Creación

'Mi otro yo': La esciomaquia inquietante

Juan Pérez / A medio camino genérico entre el terror y el thriller psicológico.

3 julio, 2014 10:55



Título original: Another Me
Año: 2013
Duración: 86 min.
País: Reino Unido
Directora: Isabel Coixet
Guión: Isabel Coixet
Música: Michael Price
Fotografía: Jean-Claude Larrieu
Reparto: Sophie Turner, Claire Forlani, Jonathan Rhys Meyers, Rhys Ifans, Ivana Baquero,Geraldine Chaplin, Gregg Sulkin, Leonor Watling, Sara Lloyd-Gregory

Isabel Coixet ha pretendido explorar el mundo complejo de los conflictos de personalidad en el momento crítico del abandono de la adolescencia, y ha querido hacerlo, además, a través del molde de una película de género. Y de aquí procede, acaso, la principal objeción que puede ponérsele a la película: la indeterminación genérica.

Es evidente que el terror psicológico, del cual Repulsión, de Polanski es la obra maestra (con aquellas turbadoras escenas del pasillo del que emergían los brazos arcillosos y húmedos que atrapaban a la protagonista, una convincente Catherine Deneuve) forma parte de la película, porque gran parte de la trama se vive desde la atormentada mente de la joven protagonista; pero el terror, a la usanza moderna de las tramas que se centran en los jóvenes, algo que ya empezó con la genial La matanza de Texas y que se reeditó con El proyecto de la bruja de Blair, tiene en Mi otro yo una continuación no directamente emparejada con ellas; y, finalmente, la estructura de thriller que adopta la película se suma a las otras características genéricas y ahí es donde el espectador no sabe a qué carta quedarse, si bien es cierto que ninguna de las tres incursiones genéricas daña tanto a la película como para que no se vea con agrado, dada la contundente calidad formal de la película y el excelente nivel de las interpretaciones de un reparto elegido con excelente criterio de casting, y en el que sólo Jonathan Rhys Meyer, extraordinario en Match Point, de Woody Allen, aparece un poco desorientado por la escasa definición de su personaje, y porque se le exige, casi en frío, la transmisión de un pathos densamente emotivo sin apenas apariciones en el metraje.

Mi otro yo se presenta como una novela de fantasmas, un tema muy propio de la tradición inglesa, si bien Coixet ha optado por un registro formal que convierte en pretendida película 'de autora' la narración preciosista pero convencional de un historia de suplantación de personalidad, una suerte de esciomaquia, palabra que significa la lucha contra un ser imaginario.

La palabra clave parta definir la película es atmósfera. Coixet, nueva en la encrucijada de géneros, creo que sale airosa del casi callejón sin salida en el que se mete, porque va construyendo poco a poco un espacio inquietante en el que sabemos que puede ocurrir cualquier cosa, y ella es lo suficientemente hábil como para inventarse, además, -¡necesidad obliga!- un Mcguffin que distraiga al espectador durante buena parte de la película para potenciar el efecto sorpresa del desenlace.

La película gira en torno a la sensación constante, paranoica, que padece una adolescente de que alguien intenta usurparle la identidad, adueñarse de su vida, sustituirla, e incluso matarla. Las escenas en que se van revelando señales de ese acoso generan una genuina inquietud en el espectador, por más que se den, en muchas de ellas, recursos tópicos: columpios que se mueven solos; cristales que se astillan, sombras sin cuerpo que rozan a la protagonista, pintadas con mensajes turbadores, situaciones de indefensión y confirmación de la existencia de una doble, como ocurre con la impagable intervención de Geraldine Chaplin, expresiva con su sola presencia.

La pregunta sería ¿qué ha visto Coixet en esa historia para hacerla suya? Quizás me equivoque, pero creo que la inseguridad personal de un ser que siente amenazado su yo por alguien que, aun a pesar de lo conflictivo que es para la protagonista, quiere apoderarse de él como si fuera un tesoro. La vivencia de la extrañeza como estado de desasosiego permanente, unido a la confianza en la propia fortaleza constituyen rasgos psicológicos que acaso definan una temática cercana a la autora.

Capítulo aparte merece la canción principal de la película, You haunt me, 'me persigues', de Richard Hawley, interpretada maravillosamente por Lizza Hanning, con un registro de voz que la aproxima mucho al cantante fetiche de Coixet: Antoni Hegarty. La canción recuerda mucho el tono sombrío y casi de ultratumba de Nick Cave and The Bad Seeds y expresa a la perfección la espiral de desesperación y miedo en que se sume la protagonista. El resto de la banda sonora es más convencional, pero eficaz, al servicio de algunos golpes de efecto en los que cae innecesariamente la directora, como si obedeciera al código en vez de a una visión propia de los mismos. Porque esta sería la otra objeción que pudiera ponerse a la película: que Coixet se haya ajustado a los códigos del género sin replanteárselos, casi como si fuera una película de encargo.

Hay algunos fallos de guión que chocan mucho al espectador, porque sorprende que una vez diagnosticado la ELA al marido, enfermedad atroz donde las haya, la mujer corra a encontrarse con su amante sin ningún tipo de precaución justo debajo de su ventana, siendo observada por el impedido marido y también por su hija. Son detalles demasiado burdos como para pensar que no han sido escritos con cierta ligereza. De esa preocupación formal por ajustarse al código del terror psicológico, a través de la planificación impecable de unas escenas muy conseguidas plásticamente, se deriva la poca entidad de los personajes que rodean a la protagonista. No degeneran hasta la caricatura, pero se nos presentan casi planos, siguiendo la clasificación de Edward Morgan Forster.

En conjunto, sin embargo, la película no cae ni en la pretenciosidad ni en el efectismo barato y atrapa al espectador en el torbellino de sentimientos encontrados que sufre la protagonista, porque si, por un lado, la persecución que sufre la angustia y enloquece, el descubrimiento del amor –hermosamente filmado por Coixet– es un asidero que parece tener suficiente poder como para protegerla. Para saber el desenlace se ha de pasar por taquilla, obviamente.