Un vídeo en Youtube. Sí, todos los que quieran lo pueden ver. Constata que en las Torres Gemelas de Nueva York, “había explosivos por todas partes, que todo responde a los intereses de los que fabrican armas”. El interlocutor de quien afirma esa consigna se queda estupefacto. Se cambia de tema de forma rápida. Y alguien dice que eso es fake news. Pero alguien se lo cree, lo verbaliza y lo difunde. ¿Por qué? El periodista y consultor en comunicación, Marc Argemí lo ha analizado, hasta el punto de que se pueden establecer los siete pecados capitales del desinformado, y así lo explica en esta entrevista con Crónica Global.
Argemí lo señala de forma diferente. El libro en el que lo plasma se titula Los 7 hábitos de la gente desinformada (Conecta), pero deja claro que la información se ha despreciado, que nunca se tomó en serio que “buscar la información, el análisis, discernir entre los contenidos, es algo fundamental para construir y consolidar una democracia, y la paradoja es que las democracias han posibilitado tal jungla en Internet que no es nada fácil, ni para el más avispado, no caer en algunas redes”.
Más tiempo
¿Cómo? ¿Qué hacemos cuando leemos las informaciones? ¿Qué buscamos en realidad?
Este periodista, que profesionalmente está pendiente de esas redes, que analiza cómo pueden afectar a un organismo o a una determinada empresa, --es socio y director de Sibilare—reclama “una mayor atención, un tiempo para informarse, como hacemos con otras cosas de nuestras vidas, siendo consciente de que invertimos en nosotros mismos como ciudadanos”. Esos siete pecados capitales son descriptibles. ¿En cuál de ellos caemos de vez en cuando?
El cuñadismo
Se trata de la vanidad de ser el primero en “estar en el ajo”. Son los primeros en difundir un rumor. Argemí señala que “la exclusividad pesa tanto que la gente no suele verificar la información”. La llamada “cultura cuñada nos aleja de las fuentes creíbles y fiables”. Se trata de la necesidad de no ser el último en enterarse de algo que se considera interesante.
La incredulidad crédula
Aquí entraría el primer caso, sobre las Torres Gemelas. Las redes sociales “son una tierra de promisión de todo linaje, de curanderos, milagreros y engañabobos”. ¿Y qué se encuentra ese incrédulo crédulo? Cosas del tipo “las vacunas causan autismo” o “la tierra es plana”. Según Argemí, “los incrédulos crédulos elaboran sus teorías magufas contra las que es muy difícil luchar, se sienten tremendamente informados, son dogmáticos e inmovilistas”.
La indecisión crónica
Necesitamos recomendaciones, desde dónde ver una serie televisiva hasta qué hotel podemos contratar en una determinada localidad. Internet es “un gran bazar abarrotado”, según Argemí, y lo que ocurre es que comienza a actuar un algoritmo que nos ofrece más datos sobre los que hemos consultado. “Se construye a nuestro alrededor una gran burbuja digital, solo leemos u oímos aquello que nos es afín, lo que nos ratifica en nuestras posturas”, señala, si pensamos en opciones políticas o ideológicas.
Ansiedad informativa
Los que se caracterizan por esa ansiedad hacen de los bulos difundidos en WhatsApp un arma peligrosa. Se trata de informaciones muy sensibles, como se explica en el libro, con casos de violencia extrema, incluso. Las emociones hacen acto de presencia. “Los atentados terroristas o las catástrofes naturales son el paradigma de este fenómeno que lleva a una desinformación colectiva”. Argemí reclama que “antes de compartir respiremos un momento y démonos un minuto para reflexionar”.
Confusionismo relacional
Somos amigos de muchos amigos en las redes sociales. Pero, ¿de qué amigos? ¿Quiénes son? ¿Por qué tomamos como referencia un post de un amigo en Facebook o el retuit de un completo desconocido en Twitter? Argemí sostiene que “la sociedad en su conjunto ha pecado de ingenua al creer que se puede ser amigo de todo el mundo”. Asegura que el rechazo a un comentario por parte de alguien en las redes, o un zasca contundente puede crear un auténtico trauma en un usuario, más grave que si alguien de su familia le dice alguna cosa parecida.
Activismo visceral
Se trata de las llamadas fake news o noticias falsas. “En las redes sociales se ha ido desarrollando una industria de propaganda política especializada en la creación y difusión de noticias –falsas, medio ciertas, tergiversadas o incluso ciertas—que sirvan para transmitir y difundir determinados marcos mentales, pensados para favorecer a una opción política o una causa concretas”. Es propaganda, sí, algo que siempre ha existido, pero, ¿qué es lo realmente nuevo? “Se puede lanzar propaganda sin posibilidad de que un estado o una entidad pueda controlar completamente el acceso a la información de toda la población”, remacha Argemí.
Precariedad informativa
Este sería el hábito que tendría Sócrates, según el autor. Se trata de aceptar las limitaciones, de saber que no podremos estar totalmente informados, y de que es necesario tener los ojos muy abiertos. Que no se puede actuar con ingenuidad. “La modestia intelectual es la mejor medicina”. Y ¿qué deberíamos hacer? “tener espíritu crítico, capacidad de análisis y reflexión, evitar dejarse llevar, buscar subirse al carro rápidamente, querer ser el primero en saber y compartir o sucumbir a la ansiedad por no conocer”.
Pero, esos siete pecados capitales siempre estarán presentes. Las redes lo saben, y los usuarios también.