Una de las aficiones favoritas de Dani Montlleó (Mataró, 1966) es viajar por el mundo visitando los decorados de sus películas favoritas, como el enorme solar en las afueras de Madrid donde en su día se construyó una réplica a escala real del antiguo Foro Romano para el rodaje de La caída del Imperio romano (Anthony Mann, 1964); o los estudios La Victorine, en Niza, donde el actor cómico francés Jacques Tati mandó levantar el decorado de su famosa Villa Arpel, un chalet ultramoderno y exageradamente “domotizado” que pone de los nervios a Monsieur Hulot en el delirante largometraje Mon oncle (1958).
“Cuando me enteré de que una mujer francesa adinerada había mandado a su arquitecto construir una réplica de Villa Arpel en un barrio de París, aluciné. Todavía no he ido a visitarla, pero está en mi lista de próximos destinos”, explica este artista mataronense, que hasta el próximo 2 de junio expone su obra más reciente en el Museu de Pintura de Sant Pol de Mar.
La realidad y el proceso creativo
Bajo el título Landschaft macht frei (La escenografía te hará libre), Montlleó presenta una serie de instalaciones conceptuales que juegan con la escenografía como punto de partida para analizar la realidad y el proceso creativo.
“Como no soy ni historiador ni antropólogo, me otorgo lo que yo llamo licencia poética para intervenir en la historia y sus personajes reales”, explica el artista frente a una instalación titulada El enigma Arpel, compuesta por dos maquetas de Villa Arpel en cartón reciclado pintadas en verde pastel. “Una representa la original, la otra es la réplica. Una es ficticia, la otra sigue habitada y en pie. Sin embargo, ¿cuál es más real?”, se cuestiona Montlleó. “Una escenografía es una ficción que se convierte en real por sí misma, muchas veces, más real que su propio referente”, se responde.
La Palestra y el Watergate
En otra de las instalaciones, Montlleó recupera la figura de Luigi Moretti, el arquitecto italiano que diseñó la Palestra del Duce (1936), el gimnasio de entrenamiento personal de Mussolini, en Roma, y que años después levantaría el complejo de edificios Watergate, en Washington DC. “Es como si Moretti fuera el transmisor del mal”, se ríe Montlleó, recordando el escándalo político con el mismo nombre que acabó con la carrera del presidente Richard Nixon.
“Dos proyectos, la Palestra y el Watergate, unidos por cierta inquietud latente. Uno, la Palestra, símbolo de una arquitectura del entrenamiento del poder, de la dictadura, del fascismo grandilocuente, del entrenamiento del mal. Luminoso. El otro, Watergate, símbolo de la gran mentira y de las manipulaciones del capitalismo sin mesura”, escribe Montlleó en el librito que acompaña la exposición.
En un collage de material mixto, el artista mezcla fotografías de ambos edificios, propiciando la confusión entre estos dos espacios racionalistas que ocultan una amenaza latente en dos tiempos diferentes. “Mi mente lo relacionó enseguida con películas de terror clásicas como La criatura de la Laguna negra (1954), o La cosa (1984)”, explica, señalando las dos cajas de cartón coloreadas situadas frente al collage. A las cajas las ha llamado Criatura y La cosa, en referencia a esta idea de la arquitectura “como un ser portador en su interior de una amenaza a punto de despertar”, escribe.
Ken Adam, un referente
En la obra titulada S.Adam, Montlleó se enfoca en otro de sus escenógrafos favoritos, Ken Adam, judío alemán emigrado a Londres durante el nazismo, que se hizo famoso por sus sets y decorados para las películas de James Bond de los años sesenta y setenta.
Junto a una fotografía en blanco y negro de Ken Adam en su despacho, el artista ha colgado la imagen de la maqueta de un moderno edificio de cristal diseñado por Mies van der Rohe en 1928. La impresionante construcción, explica, iba a albergar la nueva sede de la tienda de deportes S. ADAM, el negocio familiar creado por el bisabuelo de Ken Adam, en el centro de Berlín. Sin embargo, con la llegada de los nazis, nunca llegó a construirse. La tienda cerró y la familia emigró forzosamente a Londres, cuando Ken tenía 14 años.
“Ken Adam no supo de la maqueta del edificio de Mies van der Rohe hasta mucho más tarde, cuando ya vivía en Nueva York”, destaca Montlleó, resaltando que el trabajo de Ken Adam a menudo hace referencia a la arquitectura Bauhaus o al cine expresionista alemán, como si quisiera homenajear a su ciudad natal. “Es como si su inconsciente intentara recuperar el edificio inexistente creado por Mies van der Rohe. Un ideal perfecto de su Berlín utópico de su niñez”, añade.
Visita a Las Matas
Para Montlleó, está claro que este permanente diálogo entre lo ficticio y lo real es el que le define como artista. “Mi visión del mundo pasa por este impulso de estar siempre relacionando lo que veo con algún concepto mental”, se ríe. No es de extrañar, pues, que cuando visitó por primera vez Las Matas, el recinto donde hace más de 50 años se levantó el colosal decorado para rodar La caída del Imperio romano, su mente vinculara enseguida el tema de la película con el principal inversor de la productora de Samuel Bronston: la empresa química Dupont Corporation, pieza clave para el desarrollo de las bombas atómicas lanzadas contra Japón en la segunda guerra mundial. “Con la caída del Imperio nipón se financió la caída del Imperio romano”, se ríe.