A finales del siglo XX la industria siderúrgica vasca entró en una profunda recesión. El cierre progresivo de los astilleros y los altos hornos de Bilbao dejó tras de sí una ciudad totalmente devastada, sumida en una profunda crisis económica y social. El paisaje urbano heredado, tras décadas de intensa actividad industrial, no lucía menos desolador. Las márgenes del Nervión, que habían alojado todas las infraestructuras necesarias para el desarrollo de las actividades portuarias, mostraban un escenario posapocalíptico de fábricas abandonadas.
Las Administraciones vascas sabían que tocaba reinventarse, debían revitalizar la ciudad, sanear la ría contaminada y regenerar la urbe. Urgía cambiar el agotado modelo industrial por otro radicalmente opuesto, necesitaban un nuevo motor económico. Invirtieron esfuerzo y muchísimo dinero en dotar a Bilbao de modernas infraestructuras, nuevos edificios y museos. Fue entonces cuando contactaron con la Fundación Solomon R. Guggenheim. El resto es historia.
La piedra angular de una transformación única
Aunque en un principio se pensó en rehabilitar la Alhóndiga para emplazar allí la franquicia de la prestigiosa fundación, Frank Gehry, el arquitecto encargado del proyecto, decidió finalmente construir un nuevo edificio en la orilla izquierda de la ría, junto al puente de La Salve.
Cuando el 18 de octubre de 1997 el Museo Guggenheim abrió sus puertas por primera vez al público, se inauguró también una nueva era ávida por dejar atrás aquel Bilbao gris, sucio y decadente. El icónico edificio de Gehry fue el catalizador de la transformación urbanística de la ciudad y artífice absoluto del llamado “efecto Bilbao”. Con sus 24.000 metros cuadrados de superficie, de los cuales 9.000 son espacio expositivo, el innovador museo es una obra de arte en sí mismo. Una espectacular estructura escultórica, revestida de titanio, convertida en símbolo inequívoco de la nueva identidad vasca.
Placas de titanio, gigantesco cachorro y una araña
Inicialmente se barajaron otros materiales para cubrirlo. “Realizamos pruebas con el acero inoxidable junto a ría, pero cuando llovía, en los días nublados, parecía muerto. Le hicimos de todo: lo golpeamos, lo repujamos, lo tratamos al ácido… Probamos todos los recursos de manual para que el material fuera más expresivo”, explicó Gehry. Pero los experimentos resultaron frustrantes.
Afortunadamente, un buen día encontró por casualidad un trozo de titanio en su estudio y observó que con la lluvia adquiría una tonalidad dorada fascinante, decidió entonces emplearlo en el proyecto. De ese modo el edificio adquiere un aspecto diferente dependiendo de la luz reflejada en la superficie a lo largo del día. Una obra arquitectónica extraordinaria arropada por el fotogénico Puppy, el imponente y majestuoso cachorro floral que Jeff Koons creó para infundir “confianza y seguridad” a los visitantes o la Mamá, la gigantesca araña de casi nueve metros de altura de Louise Bourgeois que se alza junto al acceso de la ría.
Referentes museístico internacional
En sus 25 años de vida la institución bilbaína ha conseguido vincular su nombre al de los mejores artistas de todos los tiempos, posicionándose en la elitista órbita cultural internacional. Desde su primera gran exposición titulada Los museos Guggenheim y el arte de este siglo, de la Solomon Fundation, de sus muros han colgado obras de los grandes artistas de todos los tiempos: Miguel Ángel, Durero, Rubens, Zurbarán, Picasso, Kandinsky, Van Gogh, Chagall, Giacometti, Hockney, Bacon, Tàpies, Chillida, Warhol, Lee Krasner, Alice Neel y Egon Schiele por citar tan solo algunos.
Un año de celebraciones
A lo largo de este año tan señalado el público ha disfrutado de una intensa programación. En febrero se inauguraron Del fauvismo al surrealismo: obras maestras del Musée d’Art Moderne de Paris y la retrospectiva de Jean Dubuffet. Sir Norman Foster tomó el relevo en abril con su exitosa Motion. Autos, Art, Architecture que acaba de cerrar sus puertas tras recibir 751.300 visitantes en poco más de cinco meses. El colofón de la efeméride llegará con la celebración de varios eventos como conciertos o espectáculos al aire libre y la inauguración, el próximo 18 de octubre, de Secciones/Intersecciones. 25 años de la Colección del Museo Guggenheim Bilbao, una ambiciosa muestra que presentará temáticamente todos sus fondos. Un merecido broche de oro para conmemorar aquella arriesgada apuesta que comenzó hace 25 años.
Pero el poder de este asombroso detonante que transformó la ciudad sigue ejerciendo su influjo. En el verano del 2024 se completará la ampliación del Museo de Bellas Artes de Bilbao, ejecutada por Norman Foster y Luis María Uriarte, y durante los próximos años asistiremos a la transformación de la isla artificial de Zorrozaurre en el Manhattan bilbaíno. Un plan integral de regeneración, diseñado por la desaparecida arquitecta Zaha Hadid, que prevé convertir este antiguo espacio portuario del canal de Deusto en un nuevo barrio con áreas residenciales, equipamientos culturales y un parque tecnológico empresarial. La onda expansiva del “efecto Bilbao” continúa.