Marta Buchaca: "Barcelona está muy triste como ciudad"
La dramaturga y guionista de cine se pasa a la novela con 'Sis mesos d'hivern', una historia sobre separación, amor y amistad
13 agosto, 2022 00:00Marta Buchaca (Barcelona, 1979) no se detiene. Hace poco cerró en el Grec una de sus temporadas más productivas. En teatro, estrenó en la capital catalana Quant temps ens queda? y Rita y en cine El juego de las llaves. Por si fuera poco, debutó con su primera novela, Sis mesos d'hivern (Navona), un historia que respira autoficción pero que es completamente ficcionada.
La dramaturga se atrevió a dar el paso a la literatura durante el confinamiento y el resultado no puede ser mejor. La obra es una especie de diario de la separación de una mujer en medio de la pandemia. A partir de allí, la protagonista, que casualmente se dedica al teatro y al cine, se enfrenta a sus sentimientos y, sobre todo, pensamientos.
Debates y pesar
La novela reflexiona sobre el amor, los miedos que aún perduran cuando una persona se divorcia, los fracasos, la amistad... Todo contado como un flujo de pensamiento que discurre sin cesar y atrapa al lector desde la primera página.
Crónica Global habla con su autora sobre todos estos aspectos que aborda en su debut literario, cómo ha sido dar ese paso y, obviamente, de teatro, un mundo que ama pero que ve como pierde fuerza en su ciudad, Barcelona.
--Pregunta: ¿Cuándo se planteó escribir un libro como tal?
--Respuesta: Ernest Folch llevaba tiempo preguntándome cuando iba a sacar una novela y que lo avisara cuando lo hiciera. Yo, el año pasado, cuando todo se cerraba, necesitaba escribir y no me salía nada que no fuera narrativa. Nunca me pasó antes. De hecho, a Ernest siempre le decía que no tengo tiempo para escribir una novela porque, por suerte, tengo mucho trabajo, hijos... La novela implica una pausa, escuchar, un ritmo diferente. Y cuando me llamó Ernest y me explicó el proyecto de Navona le dije: "pues creo que sí que tengo una novela. Estoy escribiendo algo que se parece". Él es cómplice desde muy pronto. Tenía 20 páginas y se las pasé. Y dijo que era una maravilla y que engancha, que es muy directa...
--Uno cree que es un diario, directamente, porque da la sensación que se escribe con la fluidez de los pensamientos que le vienen. ¿Era la intención?
--Para mí hay tres niveles. En el cine, ha de ser cuánta más imagen mejor y la palabra debe ser super imprescindible; en el teatro, uno se puede explayar un poco más pero tampoco contar "hay mi hombre me ha dejado, estoy en bucle", lo has de mostar; la narrativa es otra cosa. Todo lo que no he mostrado estos años en teatro y en cine lo saco aquí. Por eso, me molaba hacerlo en primera persona y no con un narrador. Un día me gustaría hacerlo porque se disparan otras cosas en la mente, pero esta vez me apetecía hacerlo así. También es lo más cercano al teatro. Tampoco me lo planteé mucho.
--¿Pensó en hacerlo teatro?
--No. Además, yo hago mucho cine y sí me han planteado los derechos. Algo pasará seguro, pero de momento vemos qué tal la novela.
--La novela parece además casi personal.
--La del libro no soy yo, es mi personaje pero se parece mucho a mí. Lo hice también en formato diario por eso. Cuando la protagonista dice que va mucho a Madrid es porque me pasa. Me interesaba también el mundo de todo un año currando en Zoom y me planteaba que, si en su día el gran drama era que te dejaran por SMS, qué pasaría si te dejan por Zoom en medio de una pandemia.
--También comparte con el personaje un gran nivel de trabajo.
--A nivel personal, sí, estoy a un nivel profesional muy guay. Tocamos madera y que dure. Soy muy feliz, hago lo que quiero. ¡Es una pasada! Lo valoro mucho. No me quejo nunca, curro y puedo escoger qué hago, cómo, con quién...
--¿Y de dónde sale toda esa capacidad de creación?
--Pasó que llevaba dos años haciendo encargos de pelis o adaptaciones para teatro. Es muy guay y divertido de hacer pero no creas nada de cero. Recién ahora estoy escribiendo una película 100% mía, desde cero. Además, tenía esa necesidad de contar. No me apetecía contar la pandemia en cine ni en teatro, en cambio, en este formato casi de diario, aunque va por meses, sí. Además estructuralmente me iba bien, poniendo estos seis meses, que también van en el título, Sis mesos d'hivern, que al final vemos la luz y es verano.
--Hablemos de lo que habla la novela. Aparecen los miedos de la protagonista. ¿Sigue ese temor pasados los años?
