Viñedos junto a dos botellas de Gran Bierzo Origen / CG

Viñedos junto a dos botellas de Gran Bierzo Origen / CG

Creación

El bierzo y la uva mencía, la combinación para escaparse al noroeste de España

La comarca del Bierzo invita al viajero a un recogimiento especial, con un vino de viñas viejas, ligado históricamente a las cepas mencía

15 noviembre, 2020 00:00

Dicen los poetas que otoño es la estación de la nostalgia. Y con la llegada del otoño sabemos que es el mejor momento del año para acercarnos al Bierzo. No lo podemos hacer actualmente, por razones sanitarias, pero sí lo hacemos evocando viajes pasados y recientes a esta singular comarca del noroeste de León. Porque otoño es la época del magosto, esta festividad antigua, de origen celta, que marca el inicio del recogimiento invernal. Es a principios de noviembre, con la humedad de estos días, cuando se enciende el fuego, se asan las castañas, vemos los pámpanos que enrojecen antes de caer a tierra y dejar las cepas, ya vendimiadas, definitivamente desnudas. Pronto las matanzas y el inevitable invierno. Sí, definitivamente otoño es la gran estación del Bierzo

Tomando un mapa y tratando de localizar la ubicación geográfica del Bierzo, enseguida percibiremos su aislamiento respecto a las grandes urbes y los centros económicos del país. Aislamiento físico, aunque no sólo, como en tantas otras zonas de esta España vacía que nos retrató Sergio del Molino. Aunque en la comarca del Bierzo residen unos 125.000 habitantes, una cifra humana considerable, la realidad de las comunicaciones con el exterior es terca en señalar ese aislamiento: la capital, Ponferrada, se encuentra a más de dos horas en coche de cualquier ciudad con aeropuerto (excepto el irrelevante de León): La Coruña, la más directa por la A6, Santiago de Compostela, Vigo --ya a más de 3 horas--, las ciudades asturianas del norte, Valladolid... y con Oporto y Madrid ya nos acercamos a las cuatro horas. ¿El AVE? 

 

 

Cuatro motivos para tomarte un vino del Bierzo / VINISTAS

Los dos ramales del noroeste dejan el Bierzo de lado: de Valladolid y por León hacia Oviedo y la vía gallega por Zamora hacia Orense. Aislado, lejano y condenado a seguirlo.
El mapa físico del Bierzo casi nos lleva a recordar la asignatura de ciencias sociales de los años en la escuela. Enclavado en el corazón del noroeste de la Península Ibérica encontramos esta comarca natural, rodeada por diversos montes: al este, la divisoria con Astorga y la llanura castellana: los Montes de León. Al Sur, la imponente sierra de La Cabrera, que nos separa de Zamora y el paso hacia Sanabria y Verín. Al Norte, las estribaciones occidentales de la gran Cordillera Cantábrica, con los muy aislados y fascinantes Ancares. Y entroncando con éstos hacia el oeste, el cierre con Galicia por el Macizo Galaico-Leonés

El orgullo de los bercianos

Todos nombres conocidos y que, vistos en el mapa, nos muestran un particular cerco a la comarca. Eso sí: con un punto de fuga, el río Sil. Así como en un artículo anterior, a propósito de Verín y los vinos de Monterrei escribíamos sobre la singularidad de esa parte de Galicia de pertenecer, por el río Támega, a la cuenca del gran Duero; en el caso del Bierzo también debemos hacer hincapié en otra singularidad parecida, pero inversa. Cruzado por el caudaloso Sil, de cuenca propia, El Bierzo se vincula fuertemente a Galicia, pese a ser leonés y por tanto administrativamente castellanoleonés. 

Esta característica, ya no sólo geográfica, sino también humana, a caballo entre dos realidades históricas tan fuertes y personales como la castellana y la gallega, lejos de significar una contradicción o un carácter edulcorante, constituyen la gran indiosincracia particular de los bercianos. Nos puso sobre esta pista un buen amigo, gallego orgulloso, afincado en Vigo, buen amante de la mesa y el vino, y conocedor de Galicia y estos rincones de León. Según nuestro amigo, los bercianos aglutinan lo mejor de cada casa, pues “son gallegos, pero tienen la franqueza castellana”. Nos gusta encontrar gentes sanamente orgullosas de su tierra. Aunque la historia reciente del Bierzo nos
hable de exilios y búsquedas de oportunidades en lugares lejanos, los bercianos que se fueron y añoran su tierra, suelen mantener, con orgullo, fuertes vínculos con ella.

Vinculado al Reino de Asturias

Estar en el Bierzo es pisar una región antigua. Los romanos ya explotaron numerosos yacimientos mineros, de aquí las Médulas. La comarca es rica en la extracción minera, más recientemente carbón y pizarras. Períodos de construcción de fortificaciones, de las que todavía perviven numerosos castros, a la ocupación romana la seguirían las sucesivas de los pueblos germánicos y, ya cerca del cambio de milenio, el Bierzo se vincula primero al Reino de Asturias y posteriormente al antiguo Reino de León, al que uniría, con algunos altibajos, su destino futuro. Es en estos inicios del segundo milenio y en adelante que el Bierzo se establecería como uno de los puntos claves de paso del Camino de Santiago. ¡Que se lo pregunten a los numerosos peregrinos que todavía hoy sudan y sufren la compleja orografía de la zona, ejemplificada en la etapa del camino francés de Villafranca al famoso paso de O Cebreiro! 

