El orgullo cooperativo de Domenio Sumoi en las comarcas de Tarragona
La recuperación de variedades autóctonas para la elaboración del vino es la garantía de que logre el interés de mercados exigentes como el japonés
14 febrero, 2021 00:00Lo primero fue el vino... Permítasenos esa broma que nos llevaría a otros equívocos si la dejáramos aquí. El vino es el precursor del interés de esta excursión que venimos proponiendo; que cuando nos sorprende nos lleva a investigar y (cuando los tiempos sean favorables) a preparar el viaje de aproximación a sus tierras y orígenes.
Domenio Sumoi es un representante de la trilogía Domenio del grupo cooperativo Cellers Domenys, que integra y une a cuatro centros de producción y a otras antiguas sociedades de las comarcas de la Conca de Barberà, Alt Camp y Baix Penedès, todas ellas en la provincia de Tarragona.
Según Ciriac Carbó, enólogo y responsable de la empresa, el proyecto nace de la necesidad de interpretar el mercado y sus requisitos actuales. Hace más de una década que la bodega de Sant Jaume dels Domenys inició un proyecto de incorporación de otras empresas de su entorno para consolidar su proyecto de modernización de sus procesos de vinificación para la industria del Cava. Luego, y tras el éxito organizativo inicial apareció la oportunidad de crecer y la fórmula significó la fusión con otras bodegas de comarcas vecinas que compartían la necesidad de converger en un proyecto de tamaño mayor. El resultado es una cooperativa de primer orden (todos los socios lo son a título individual y con los mismos derechos) con 2.000 hectáreas y 400 productores, que cosechan alrededor de 20 millones de kilos de uva dedicados al Cava, de forma principal.
Un proyecto de confluencia
Esa convergencia cooperativa, necesaria y prácticamente ineludible conllevó, como es lógico, el sacrificio de cada una de las bodegas anteriores en lo referente a marcas e identificación local; y de ahí, --de la necesidad de mitigar ese dolor en términos de identidad local--, nació Domenio Wines y el concepto de vinos de carácter típicamente local, hasta el extremo técnico-enológico del vínculo con la "parcela" [para el desconocedor de los términos y el argot enológico, la "parcela" es una referencia a la viña concreta, y los vinos de parcela son los que pretenden expresar singularidades como las que derivan de ese nivel de concreción local].
Tenemos dibujada más o menos la excursión: saliendo de Sant Jaume dels Domenys, o de Banyeres, o de La Bisbal, da lo mismo, pueblos de gran tradición vitivinícola dedicados desde hace muchas décadas al Xarel·lo del CAVA, hay que subir al Alt Camp. Es una ruta natural. De un lado del Montmell está el Baix Penedès y del otro el Camp de Tarragona. Rodonyà, que es un pueblo que ejerce de centinela interior del Camp, al pie de la montaña que la protege, fue uno de los primeros que se unieron a ese proyecto de confluencia; y volveremos para hablar de viñedos y de Sumoll.
Está justo al superar el Collado de Santa Cristina, siguiendo la C-51 que une el Vendrell y Valls. Y luego, siguiendo su curso, o introduciéndonos en la AP-2 (es una alternativa muy pertinente) nos acercaremos a la Conca de Barberà, donde se encuentran tres de las bodegas de ese proyecto. En este sentido, hay una viticultura frente al mar, una intermedia que se define por esa fachada de monte litoral, y otra tercera en el interior, superando la barrera de la sierra prelitoral. Marinada, Mestral e interior. La viñas del Baix Penedès estan a 100 metros; las del Alt Camp a 350 metros; y las de la Conca de Barberà a 500 metros sobre el nivel del mar.
Singularidad para gustar al mundo
Y Domenio encontró en sus dominios alternativas y variedad en su catálogo vegetal: Xarel·lo y Macabeo en el Penedès; Sumoll en el Alt Camp, y Trepat y Ull de Llebre (Tempranillo) en la Conca de Barberà. Singularidades vegetales que dan identidad y contenido comercial, pero que añadían responsabilidad al proyecto: olvidarlas en pro de objetivos de simplificación comercial hubiera significado una pérdida de identidad inadmisible.
Domenio aparece en la red (y en el website de Cellers Domenys se da cuenta de ello) como un referente de inversión tecnológica aplicada a la gestión de fincas. Obtuvo premios institucionales y es un orgullo para cada uno de los socios del proyecto, aunque fundamentalmente es una herramienta útil para identificar valores vegetales y oportunidades de singularidad. Porque las preguntas que hoy nos hacemos tienen que ver con la singularidad: ¿qué es lo que interesa a la clientela japonesa de nosotros? Por poner un ejemplo de las antípodas globales.
