La Barcelona Olímpica ha dejado grandes recuerdos en la memoria de los barceloneses, pero también en sus calles. Las cerillas gigantes de la Vall d’Hebrón, el Palau Sant Jordi, las torres gemelas del paseo marítimo o el Estadi Olímpic son solo algunos ejemplos.
Todos ellos han sobrevivido al paso del tiempo, otros no. Un símbolo inconfundible del skyline barcelonés está desde hace unos meses en el punto de mira.
La escultura Pez, del multipremiado arquitecto Frank Gehry, también creador del Museo Guggenheim de Bilbao, podría desaparecer en breve. Al menos puede cambiar su ubicación actual frente al Hotel Arts.
Con sus 56 metros de largo y 35 de alto, este mastodonte metálico se ha convertido desde su creación en una de las imágenes más reconocibles del litoral desde los Juegos Olímpicos de 1992.
Cómo es el pez
Esta escultura fue concebida a finales de los años 80 como parte de la gran transformación urbanística que vivió Barcelona para acoger las Olimpiadas. La escultura se instaló en el Port Olímpic, en el cruce entre el paseo marítimo y las dos torres más altas de la ciudad en aquel momento: la Torre Mapfre y el Hotel Arts.
Su construcción, realizada en acero inoxidable recubierto con placas de cobre, buscaba simbolizar la relación de Barcelona con el Mediterráneo y rendir homenaje a la tradición pesquera de la ciudad. Pero también tenía que ver con su autor.
El pez de Frank Gehry, en Barcelona
La figura del pez como motivo arquitectónico y escultórico es una de las obsesiones creativas de Gehry. Pero esta tiene particularidades que la hacen especial. Ya sea por sus dimensiones o su ubicación.
Su estructura curvilínea, semejante a una red metálica deja pasar la luz del sol y brilla de manera diferente según la hora del día. A mediodía refleja tonos dorados, mientras que al atardecer adquiere matices rojizos que lo convierten en todo un espectáculo visual.
Un símbolo en peligro
Sin embargo, la continuidad del pez en su emplazamiento original está en entredicho. Los propietarios del Arts consideran que la obra “no encaja” en el nuevo paisaje de lujo que proyectan para el frente marítimo.
Si bien los dueños del Hotel Arts no tienen competencia legal para ordenar su traslado, sí cuentan con suficiente capacidad de presión sobre las administraciones.
El peso del capital
Según informan fuentes del sector a Crónica Global, ya han compartido su proyecto con las instituciones públicas y buscan acelerar la operación en los próximos meses. La propuesta es desplazar la escultura a otro punto de la ciudad, todavía no definido, para dar un nuevo aire al entorno del hotel.
El gran impulsor de este movimiento es el fondo de Singapur, que en 2020 se adjudicó 24 de los 26 lotes de restaurantes y discotecas del frente marítimo. Con el control de la gestión de la zona, pretende rediseñar todo el espacio para orientarlo hacia un público de alto poder adquisitivo.
El fondo cuenta con el respaldo del inversor neerlandés APG, copropietario del Hotel Arts, que comparte la visión de transformar el litoral en un enclave exclusivo.
Ambos grupos financieros argumentan que la zona se ha degradado en los últimos años, con un repunte de la delincuencia, la suciedad y la falta de mantenimiento.
La idea es revertir esta tendencia y mejorar la experiencia tanto de los clientes del hotel como de los visitantes del área. Un plan que llega a la par de la reforma de 220 millones de euros que el Hotel Arts ha emprendido.
Un nuevo Arts
El proyecto contempla desde la renovación del hotel, hasta la integración de una oferta de ocio personalizada, con locales de restauración y discotecas diseñados para el perfil de sus huéspedes.
La inversión total aún no se ha concretado, pero se prevé que sea “histórica” y que se sume a los millones ya invertidos en el propio hotel. El problema es que, en el camino, puede desaparecer uno de los íconos de la Barcelona olímpica.
Un icono urbano en riesgo
El pez de Gehry ha resistido durante más de tres décadas como uno de los grandes símbolos del litoral barcelonés. Hoy, sin embargo, su futuro es incierto.
La permanencia de la escultura dependerá de las negociaciones entre propietarios, gestores y administraciones. Mientras tanto, sólo toca esperar a una decisión que pueda contentar a todos y salvar la escultura.
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