Han pasado casi dos décadas desde que Lluïsa Sala Tubert descubrió a Eveli Torent (Badalona 1876-Barcelona 1940). Fue en una exposición sobre modernismo celebrada en el Museo Diocesano de Barcelona. Picada por la curiosidad, comenzó a tirar del hilo convencida de que este personaje fascinante y desconocido, hasta para los expertos en arte, merecía ser rastreado.
Primero publicó, junto a una colega, un artículo “con la poca información que teníamos y las pocas obras que conocíamos”, explica a Crónica Global. A partir de ahí, con los pocos datos que van surgiendo o con cada obra suya que aparecía en una subasta, fue hilvanando poco a poco la historia de este particular artista que ahora recoge la muestra, Eveli Torent. Entre Els Quatre Gats y la masonería, (en el MNAC hasta el 16 de febrero del 2025).
Un hallazgo fundamental
La investigación tomó impulso cuando hace cinco o seis años apareció lo que Lluïsa Sala, historiadora de arte y comisaria de la exposición, define como una “familia colateral”. Torent, aclara, no tuvo hijos, pero sí sobrinos, y fue uno de ellos quien conservaba un poco su legado. “Nos llamaron y nos dijeron que tenían información sobre él: documentos, obra”, si lo querían estaba a su disposición.
El enigma se iba despejando y ahora se podían plantear organizar una exposición, quizás no con la profundidad que les hubiera gustado, viajó mucho y su obra está muy dispersa, precisa, pero sí lo suficientemente esclarecedora como para establecer una aproximación esencial sobre su trayectoria vital y profesional.
Sus inicios en Els Quatre Gats
Una trayectoria que estuvo vinculada a Els Quatre Gats en una primera etapa. Allí, en el epicentro del modernismo catalán, conoció a los “promotores más veteranos de la modernidad”, Rusiñol, Casas, Utrillo, y compartió veladas con la generación les sucedería.
En el emblemático local del carrer Montsió se relaciona con Joaquim Mir, Anglada Camarasa, Carles Casagemas o con el mismísimo Pablo Picasso con quien estableció una relación cordial. El malagueño le retrató hasta en tres ocasiones entre 1899 y 1900. En uno de ellos, actualmente en el Detroit Institute of Arts, se puede leer la siguiente dedicatoria: “A mi amigo E. Torent”.
El artista badalonés también participó en la exposición colectiva inaugural de Els Quatre Gats en 1897 y volvió a exponer, esta vez de manera individual, en 1899. Hasta 1900, siguió viviendo, trabajando y exponiendo en Barcelona. Sus trabajos de aquella etapa transitan entre el paisajismo naturalista y la escena social hasta las pinturas de influencia postimpresionista y el colorismo costumbrista.
Artista viajero: París y Nueva York
Como casi todos los artistas de su generación, no se resistió al hechizo de la capital francesa, instalándose en París entre 1901 y 1914. Poco se sabe de su estancia allí, aunque entre toda la documentación disponible, remarca la comisaria, había un álbum, un “libro de obra” donde acumuló material diverso como catálogos de sus exposiciones, las críticas o las crónicas de aquella época, tanto de sus principios en Barcelona, después en París y posteriormente en Nueva York donde residió desde 1914 hasta 1921.
Toda esa documentación que él fue guardando a lo largo de su vida ha permitido a Sala saber, por ejemplo, que en París frecuentaba el Moulin Rouge o Le Jardin de Paris y que, como el resto de sus colegas, Picasso, Camarasa o Canals, tomaba apuntes de los locales y de los espectáculos que allí se celebraban.
Nueva York y la masonería
París fue para el artista solo una escala. Como “pintor y aventurero”, así se definía él mismo en formularios o documentos oficiales cuando le preguntan por su profesión, en 1910 viaja a Argentina y en 1914 se instala en Nueva York donde pronto entra en contacto con los círculos sociales hispanos y entidades filantrópicas próximas a la masonería, llegando a alcanzar el máximo grado, el de Gran Maestre, dentro de la jerarquía del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.
Aunque, aclara la historiadora, “es muy posible que ya desde joven, por su filosofía de vida, como persona republicana, como librepensador y con ideas muy progresistas, ya se identificara con el mundo de la masonería y de la filantropía”.
Gran Califa y precursor del turismo
Hacia 1919 regresa de nuevo a Barcelona y en su estudio de la plaza Medinaceli imparte clases de dibujo y arte decorativo. Mientras, en paralelo, desarrolla una intensa actividad en la sociedad masónica, estableciendo estrechas relaciones con otros hermanos masones y relevantes políticos de la Segunda República.
Fue precisamente en aquellos años, en 1922, cuando compra una torre defensiva como residencia de verano, Torre d’en Rovira, en la localidad ibicenca de Sant Josep. Y aquí da rienda suelta al personaje que lleva dentro. Se proclama “Gran Califa d’es Pallaret” y transforma la propiedad en una suerte de museo.
“En el interior de la atalaya alberga vestigios, armas y utensilios que encuentra en su rol de explorador por el entorno de la torre”, y urbaniza el exterior trazando una serie de caminos donde también instala monumentos naturales o monolitos. Algo absolutamente inaudito y revolucionario en los años 20 y 30.
“En cierto modo fue un gran precursor del turismo en Ibiza. Él, de alguna manera, la puso en el mapa. Recibía visitas y les mostraba este museo tan peculiar, disfrazado de califa porque era un showman”. Aún su personalidad extravagante, no vivía aislado, era muy querido y apreciado en la isla y estuvo muy vinculado con las entidades culturales.
Eveli Torent se encontraba en Ibiza cuando se produce el alzamiento militar en julio del 36. Tres años después, en el verano de 1939, es detenido y encarcelado en la Modelo acusado de masonería. Allí permaneció prácticamente durante un año. Finalmente, fue puesto en libertad, aunque para ello tuvo que retractarse. Lamentablemente, no pudo superar las graves secuelas que le habían dejado su estancia en prisión, falleciendo pocos meses después, en octubre de 1940.
Eveli Torent. Entre Els Quatre Gats y la masonería nos descubre un personaje desconocido y fascinante, “esperemos que algún día podamos reconstruir de alguna manera toda su trayectoria”, concluye Lluïsa Sala. Mientras tanto el MNAC abre una ventana a su figura y la llena con su obra y con la de otros grandes artistas, como Picasso o Camarasa, que en algún momento se cruzaron en su biografía.