José Elías Navarro / Wikipedia

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José Elías (49), sin pelos en la lengua: “Los empresarios de verdad no salen en Forbes, facturan 30.000 euros y se juegan su patrimonio”

Empresarios son aquellos que están dispuestos a hipotecar su casa para abrir una panadería o arriesgar los ahorros de toda su vida en una ferretería

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En un panorama empresarial dominado por las historias de éxito virales y las listas de multimillonarios, existe un grupo fundamental de emprendedores cuya valía a menudo se ignora.

Como bien defiende el empresario millonario, José Elías Navarro, “los empresarios de verdad no salen en Forbes”. Estos no son los nombres que acaparan titulares, sino aquellos que, de manera silenciosa y constante, sostienen la economía diaria y, al hacerlo, “se juegan su patrimonio y su tranquilidad”.

En esta línea, el experto subraya que “la verdadera épica del emprendimiento reside en el riesgo que asume el individuo común”. Es por ello que, bajo su concepción de empresario, este se encarna en los ferreteros, los panaderos, los fruteros, etc.

Estos pequeños empresarios son aquellos que están dispuestos a hipotecar su casa para abrir una panadería o arriesgar los ahorros de toda su vida en una ferretería. El fontanero que decide arriesgarlo todo para montar su negocio o el peluquero que abre su local propio también pertenecen a esta categoría. Incluso el electricista que opta por trabajar por su cuenta, en lugar de estar a sueldo de otro, demuestra un valor real.

Los grandes y pequeños empresarios

En este contexto, para Elías subraya que el carnicero del barrio tiene más valor que la mayoría de los que presumen de ser emprendedores en redes sociales. La motivación de estos emprendedores de a pie “no está centrada en la adquisición de lujos ostentosos. Los beneficios que obtienen cada mes no se destinan a comprar un Rolex”.

Como explica el empresario, en su lugar, esos ingresos son utilizados para cubrir necesidades esenciales del negocio: pagar las nóminas, liquidar a los proveedores y asegurar que las persianas puedan seguir abiertas un mes más. Su sacrificio implica una inmersión total donde no solo está en juego el éxito comercial, sino también la paz mental.

“El riesgo, si bien es inherente al acto de emprender, se vuelve desproporcionado debido a un sistema que no está de su lado”. Por ello, defiende que el problema radica en las leyes que están diseñadas para medir a todos con la misma vara.

Esto resulta en una injusticia sistémica, pues "un autónomo que factura 30.000 euros al año" no tiene absolutamente nada que ver con una empresa que factura millones. Es crucial distinguir entre el dueño de un bar y una multinacional, pero la legislación actual a menudo los trata de igual manera.

Este trato equitativo en la ley para actores económicos tan dispares impide mitigar los riesgos inherentes al emprendimiento. Aunque emprender siempre conllevará riesgos, el apoyo se debe canalizar a través de leyes que reconozcan las diferencias y protejan a los más vulnerables.

En esencia, es imperativo apoyar a los verdaderos emprendedores. Son ellos, los que facturan modestamente y arriesgan su patrimonio, quienes representan la valía del esfuerzo constante y silencioso, muy lejos del brillo superficial de las listas de celebridades empresariales.