--Aun existe esa cosa de fracaso. La tía lo dice en bucle: no he creado esto para separarme. Y son decisiones que afectan a más gente. Además la protagonista no es ejemplo porque es independiente, pero muchos han de recurrir a la ayuda de padres o familiares. ¡Ahora es un lujo separarse! Tengo amigas que me confiesan que no se separan porque no pueden. Paga tú un piso en Barna para tí sóla. Hay gente que sigue junta porque no tiene más remedio. O gente que se va a vivir junta para no pagar un piso solos.
--También se habla mucho de los conceptos de amor que tenemos, como cuando se dice "qué es el amor sino que el otro te admire".
--Hay mucha reflexión. Creo que cuando uno se separa sucede. Yo doy clases y veo a los jóvenes tan libres, con relaciones abiertas, tríos... ¡a mi me peta la cabeza! Yo los envidio mucho, porque a nuestra generación se nos ha vendido eso del amor ideal. Y eso que hemos vivido con padres divorciados y este tipo de cosas. Somos víctimas de esa sensación de que todo ha de ir perfecto, todo es maravilloso. Y aún más con Instagram y las redes. Hasta uno se alegra cuando ve que alguien dice que no todo es ideal. Somos víctimas de una historia de amor ideal que es muy difícil, porque hay otras cosas en la vida.
¿Cree que eso se ha trasladado al concepto de madre que debe cuidar a sus hijos y trabajar y ser independiente y querer a su marido? ¿Tenemos una mayor presión a ser felices?
--Total. Lo hablaba con Jordi Galcerán. Nuestros padres querían que tuviéramos trabajo, nosotros queremos que nuestros hijos sean felices ¡y eso es imposible! Como madre te pones ese objetivo. Yo misma cuando veo triste a mi hijo sufro. Pero también es cierto que piensas: “niño has de estar triste, tener momentos de mierda y no pasa nada”. En general, lo tenemos todo. Yo creo que nuestros padres no tenían tiempo ni de pensar en esto. No sé si es algo del momento. Supongo.
--Luego aborda Tinder, esa nueva forma de conocer a gente o tratar de buscar el amor por redes sociales y el shock que supone para alguien que nunca estuvo allí. ¿Cómo ve estas experiencias?
--En el mundo LGTBIQ+ creo que ya hace tiempo que funciona, pero hace 10 años esto empezó a extenderse y es ya un boom. Es muy un catálogo y todo muy inmediato. Creo que en esto se juntan dos cosas muy de nuestros tiempos: perfección y prisa. No sé si en un pantallazo puedes ver si esa persona te gustará. Claro que en pandemia, eso ha salvado a los jóvenes de una manera brutal. ¡Suerte que se podían relacionar así! Jóvenes y no tanto, porque es una herramienta más para conocer gente.
--Cuando se abre este mundo en la novela, sale la sensación de la mujer de aplicar el "un clavo saca otro clavo" a nivel sexual. Algo que parece que no se habla abiertamente en el mundo femenino.
--Es que creo que la culpa va muy adherida a la mujer en muchas cosas. Un día comentaba que las mujeres nos sentimos culpables, por ejemplo, de no ir a buscar a los niños al cole por trabajo. Uno me comentó que claro, cómo si ellos no lo sintieran. Ya sé que generalizar está mal, pero ve a la escuela y mira cuántas madres van a buscar a sus niños y cuántos padres. Quienes se han reducido la jornada son las mujeres, ni un tío lo ha hecho. Y sí, generalizar está mal, pero la culpa va muy ligada a la mujer. En el sexo igual. Todos los tíos que conozco, tras separarse, han tenido una etapa de locura y he leído muchos libros sobre separación para la novela. Uno cuando se separa tiene ese momento de locura y creo que algunas mujeres lo viven con más culpa. Creo que la culpa es algo muy femenino. Yo, Marta Buchaca tengo mucha y me cuesta quitármela.
--Y con toda esta reflexión que se hace sobre el amor y la separación, al final, la novela transpira una especie de canto a la amistad. ¿Cuán importante es y cuán poco se habla?
--De amistad de se habla en pelis y novelas. Hay pocas novelas de separaciones. Hay muchas de mujeres solteras que buscan la pareja perfecta y no tantas de mujeres que se separan. Pero sí, la amistad la valoro muchísimo. A mis hijos les repito que lo más importante del mundo es que tengan amigos. Todo pasa y la amistad puede que no. Ojalá el amor y la familia dure siempre. Creo que te pierdes muchas cosas si no tienes con quien compartir. Si algo me gusta de la amistad es que te cuestionas y no te quedas con tu pensamiento e ideas. Y filosofar de la vida.
--De hecho, habla del miedo a la soledad y cómo enfrentarla.
--Con la pandemia ahora empezamos a hablar de esto, de las enfermedades mentales. Hay la sensación de que estamos muy solos, pero hay muchos tipos de solitud.
