Durante algo más de dos décadas, Barcelona y diversas localidades catalanas fueron el epicentro de un acontecimiento único e imprescindible para amantes y profesionales de la fotografía. La necesidad de proteger y difundir el patrimonio fotográfico y el anhelo por normalizar la fotografía como medio de expresión convergieron en un formato revolucionario, la Primavera Fotográfica. Un encuentro de carácter bienal, creado por una nueva generación de fotógrafos, en el que además de exposiciones se celebraban mesas redondas, debates, coloquios y conferencias.
En pocos años, el modelo, pionero en muchos aspectos y copiado posteriormente por PhotoEspaña, evolucionó hasta convertirse en un festival de referencia gracias al compromiso de todos los actores implicados. Autores, galeristas, instituciones públicas y privadas, críticos, expertos y comisarios participaban activamente en las diversas actividades de la programación. Pese al éxito, en 2004 se celebró la última edición. Punctum. Primavera Fotográfica, 1982-2004 (hasta el 30 de junio en el MNAC) recuerda su legado con una muestra documental y unas jornadas dedicadas a cuatro de sus impulsores: Humberto Rivas, Ferran Freixa, Toni Catany y Eduard Olivella.
Un festival reivindicativo y pedagógico
Aunque oficialmente arrancó en 1982, el certamen llevaba tiempo gestándose. A principios de los setenta surgió una serie de galerías de fotografía, con una trayectoria más bien efímera, montadas por una nueva generación de fotógrafos. Por otro lado, en 1977 se celebró el Congrés de Cultura Catalana, que contemplaba todas las artes excepto la fotografía.
“Hay un momento en el que esta nueva generación quiere reivindicar la fotografía como fenómeno cultural, lanzar nuevas premisas para la pedagogía de la fotografía dentro de las bellas artes, o de las escuelas que van surgiendo en el mundo de la fotografía y de la imagen, y además recuperar un patrimonio fotográfico histórico”, explica a Crónica Global Pilar Parcerisas, crítica de arte y comisaria de la muestra.
Prestigio y proyección internacional
Poco a poco, buscan la manera de formalizar sus objetivos y lo hacen fijándose en la Bienal de Venecia de 1979, que contaba con un apartado específico de fotografía, y en el Mois de la Photo à Paris de 1980. La primera edición de la Primavera Fotográfica contó ya con una treintena de exposiciones y la magnífica obra de Sam Wagstaff (Nueva York, 1921-87) en la Fundació Joan Miró como plato principal. Se sentaban así las bases de dos de sus señas de identidad: prestigio y proyección internacional, un tándem perfecto. Ahora necesitaban la implicación de una institución cultural para garantizar la continuidad.
['Horizonte y límite', el arte de enmarcar el paisaje]
El Departamento de Cultura de la Generalitat acogió de buen grado la iniciativa con el apoyo de Miquel Porter Moix, jefe del Servicio de Cinematografía. El Servicio de Artes Plásticas, con Daniel Giralt-Miracle al frente, recoge el guante y el festival comienza a desplegarse gradualmente por toda Cataluña. Poco a poco, va cogiendo cuerpo y logrando objetivos. Se pone el foco en los grandes maestros catalanes, se recuperan archivos de fotografía histórica y se va creando conciencia sobre el valor patrimonial de la imagen. “Hasta aquel momento, los pueblecitos que tenían archivos fotográficos lo tiraban todo. A partir de ahí, ayuntamientos, diputaciones, bancos, cajas de ahorro, institutos de cultura, todos, querían participar en la Primavera Fotográfica aportando una exposición”.
Cambios que precipitaron el final
A Giralt-Miracle le sustituye Josep Miquel Garcia, quien propone a David Balsells dirigir el certamen. De alguna forma, afirma la comisaria, Balsells es el responsable de la expansión de la bienal y del reconocimiento internacional de los fotógrafos catalanes. Bajo su batuta se crea el Fórum Fotográfico, que permitía el intercambio entre galerías, creadores, expertos o coleccionistas; se hacen seminarios y conferencias con figuras internacionales de primer nivel. El encuentro se internacionaliza y es un éxito de participación.
Además, se crea el Premio del Libro Fotográfico que reconoce, entre otros aspectos, la edición y el contenido y el propio Balsells realiza el Libro Blanco del Patrimonio Fotográfico, base fundamental para la creación del Departamento de Fotografía del MNAC. En cierto modo, afirma, “durante 20 años la política institucional de la fotografía en Cataluña se realizó a través de este festival”.
El ocaso de un referente
El cambio de poder en el Gobierno de la Generalitat supuso un punto de inflexión. El recién estrenado tripartito catalán, surgido tras la firma del Pacto del Tinell en diciembre del 2003, desembarcó con un nuevo equipo y una consejera “que de cultura sabía poco, porque era dermatóloga y no era su mundo”.
Una alta dosis de ignorancia y desidia, “porque no era lo que tocaba”, sumado a la “sensibilidad muy particular” de Carles Guerra, el nuevo director, hicieron el resto. En 2004 se celebró la última edición. “El festival podía haber continuado perfectamente si al frente hubiera habido personas con la capacidad de darle un poco la vuelta, de mejorarlo, pero sin restringirlo y sin cargárselo de alguna forma”.
Comprar, conservar, difundir
El MNAC cuenta con un gran fondo de fotografía y organiza grandes exposiciones como las que dedicó a Joan Colom, André Kertész y Robert Capa, pero, sostiene Pilar Parcerisas, no existe una entidad pensada para patrimonializar, para historiar la fotografía como tiene Francia. “La Primavera Fotográfica hizo un gran trabajo, una gran movida para recuperar todo esto, pero la normalización no está completada”.
Adquirir y preservar obra es fundamental, pero también se necesita una política continuada y bien orquestada de promoción. “El museo puede hacer lo que puede hacer, que es una exposición de fotografía o dos al año como mucho. Pero no se puede cumplir con tanto, por decirlo de alguna forma”. La Fundación Mapfre o Foto Colectania hacen también una gran labor pedagógica y de difusión, pero los fondos de fotografía que hay en el país son inmensos y la Primavera Fotográfica era el gran catalizador de todo ese patrimonio disperso por todo el territorio. Todos querían participar con una buena exposición.
“En cada edición había una un montón de lecciones de fotografía”. El mismo modelo que consolidó la bienal inspiró también la Primavera del Diseño, por la que pasaron figuras de la talla de Ettore Sottsass, Ingo Maurer y Achile Castiglioni. Este certamen tampoco sobrevivió. “Ahora, el Disseny Hub Barcelona va a poner todo lo que tiene de patrimonio en el almacén para dedicarse a proyectar temas digitales. Siempre es un problema querer ser más moderno que la modernidad y en Cataluña pasa un poco esto”.