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La compra de la nuda propiedad se ha popularizado como una vía de inversión que promete adquirir una vivienda a un precio significativamente más bajo que el de mercado. Esta modalidad consiste en comprar el inmueble dejando que la persona (generalmente jubilados) continúe viviendo en él mediante un usufructo, lo que ayuda a estos propietarios originales a obtener un capital adicional sin tener que vivir únicamente con una pensión baja.

Sin embargo, tal como advierte Sergio Rodríguez, experto en vivienda, detrás de estas "supuestas oportunidades" se esconden tres secretos que los compradores deben valorar cuidadosamente.

El primer secreto a considerar es un indicio crucial del mercado. Si una propiedad bajo el régimen de nuda propiedad ha llegado a los portales inmobiliarios de acceso general, es fundamental activar las alarmas.

Rodríguez subraya que esto significa que "un inversor profesional la ha desestimado". La razón es sencilla: "en portales llega lo que el resto no quiere". Por ello, el experto recomienda tener "cuidado con esas supuestas oportunidades," ya que lo barato podría salir carísimo.

El segundo factor que a menudo se pasa por alto es la variable tiempo y el deterioro. La estrategia de inversión en nuda propiedad se basa en la espera, que puede prolongarse por un periodo extenso; es posible que el comprador tenga que esperar "10 o 20 años en esperar a que fallezca el usufructuario".

Aunque la espera sea parte del cálculo, el experto recuerda que el tiempo trae consigo un desgaste inevitable del inmueble. Cuando el usufructo finalmente concluya, el nuevo propietario se encontrará con que "tendrás que reformarla," lo que a su vez "reduce tu margen" de beneficio, al igual que el tiempo invertido.

El mayor problema

No obstante, el secreto más grave, calificado por Rodríguez como "un problemón", ocurre cuando el usufructo llega a su fin. El escenario, que parece sacado de una pesadilla para el inversor, se desarrolla de la siguiente manera: se recibe el aviso de que el usufructuario ha muerto. Al ir a la vivienda para tomar posesión, la sorpresa es mayúscula.

Tal como lo expresa el experto: “Es un problemón. Imagina que te avisan que el usufructuario ha muerto. Vas allí, picas el timbre y sorpresa, el hijo del difunto está viviendo allí y pasas de tener una nuda propiedad a tener un bonito piso ocupado por un vulnerable”.

Este giro inesperado transforma una inversión que se percibía como segura en un "piso ocupado por un vulnerable," creando una situación legal y social extremadamente compleja.

Sergio Rodríguez concluye con una advertencia contundente aplicable a todo el sector inmobiliario y, en especial, a la nuda propiedad: "Que os quede claro, nadie da duros a cuatro pesetas". La promesa de un precio bajo a cambio de una larga espera conlleva riesgos ocultos y la posibilidad real de enfrentarse a un "problemón" que echa por tierra el margen de beneficio esperado.