--Una vez abordados los aspectos del libro, antes lo ha comentado un poco pero ¿hay mucha diferencia en escribir un libro a una obra de teatro o película?
--No tiene nada que ver. El teatro es muy constrictivo pero la novela no, es maravilloso, puedes hacer caer un meteorito. Hablar a bocajarro de los sentimientos yo lo tengo prohibidísimo en mis obras y aquí no. Por eso creo que este libro es fruto de todo lo que han tenido que callar mis personajes todos estos años. Las tres maneras son muy distintas.
--¿También es muy distinto entre cine y teatro?
--Yo soy de escribir a chorro y en teatro me lo puedo permitir. En cine, hasta ahora está siempre ligado a un encargo. Ahora lo hago, pero tiene una estructura, no puedo enviar un guion dialogado. La industria y su funcionamiento te obliga a escribir de una manera determinada. Con la novela he hecho lo contrario. Yo la he escrito sin estructura y luego ya he pensado en la estructura. Escribir novela despierta una parte distinta del cerebro.
--¿Qué la llevó a este mundo de la creación?
--Yo quería dedicarme a escribir y lo he logrado. Ahora dirijo también, porque tengo una productora y puedo dirigir mis obras, pero lo que me gusta es escribir. Empecé de producción en radio, hice clases, pero tenía claro que quería hacer teatro. Nunca imaginé hacer cine y mira que hice mucha tele y daba clases de guion en la Escac. Era casi como la novela. La pandemia me ha llevado al cine, casi. Empecé con Dani de la Orden que vio Litus y la quiso llevar al cine. A partir de allí algunas productoras de Madrid me llamaron y después de que la gente me recomendara como guionista de cine empecé en ello. Y durante la pandemia trabajé en ello, porque los únicos que podíamos currar en pandemia éramos los productores y los guionistas. Ya que no puedo hacer nada, pienso cosas. Y desde entonces estoy muy instalada en el cine.
--Y aún así sigue en el teatro.
--El teatro es una necesidad para mi. Si tengo la necesidad de contar algo me sale hacerlo en teatro antes que en cine. Al menos, ahora.
--¿Qué tiene este formato que lo hace más atractivo?
--Yo soy fan del teatro desde que tengo tres años. Lo que te pasa en el teatro cuando una obra te gusta es muy mágico. Es maravilloso. La putada es que cuánto más mayor te haces más te cuesta flipar. Recuerdo cómo flipaba con las obras del Pepitu [Josep Maria Benet i Jornet] del año 96 que me petaron la cabeza, musicales que me deslumbraban. Me pasa igual con literatura.
--¿Y cómo ve la situación del teatro?
--El teatro en Barcelona está muy triste. Barcelona está muy triste como ciudad. Madrid está on fire a nivel cultural ahora. Me da una pena tremenda porque antes les pasábamos la mano por la cara. Ibas a Madrid antes y decías que eras dramaturga catalana y era lo más. Me parece complicado. Lo que te puedes encontrar ahora en Barcelona tiene poca diferencia con lo que te podías encontrar en una cartelera teatral de hace 20 años. Evidentemente no le puedes pedir el público de Madrida Barcelona. Un Rey León no se podría sostener en Barcelona, pero sería la apuesta. Falta mucho.
--¿Falta apuesta?
--Falta apuesta, falta dinero, falta espacio. Yo soy de la última generación que pilló las bacas gordas. Todos los que vinieron después lo tienen muy difícil. Tienen que picar piedra muy heavy. Se cierran espacios. ¿La Muntaner dónde está? No te digo el Capitol. Te lo digo desde el privilegio, que he estrenado a La Villarroel y el Goya esta temporada. Tengo una situación de sueño.
--Es cierto que varios dramaturgos que han pasado los 40 aún se sienten picando piedra y no se sienten consolidados.
--Seguro. Yo por eso di el paso a la producción. Hay un antes y un después desde el momento que tienes una empresa. Cuando te lo haces todo tú es más fácil encontrar un espacio. Si yo ahora tuviera que ponerme a buscar a alguien que pusiera el dinero y buscara espacio sería muy difícil.
--¿Y encontrar espacio es más fácil?
--Es muy difícil porque no hay. Pero sólo pides un espacio, no dinero. Yo he estado mucho tiempo sin productora y tenías que buscar espacio y que pusieran dinero para la obra.
--¿Cómo productora también hace obras no propias?
--Tuve la experiencia con Marilia Samper, en colaboración con la Beckett. Es una experiencia muy deficitaria. No ganaremos dinero con el teatro a no ser que hagamos un megaéxito. ¡Pero te han de dar espacio para explotarlo! Ahora lo que sucede es que hay megaéxitos y no se pueden explotar porque no hay espacios. Es lo nunca visto. Han habido éxitos en los últimos años y no tienen espacio dónde verse. Antes tú hacías un éxito y lo tenían un montón de tiempo, ahora no pasa.