En el año 1647, una rica y noble dama de Mataró llamada Eulàlia Pongem Cabús, sintiendo cercana ya su muerte, decidió ceder todos sus bienes y derechos sobre la herencia de su hijo a su nuera, Elisabet Cecilia Serra Arnau. Ese mismo año, Elisabet Cecilia, viuda desde hacía poco tiempo, tomó la decisión de profesar en la orden del Carmelo, a la que su familia y la de su marido se sentían muy vinculados espiritualmente, y se habían comprometido a fomentar la construcción de sendos conventos, femenino y masculino, en su ciudad natal.
Siguiendo el ejemplo de muchas otras viudas nobles y adineradas de la época, Elisabet Cecilia gestionó un breve papal para conmutar el testamento de su difunto marido y, con el permiso de los carmelitas descalzos, fundar su propio convento, en el cual acabaría profesando, asegurándose una manutención única de 600 libros y un estipendio anual de 200 libras para ropa y comida.
Por desgracia la noble y religiosa dama murió en 1671 sin poder ver acabada la sede definitiva del convento que acogería la orden hasta el estallido de la Guerra Civil, cuando fue saqueado, incendiado y demolido. Pero miraculosamente de las llamas logró salvarse una de sus magníficas donaciones: el cuadro de la Negación de San Pedro, un magnífico lienzo “de escuela flamenca, que a pesar de no figurar en él ningún tema religioso, estaba colocado en el Refectorio de aquella casa”, rezaba un artículo publicado en Llibertat, el periódico del Frente Popular, en diciembre de 1939.
Desde entonces en Mataró es vox populi que hay un cuadro muy especial en manos de las monjas carmelitas, dando pie a todo tipo de leyendas y misterios. “Que si era un Antonio Viladomat, o un Caravaggio…” Hasta que hace tres años, el historiador Joan Giménez publicó un libro sobre la historia del monasterio. Fue entonces cuando el Museu de Mataró se planteó llevar a cabo una investigación rigurosa sobre el cuadro y encargar su restauración, con el objetivo de darlo a conocer a la ciudadanía. El resultado es “Tres vegades no. Història d’un quadre (1645-2024)", una exposición construida alrededor de este valioso lienzo del siglo XVII, considerado bien cultural de interés común, que no solo sirve para adentrarse en el patrimonio religioso y artístico de Mataró, sino para comprender la historia de la ciudad”, asegura Anna Capella, directora del Museu de Mataró y comisaria de la muestra junto al historiador de la UAB Francesc Miralpeix.
El cuadro, pintado con la técnica del claroscuro, representa el momento en que el apóstol Pedro niega tres veces conocer a Jesús, pero está ambientado en una taberna en penumbra, al estilo de los cuadros costumbristas de la escuela flamenca, camuflando la religiosidad del tema. “Era una forma de que el público se sintiera identificado con la escena”, explica Capella, señalando el rostro conmovido del santo, reflejo su lucha interna.
“Es probable que se salvara de las llamas porque no parece una pintura religiosa”, añade, en referencia al incendio de 1936.
La obra llevaba adscrita estilísticamente a la escuela flamenca desde el año 1902, al ser presentada públicamente en la exposición de arte antiguo en el desaparecido Palacio de Bellas Artes de Barcelona. La muestra, una de las más grandes jamás realizadas en Cataluña de este tipo (se reunieron más de 1890 piezas, tanto de instituciones como colecciones particulares), fue ideada, según el historiador del arte B. Bassegoda, para proteger el patrimonio e impulsar la creación de museos públicos.
“Su adscripción estilística a la escuela flamenca no es extraña si se tiene en cuenta que se realizó en 1902. En aquellos años, la historiografía sobre el caravaggismo —si se nos permite mencionarlo bajo esta acepción para referirnos al conjunto de obras que beben de los modelos o directamente se inspiran del naturalismo cosechado por Michelangelo Merisi de Caravaggio— era prácticamente inexistente”, escribe Miralpeix en su estudio.
Sin embargo, el riguroso proceso de investigación y restauración llevado a cabo en 2021 permitió al historiador desmentir mitos y leyendas sobre su autoría —ni pertenece a la escuela flamenca, ni es un Caravaggio ni un Antoni Viladomat, el popular pintor de pintura barroca religiosa del siglo XVIII —sino que podría atribuirse al pintor italiano Bartolomeo Manfredi, seguidor y discípulo de Caravaggio.
Manfredi, sin embargo, consideraba que su maestro se alejaba del camino del clasicismo y del buen gusto al tomar la naturaleza como un fin, no como un simple medio. Así que desarrolló su propio estilo, el llamado método manfrediano, que consistía en producir cuadros similiares mediante la combinación y la alternancia de figuras de ambientes populares habitados por soldados, zíngaras, jugadores de cartas, tramposos etc., lo que otorgaba a cada cuadro un aspecto de originalidad sin perder el estilo propio.
En La Negación de San Pedro de las Carmelitas de Mataró, por ejemplo, una joven sirvienta parece que haya reconocido a Pedro y alerta de su presencia a un soldado, que por un momento deja de prestar atención a la partida de dados y se gira para mirar al apóstol. Éste, señalándose a sí mismo y con cara de sorpresa, niega conocer a Jesús.
“Este cuadro no estaría aquí si no lo hubiera legado Elisabet Cecilia”, comenta Capella, orgullosa. En la muestra, que podrá visitarse hasta el 25 de marzo de 2025, también se exponen los dioramas de papel de los principales espacios del convento realizados por una de las monjas de clausura, Maria Lluisa de Sant Joan de la Creu (Barcelona, 1888 - Terrassa,1963), que se entretenía haciendo trabajos y labores manuales. Entre ellos, estos delicados dioramas, “como casita de muñecas”, que reflejan con todo detalle las diferentes estancias del desaparecido convento, desde los arrimaderos cerámicos y los suelos alicatados, a los bancos de madera y los cuadros colgados en las paredes del refectorio y el vestíbulo, como la Negación de San Pedro.
Restaurada por el Centro de Restauración de Bienes Muebles de la Generalitat de Catalunya con cofinanciación del Ayuntamiento de Mataró, la pintura ha sido incluida para su protección en el Catálogo del Patrimonio Cultural Catalán. Todo ello es el resultado de un trabajo colectivo que ha hecho posible subrayar el vínculo histórico de las carmelitas descalzas con Mataró y, al mismo tiempo, estudiar, conservar y difundir una obra de gran valor para el patrimonio catalán.