Ópera Samfaina es uno de los espacios gastronómicos más curiosos de Barcelona. No deja indiferente a nadie. Más allá de esta apreciación, que cada uno objetivo a su gusto.

Franc Aleu ha llevado al límite el concepto kitch catalán a la hora de diseñar lo que se presenta como una “experiencia de surrealismo, montaje escénico y tecnología”. Se accede pasadas las puertas del Gran Teatro del Liceu. Dirección mar. A través de la heladería Rocambolesc de Jordi Roca.  

Tras bajar la escalera, el comensal se encontrará con varios autómatas. No sea tímido y hágalos funcionar. Todos ellos. Sin reparos. Es parte del espectáculo del que está a punto de disfrutar.

No se ha pensado en el público asistente al Liceu a la hora de plantear la iniciativa. El público del gran teatro de la ópera es más amante del ambiente que se respira en el Foyer. En Ópera Samfaina el dorado llega a la taza del váter. Y no sólo eso. Comparte habitáculo con mosaicos gaudiniano, trozos de platos y tazas de té --cual Alicia en el país de las maravillas--. Una cascada a diversos niveles ejerce de lavadero de manos.

 

Imposible pasar por alto la pared de butifarras frente a la cual han instalado un híbrido entre capgrós y caganer; un medio toro ubicado en una de las salas o las recreaciones de Sant Jordi matando al dragón o Adán y Eva. También se ha construido una barca de pescadores que se puede ver desde debajo del mar, con rayos y ruido de tormenta incluida.

Todo ello, en unos 950 metros cuadrados. ¿Demasiado? Perseguían una experiencia sensorial en su diseño y, realmente, una experiencia lo es. En algunos momentos llega a abrumar a los comensales, pero no hay mejor manera que compensarlo que un buen plato. Y de comer, se come bien. Como mínimo hasta Semana Santa. El espacio gastronómico ha invitado a lo más selecto de la cocina de las comarcas de Girona en su carta.

Opera Sanfaina 02

La anchoa que abre el menú de Ópera Samfaina / CG

Abre la degustación las anchoas El Xillu de L’Escala y les sigue un trinxat de la Cerdaña con col de invierno firmado por Josep Maria Massó (bEAuTy). Un paseo del mar a la montaña gerundense con dos tipicazos. Bien resueltos. Continúa el Suquet de Calella de Palafrugell de Anna Casadevall de La Xicra y Fricandó de ternera de Girona de Montserrat Fontané de Can Roca. Es decir, de la madre de unos de los mejores cocineros de mundo. No se haga el tímido y pida pan. Ambos platos se lo mercen.

Cierra un Bisbalenc de la pastelería Sans de La Bisbal d’Empordà. El pastelillo de mil hojas y cabello de ángel se inventó en 1932, aunque su popularización va ligada al boom turístico de los años 50. Era el dulce perfecto para que se lo llevaran hasta Barcelona los pixapins y ahora pone el colofón a un discurso gastronómico que por sus formas también está enfocado a captar a los visitantes de Las Ramblas. Con nivel. Aunque sus impulsores aseguran que están “sorprendidos” por la buena aceptación que tiene entre los locales.

Los Bisbalencs que se sirven en Ópera Samfaina / CG

Los Bisbalencs que se sirven en Ópera Samfaina / CG

La idea es que el comensal pida todos los platos. Pero de forma sorprendente no se ha estructurado como un menú al uso, se deben pedir por separado.

Oscilan entre los 5,20 euros la tapa de anchoa y los 14,50 euros el suquet. Se usará pescado del día para su elaboración, según cuenta Casadevall. Ha dejado la receta y estará alguien de su equipo en Barcelona para fiscalizar su elaboración. Ganar un espacio en el Ópera Samfaina es una oportunidad de visibilidad en la capital catalana.   

Resulta un fallo que los visuales que se proyectan a lo largo de la comida no ofrezcan suficiente luz para ver de forma clara el plato que se ha pedido. Estas, siguen el hilo argumental de la experiencia surrealista con berenjenas convertidas en ballenas, pollos al ast con propulsión o ovejitas que saltan por un campo de hierba y queso.  

Una experiencia que no deja indiferente.