 

Más calidad que cantidad

Nos queda un último apunte importante y que no hace más que recalcar la singularidad de la comarca: su clima, o mejor dicho, su microclima. De la misma forma que física y humanamente el Bierzo se encuentra a caballo entre la montañosa Galicia y la llanura de Castilla, su clima no es ni atlántico, ni continental. O, mejor dicho, tiene parte de los dos. El clima atlántico es húmedo y suave, y el continental seco y más extremo. En el Bierzo llueve, pero no tanto como en Galicia y más que en Castilla, y su temperatura es suave, fresca y agradable. Este clima y la presencia de pizarra nos trae recuerdos mediterráneos también, y eso es algo que nos agrada mucho. En definitiva, estas características climáticas hacen que sea tan propicia la agricultura, que en la comarca se muestra en los generosos cultivos de árboles frutales: peras, manzanas y los típicos cerezos del Bierzo. 

También la huerta es rica en la “hoya del Bierzo”, como los cultivos de cereales en algunas partes llanas y más arriba, la ingente cantidad de castaños: la castaña del Bierzo es bien reconocida por todos. Y la presencia de la vid, claro, por todas partes. En el llano, en las pendientes, cara norte y cara sur, enseguida percibiremos la riqueza vitícola del Bierzo. Que viene de antiguo, pero se manifiesta actualmente en una Denominación de Origen Bierzo de creación bastante reciente: 1989. En cifras: 2.350 hectáreas lantadas. Se trata mayormente de pequeñas parcelas atomizadas por la existencia de una cultura agraria minifundista.

Unos 1.100 viticultores, unas setenta bodegas y unos 12 millones de kilos de uva vendimados en 2019. Esto nos da un promedio de unos 5.000kg/ha, que es un rendimiento bastante bajo, es decir que se suele optar, en términos generales, por la calidad más que por la cantidad. Y es que la DO Bierzo ha sido de las primeras en España en entender éste factor como decisivo en su indiosincracia y en su proyección futura y, desde 2013, inicia un proceso de clasificación del viñedo por municipios, parajes y parcelas.

Viñedos viejos

El 75% de la vid plantada en el Bierzo es la cepa Mencía. Su origen no es claro, se dice que está vinculado a la variedad jaén portuguesa, traida por los monjes peregrinos medievales que retornaban hacia sus hogares tras llegar a Santiago, medio vagabundeando por Europa. Sea cual sea este origen lo cierto es que no se puede desvincular la singularidad vinícola del Bierzo de la mencía. Esto es importante y actualmente se entiende como algo que preservar y desarrollar. De la misma forma que, por ejemplo, Calatayud se vincula a la garnacha, Tarragona al macabeo, Jerez al palomino o las Rías Baixas al albariño, la vinculación del Bierzo a la mencía es ganadora porque es antigua y es coherente. Y además ha llegado a nuestros tiempos actuales a través de la pervivencia de una gran parte de viña vieja, de más de 40 años, siendo habitual encontrar viñedos entre 60 y 100 años de vida.

Elegimos un vino de la Sociedad Cooperativa Viñas del Bierzo, en Camponaraya. Lo hacemos porque se trata de la primera cooperativa vinícola del Bierzo, fundada en 1963 y que actualmente consta de unos 900 socios. Fascinados como estamos por las viñas viejas, el vino que elegimos es su Gran Bierzo Origen 2017 una mencía de 100 años de antiguedad del paraje de Valdemagaz.

¿Cual es la impresión que invade a quien se acerca a una copa de Gran Bierzo Origen? Aromáticamente... ¿frutas de ciruela, de cereza? Sin duda, pero no sólo ¿recuerdos de madroño y frescuras de fresitas de bosque? Claro, la atlanticidad se expresa también... ¿un punto cítrico, como una mandarina? ¡Seguro! Aunque en el fondo preferimos que sea el errante explorador quien bucee y descubra sus propios mensajes: el embalaje contiene topografías frágiles que requieren de afectos.

El vino es magnífico, profundo, largo, fabuloso. La condensación de esa singularidad que es el Bierzo, con sus matices climáticos, aparece en la botella. Frescura y golosidad, tan distinta a las mencías que probamos de la Ribeira Sacra y de las que hablaremos tal vez más adelante. El vino nos ha acompañado en un almuerzo de magníficas albóndigas con legumbres y setas de temporada, y abriríamos una segunda botella sin dudarlo, si la tuviéramos delante... ¡Bravo! Desafortunadamente no podemos estar en el Bierzo en este momento otoñal en que la luz desciende rápidamente en la sobremesa, pero hacemos un fugaz ejercicio de imaginación: podríamos estar abriendo esta segunda botella de este Gran Bierzo Origen en el Mesón Don Nacho de Villafranca del Bierzo, donde Pedro nos serviría un generoso plato de cecina y buen caldo casero para entrar en calor. Y entonces no haría falta nada más poque todo estaría en su sitio.

Vino: Gran Bierzo Origen 2017

Viñas del Bierzo SC

Precio (en tienda): 19€

Taula de VI de Sant Benet son: Oriol Pérez de Tudela y Marc Lecha