Y ese tipo de preguntas sobre el mercado nos lleva a la recuperación de variedades antiguas y autóctonas, arraigadas a la geografía, que tuvieron éxito vegetal y que expresan el carácter local como ninguna. En el camino entre el Penedès y la Conca de Barberà nos dejamos un testigo a medio camino, en Rodonyà, al pie del Montmell. Es el pueblo de la Sumoll (o Sumoi según la referencia local) porque aunque se trata de una variedad que durante el siglo XIX se extendió por el interior de Cataluña enormemente, esa ladera de monte tarraconense es hoy su representante predilecto.
¿Interés cultural?
Hojeando monografías especializadas nos encontramos con dos datos significativos: se trata de una casta de cierta rusticidad, que perdió peso relativo en el momento de la globalización, en favor de las variedades internacionales. En la década de los 90 los vientos soplaban en contra de ese tipo de vinos locales que hoy ven multiplicado su interés.
Y efectivamente hay que hablar de rusticidad e incluso y especialmente de acidez. Porque lo sorprendente de esta variedad (¿de interés nipón?) de localización mediterránea es su carácter ácido y vegetal. Habitualmente tenemos lo contrario: en las latitudes tarraconeneses, frente al mar y con temperaturas medias superiores a los 20 grados en el ciclo vegetativo (de marzo a octubre), los vinos son cálidos, sabrosos y muy maduros. La Sumoll es lo opuesto: fresca, vegetal, seca, de poca graduación y algo ligera. Más fresca que persistente. Incluso podría confundirse con Mencías atlánticas. Su transparencia (tiene poca intensidad colorante), su bajo contenido alcohólico y su alta acidez le quitaron un protagonismo que hoy cobra renovado interés.
Como nota a pie de página hay que recordar que la época en la que el vino se comercializaba a granel, el valor alcohólico y el color eran determinantes, porque suponían estabilidad. Con tales criterios superados, la interpretación de esta acidez congénita y adaptada a ese monte mediterráneo en un equilibrio fecundo que le permita brillar y expresar su carácter con cierta finura, la Sumoll adquiere interés cultural.
Hace diez años de un intento de tipificación que aportó conocimiento vegetal y enológico sustantivo. Alrededor de la bodega de Rodonyà y con el apoyo de equipos técnicos del Incavi (Instituto de la Viña y el Vino de Cataluña) se realizaron vinificaciones separadas de tipologías varietales que se identificaron y se catalogaron según el carácter y tamaño del racimo y la morfología de las uvas. El resultado fue muy satisfactorio y parecía que animaría proyectos de recuperación inminentes que fueron perdiendo fuelle. Y fue Domenio Sumoi quien retomó esa función y apostó por izar esa banderita en el mapa varietal con altísima dignidad. Las hectáreas de viña vieja que sobrevivieron a la paulatina pérdida de peso de la variedad en el mercado forman hoy entre esas joyas que se vinifican con mimo para ese catálogo de singularidades de Cellers Domenys.
Un maridaje sensacional
¿Cual es la impresión que invade a quien se acerca a Domenio Sumoi?¿Hay una cereza, crujiente, madura y cítrica? Quizá, muy roja... ¿Y ese cítrico? Quizá sea de naranjas sanguinas, dulces, equilibrando la acidez intrínseca de la variedad, también. Aunque es preferible que sea el explorador errante quien explore, apunte y descubra sus propios mensajes en ese contenedor topográfico de líquidos patrios al que apunta todo vino embotellado. Sólo nos atrevemos a apuntar uno de los maridajes que ensayamos con él: dada la proximidad de la semana de Carnaval, quisimos poner a prueba esa acidez inherente con un plato de garbanzos con distintas butifarras (de huevo y de sangre) y un sofrito de tomate y especies y plantas aromáticas de romero y tomillo.
Domenio Sumoi, de viñas de Rodonyà, en el Alt Camp, circunscrito al ámbito territorial de la Denominación de Origen Tarragona, se vinifica en la Bodega de Blancafort, en la vecina Conca de Barberà por necesidad de optimización logística de la empresa Cellers Domenys. Y es el motivo por el cual el vino viene atado en su certificación a la Denominación de Origen Catalunya que, por cubrir la totalidad del territorio vitivinícola catalán, ampara legalmente la trazabilidad de las uvas, entre comarcas colindantes.
En cuanto a la dimensión histórica de la empresa, que une a sus predecesoras, hay que destacar edificios como el que el grupo atesora en la población de Rocafort de Queralt, en la Conca de Barberà. La bodega original data de 1917 y fue la primera que firmó el vallense y discípulo de Gaudí, César Martinell (luego hizo alrededor de 40 por la geografía vinícola tarraconense). A César Martinell lo nombramos en relación a Nulles y su Cava.
Precio (en tienda): 16 euros
Taula de Vi de Sant Benet: Oriol Pérez de Tudela y Marc Lecha