Lisieux, el destino inesperado al que peregrinaba Édith Piaf
Santuarios milagrosos, castillos históricos, jardines idílicos y alguna que otra leyenda trazan un recorrido sorprendente por esta comuna francesa
2 octubre, 2022 00:00En el año 1954 finalizaron las obras de la basílica de santa Teresa de Lisieux, un monumental edificio de cruz latina inspirado en el Sagrado Corazón de París que se alza en lo alto de esta amable ciudad del departamento de Calvados, en la región francesa de Normandía.
Hasta este sobrecogedor templo, el segundo lugar de peregrinación en Francia después de Lourdes, acuden fieles de todo el mundo para honrar a santa Teresa (1873-1897), una figura con una biografía tan efímera como poderosa. Pese a que murió con apenas 24 años, su legado espiritual basado en lo que ella misma definía como “pequeña vía”, es decir, alcanzar la santidad mediante pequeños actos de caridad, continúa iluminando el alma de millones de creyentes. Cuentan que al icono de la canción francesa Édith Piaf no solo le iluminó el alma, también la vida.
El milagro inexplicable que lo cambió todo
La excepcional voz de la môme Piaf fue una de las pocas bendiciones que le regaló el destino a la intérprete parisina nacida en 1915. Hija de un acróbata callejero y de una cantante ambulante, su desgraciada infancia transcurrió entre sus dos abuelas. Vivió primero con la materna de la que dicen la alimentaba con leche y vino para mantenerla tranquila; después le tocó el turno a su abuela paterna, dueña de un prostíbulo en la localidad de Bernay, a unos 30 kilómetros de Lisieux. Con esta última se encontraba cuando contrajo una queratitis aguda, una grave inflación de la córnea que la dejó prácticamente ciega a la edad de 6 años.
La anciana señora, que además de madame también era muy devota, decidió llevársela a Lisieux y rogar a la santa por su curación. Los rezos debieron ser muy efectivos porque a los pocos días se obró el “milagro”, la pequeña Édith comenzó a recuperar la vista sin que los médicos pudieran encontrar una explicación científica. Nació así en la intérprete una fiel veneración que perduró toda su vida. Tanto es así que desde entonces visitó regularmente el santuario y hay quien afirma que antes de cada actuación pronunciaba la siguiente frase: “¡Teresa, ahora canto para ti!”.
El castillo que se salvó de la revolución
Este no es el único acontecimiento extraordinario que teje la historia de este hermoso territorio. No lejos de allí, en Mézidon, se encuentra el castillo de Canon, una joya arquitectónica del XVII de estilo italiano que nos hace retroceder hasta el Siglo de la Luces. Jean-Baptiste Jacques Elie de Beaumont, un famoso abogado gran amigo de Voltaire, imprimió el espíritu de la Ilustración en cada rincón de la propiedad que desde entonces sigue en manos de la familia.
En 1775, los señores Elie de Beaumont crearon el célebre Festival de la buena gente, una gran celebración de los valores y de la virtud durante la cual se premiaba a los más bondadosos, elegidos por sufragio universal entre todos los habitantes de Canon, Mézidon y Vieux-Fumé. Aún se conservan en los salones numerosos recuerdos de aquella popular fiesta que congregaba a miles de personas cada año. Llegaron a ser tan queridos y respetados que el castillo y sus dueños salieron ilesos de los desórdenes de la Revolución Francesa.
Excepcionales jardines
La propiedad, catalogada como Monumento Histórico, cuenta con unos excepcionales jardines. Frente a la vivienda se despliega el jardín francés, construido al igual que el edificio en el siglo XVIII, con amplios paseos perfectamente ordenados y simétricos, adornados con parterres regulares, y un espléndido lago ornamental donde se refleja una de las fachadas de la vivienda.
El jardín inglés en cambio luce desordenado y salvaje, de tal manera que el camino que lo recorre debe adaptarse al trazado que le marcan árboles y arbustos, arroyos y canales, cascadas y pequeños estanques. Completan esta deliciosa mezcla de lo cuidado y lo natural los preciosos invernaderos abiertos al cielo llamados chartreuses. Trece jardines amurallados en los que crece una fabulosa variedad de plantas como rosas, peonías, margaritas y tulipanes.
La armada invencible y el origen de un licor
Normandía es un territorio eminentemente agrícola de verdes prados, donde crece el ganado que proporciona la leche para fabricar los deliciosos quesos locales, y extensas plantaciones de manzanos. Con sus frutos se elabora el famoso calvados, un aguardiente obtenido por la destilación de la sidra. Según la leyenda el nombre deriva de la palabra salvados en referencia a El Salvador, uno de los barcos de la Armada Invencible que naufragó frente a las costas normandas.
En Le Manoir de Grandouet, una de las bodegas con más tradición de la zona, llevan elaborando destilados desde 1792. Además de calvados, producen zumos, sidra y el famoso pommeau, un suave licor de manzana, por supuesto. Un versátil ingrediente que también utiliza el chef Nicolas Barbet para preparar deliciosos dulces en su confitería-taller Récreátion Sucrée de Lisieux. La guinda del pastel de un sorprendente viaje por algunos lugares poco conocidos de Normandía a los que merece la pena “peregrinar”.