Artista e historiador de arte, las imágenes de Jeff Wall (Vancouver, 1946) se sitúan en la confluencia entre la pintura, la fotografía y el cine. Integrante de la denominada Escuela de Vancouver, cuna del fotoconceptualismo, su trabajo resulta imprescindible para entender la fotografía como parte integrante del arte contemporáneo.
Escribe Jean-François Chevrier, comisario de la exposición Jeff Wall. Cuentos posibles, que Wall “siempre ha trabajado obra por obra, enfatizando así la autonomía del cuadro”. Y es que se podría decir que el canadiense es una suerte de pintor de historias, de instantes aislados que recrea en lugares específicos con escenografías perfectamente estudiadas.
La muestra, que permanecerá en el Palau de la Virreina hasta el próximo 13 de octubre, reúne 35 tableaux fotográficos realizados entre 1980 y 2022. Se trata de un conjunto de obras que concentran una extraordinaria diversidad de temas, formatos, tonalidades y registros y que oscilan entre “la descripción documental y la ficción”.
‘Tableaux’ fotográficos luminosos
Sus imágenes, meticulosamente construidas, requieren de un complejo proceso de producción que puede llegar a durar hasta seis meses. Tanto es así que el autor tan sólo ha realizado 200 fotografías en 45 años de trayectoria, situándose en las antípodas de lo prolífico, característica propia del medio fotográfico.
'Horizonte y límite', el arte de enmarcar el paisaje
Wall se aparta de la espontaneidad de la fotografía moderna y documental para abrazar un modus operandi más cercano a la tradición pictórica de la que ha heredado los tiempos y su rasgo más fundamental: la composición. En este sentido, encontramos en su trabajo grandes similitudes, en cuanto a la estructura compositiva, con maestros de la pintura como Édouard Manet, Théodore Géricault y Eugène Delacroix.
Su innovadora obra se materializa sobre un soporte no menos sorprendente. Enormes cajas retroiluminadas enmarcan impactantes impresiones de cibachrome a modo de fotogramas cinematográficos o anuncios publicitarios luminosos. Una consecuencia lógica en un autor para el que la relación de la fotografía con el cine y la pintura resulta fundamental.
Imágenes, composición y dialécticas
Cuentos posibles no atiende a temática o cronología alguna para profundizar así en la complejidad y en las múltiples referencias y dialécticas “posibles” de cada imagen. Jean-François Chevrier, experto en la obra de Wall y uno de los principales teóricos de la fotografía contemporánea, ha establecido vínculos entre los 35 tableaux seleccionados. Pero más allá de ser concluyentes, las lecturas sugeridas invitan al espectador a crear sus propios argumentos. “Cada nueva imagen aumenta y vuelve más compleja una red abierta de temas, motivos y figuras, atravesada por todo un juego de ecos y analogías”, escribe.
La obra Diagonal Composition recibe al visitante advirtiéndole de algún modo de que la puesta en escena, entendida como “construcción”, es fundamental y está omnipresente en el trabajo del autor canadiense. Y como tal lo constatamos a lo largo de todo el recorrido: en The Flooded Grave, el tableau que cierra la muestra; en The Thinker (1986), una imagen inspirada en un proyecto de monumento concebido por Durero que, según Jeff Wall, es un “monumento al desencanto” o en Morning Cleaning (1999), una imagen del interior del célebre pabellón Mies van der Rohe de Barcelona, que ya se mostró en la capital catalana en la muestra colectiva, La arquitectura sin sombra, organizada por el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB) en el año 2000.
Temas recurrentes
Otra de las peculiaridades de Wall es que vuelve una y otra vez sobre ciertos temas como la gravedad, la violencia de las relaciones sociales o la limpieza, un asunto sobre el que precisamente ha realizado una serie de imágenes en los últimos años. “Hay mucho que decir sobre lo sucio y lo limpio. Es una oposición semejante a ‘lo crudo y lo cocido’. A mí me gusta que las cosas estén limpias y ordenadas. Un lugar cuidadosamente arreglado puede ser muy hermoso, como el jardín en el Ryon-ji de Kioto, o mi cuarto oscuro cuando está todo limpio y en perfecto orden”, escribió en el catálogo de La arquitectura sin sombra. Aunque también confesó que le atraen lo lavabos sucios, la ropa húmeda que ve constantemente cerca de su estudio o los charcos costrosos de una piscina vacía.
Las escenas de este creador de cuentos resultan inquietantes, cuando no desoladoras. Podemos imaginar cientos de historias posibles en cada una de las imágenes y establecer conexiones estéticas, argumentales, temáticas o emocionales entre ellas. Wall juega con la retórica de la ambigüedad generando interacciones entre el público y las fotografías. Los espectadores, convertidos en voyeurs inesperados, se sumergen en un ejercicio extraordinario de interpretación, de creación de su propio relato partiendo de los personajes y de los elementos iconográficos comunes que componen las enigmáticas imágenes.