Portada de 'Jesucristo como héroe trágico', de Rafael Argullol

Portada de 'Jesucristo como héroe trágico', de Rafael Argullol

Creación

Jesucristo como héroe trágico

'Pasión del dios que quiso ser hombre', de Rafael Argullol (Acantilado, Barcelona, 2014, 88 páginas).

27 mayo, 2014 10:16

La figura de Jesucristo ha sido mostrada, a lo largo de diversas manifestaciones culturales, desde diferentes vértices, haciendo gala de su carácter irremisiblemente complejo. Tal es así que podría hacerse la travesía, por la totalidad de su existencia, sirviéndonos de cualesquiera de las representaciones que nos legan los múltiples artistas. Desde la pintura, literatura, cine, poesía, escultura o arquitectura, se ha pretendido ofrecer la imagen, de alguno de los tramos cruciales de su vida, de una de las personalidades más inquietantes de la historia.

Sin embargo, la novedad de la última obra de Rafael Argullol, 'Pasión del dios que quiso ser hombre', estriba en que su presentación del célebre personaje se fragua sirviéndose de los contenidos y formalismos propios del héroe trágico. Expresado en otras palabras, Jesucristo, más allá ser presentado con la carga de sentido que le otorga el dogma cristiano, se revela, de forma análoga a Prometeo o Edipo, como un ser vertebrado por la tensión, pulsión, ambigüedad, errancia y soledad. Jesús es una entidad escindida por el anhelo quimérico de un Dios que pretende encarnarse, y un ser enclaustrado en el más acuciante solipsismo, víctima de la imposibilidad de escabullirse de un relato escrito por su propio designio.

Estructurada en tres magníficas y pulcras partes, la obra se erige en un diáfano ejemplo de la escritura transversal que defiende el maestro Argullol, desde los inicios de su pensamiento: el texto debe ser un híbrido de estilos, el relato tiene que estar preñado de la diferencia estilística para, de esta manera, acometer la tentativa de abordar el carácter poliédrico de lo real. Cualesquier fenómeno debe ser columbrado a la sazón de múltiples miradores puesto que está dotado de una radical riqueza ontológica.

En particular, en esta obra Argullol se sirve de la narrativa, confesión autobiográfica y del recorrido por la representación pictórica, para efectuar su itinerario trágico de la figura de Jesucristo. A destacar la tercera parte en la que, sirviéndose de las representaciones pictóricas de Kramskói, Ge, Miguel Ángel, Velázquez, Botticelli, Grünewald o Carracci, entre otros muchos, así como trufando fragmentos de su impecable texto con las imágenes, Rafael Argullol consigue fusionar a la perfección el estremecimiento o voluptuosidad que ofrece imagen con la tragedia que brota de su majestuosa prosa.