The Lightning Field, de Walter de Maria

The Lightning Field, de Walter de Maria

Creación

Andrés Rubio elige a Walter de Maria

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Andrés Rubio ha venido tantas veces a Barcelona a hablar de su libro, España fea, y le gusta tanto la ciudad condal, que se puede decir que, aunque leonés de origen y madrileño desde hace muchos años, se puede decir que algo catalán también es. Lo conozco desde que dirigía el suplemento cultural de El País, Babelia, y escribí algunas veces para él cuando llevaba el suplemento de turismo y viajes, El Viajero. Hasta que se prejubiló. Que yo sepa nunca ha vuelto a escribir en los periódicos.

A partir de entonces me lo encontraba algunas veces en la Biblioteca Nacional, donde él estaba investigando para un libro que le llevó bastante tiempo acabar. Pero al fin se publicó en 2022, con un éxito notable, España fea (Debate), que el año pasado fue objeto de una reedición muy enriquecida fotográficamente.

En su denuncia de la destrucción, sostenida desde el franquismo hasta hoy, de los paisajes y las ciudades españolas a manos de la especulación inmobiliaria, la desidia y corrupción de los gestores de la cosa pública, la inepcia de los arquitectos y la indiferencia del personal. Ese libro, que incluye una larga serie de ejemplos concretos, y análisis comparativos con las políticas urbanísticas y paisajísticas de otros países, es uno de los más importantes de los que se han publicado en los últimos años, porque pone el dedo en la llaga de la sustracción de un gran patrimonio nacional: la belleza del espacio.

Lleva Andrés Rubio algunos días en un pueblito leonés, dedicado, entre otras cosas, a la lectura de Tan poca vida, novela de Hanya Yanagihara de mucho éxito internacional y de extensión muy, muy caudalosa, a la que en su opinión le sobran algunas páginas y ni siquiera está muy buen escrito, pero a pesar de ello es una lectura hipnótica, irresistible.

Le pregunto por su obra preferida de arte contemporáneo y tras pensarlo un rato me contesta:

“Campo de relámpagos” (The lightning Field), de Walter de Maria, de 1977.”

“Ubicada en el desierto de Nuevo México, la obra está formada en cuadrícula por postes de acero inoxidable de unos seis metros de altura, todos nivelados en la punta, a modo de cama de un faquir, con una separación entre cada uno de ellos de unos 67 metros. Aunque los relámpagos no son frecuentes (las fotografías que los muestran documentan bellamente el carácter amenazante y onírico de la instalación), conmueve la audacia del artista, su perfeccionismo y excéntrica ambición en su intento purificador de reconectar al hombre con la naturaleza por él reordenada. ‘La tierra no es el escenario de la obra, sino parte de ella’, escribió De Maria.”

Muy buena elección la de Rubio. Esa obra maestra del Land Art, que ofrece un juego de efectos ópticos cambiantes según desde dónde se contemple, y que si el visitante tiene suerte y acierta a estar allí durante una tormenta de truenos, verá iluminarse dramáticamente, es la más conocida de este artista de la costa oeste americana.

'Esfera de los derechos humanos', de Walter de Maria

'Esfera de los derechos humanos', de Walter de Maria

Por cierto, que no es fácil ir desde España a ver este campo luminoso. Más accesible resulta viajar a París y ver, en la Cour d’honneur (el patio de honor) de la Asamblea Francesa, la “Esfera de los derechos humanos” que le fue encargada a De Maria para tal lugar en 1989, con motivo de la celebración del bicentenario de la Revolución Francesa. Creo que la esfera es de granito, y en medio de aquellas suntuosas edificaciones neoclásicas, con sus frontones, escalinatas, columnas, balaustradas y ventanales, el contraste que representa esa desnuda bola –cuerpo extraño, autosuficiente-- brinda una visión realmente de impacto.