; el segundo del Francolí y tenía una longitud de unos 15 km. Es precisamente a este último al que pertenece el tramo conservado más imponente, el conocido como Pont del Diable o acueducto de Les Ferreres.

La Torre de los Escipiones, un monumento funerario erróneamente considerado el lugar de enterramiento de los hermanos guerreros; la Villa de Els Munts, en el término municipal de Altafulla, construida en tiempos de Augusto; el Arco de Berà que se alza sobre la vía Augusta a unos 20 kilómetros de Tarragona; o la cantera del Mèdol donde extraían el material necesario para la construcción, son testigos silenciosos de este inmenso legado.

Acueducto de Las Ferreras, uno de los dos acueductos que abastecían de agua la ciudad de Tarragona

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Gastronomía y 'castells'

Además de sus imponentes restos romanos, la gastronomía tarraconense, basada en la dieta mediterránea, y los castells, otra seña de identidad de Tarragona, también gozan del reconocimiento de la UNESCO.

De los productos de la huerta, del mar y de las tierras del Ebro se nutre la celebrada gastronomía tarraconense para ofrecer un sabroso recetario. Platos tradicionales, como la popular calçotada o la cazuela de romesco, la paella marinera, el arrosejat y los fideos rossejats, también una gran variedad de pescados y mariscos, con la famosa gamba roja de Tarragona como gran protagonista, se disfrutan en los numerosos restaurantes, muchos de ellos situados en el pintoresco barrio marinero del Serrallo.

La gastronomía tarraconense avalada por la dieta mediterránea también está reconocida por la UNESCO

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Atractivos no le faltan a esta apacible ciudad. Y aunque a lo largo del año se celebran diversos eventos, como Tarraco Viva y Tarraco a Taula, para adentrarnos en su historia, descubrir sus tradiciones y su cultura y saborear su exquisita cocina, cualquier momento resulta perfecto para recorrer, disfrutar y enamorarse de esta bella urbe que trasciende su propia historia.

Los castells fueron declarados patrimonio de la humanidad en 2010

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