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Fue en la escalera y en los pasillos de la Facultad de Económicas de la UB de Pedralbes, en la segunda mitad de los setentas, donde Isac Andic -fallecido ayer en un accidente de montaña- y su hermano apalabraban ventas de tejanos y prendas chulas de todo llevar. Es así como, entre otros menesteres, dos chicos de origen turco labraron Mango, el segundo aldabonazo de la venta al mayor, detrás de la Inditex, de Amancio Ortega. Andic era apenas un adolescente, cuando vendía piezas importadas en una tienda de Vía Augusta y manejaba su stock en maletas gigantes de negocio ambulante. Los comienzos siempre son duros. Pero Andic ganó su guerra contra el tiempo: en 1984 decidió diseñar y fabricar sus propias prendas bajo la marca Mango. El cruce intercambio-cadena lo consagró.

El publicista y coleccionista Lluís Bassat recuerda hoy en La Vanguardia que su amigo Andic abrió su primer punto de venta en una pequeña galería comercial cerca de la calle Padua: “Tenía tan solo un metro cuadrado... alquiló un local en las Ramblas donde la prenda estrella eran los tejanos. No olvidaré lo que me dijo: Si el señor Levi ha podido vender tejanos con su marca por todo el mundo, yo voy a intentarlo con la mía, Isak”.

Hoy, Mango tiene 15.000 empleados y factura más de 4.000 millones de euros. Isak, nacido en Estambul frente al Bósforo, ha mezclado la dignidad de su Anatolia con la astucia del saber sefardí propio de los buenos comerciantes. Sus antecedentes descienden de judíos expulsados en 1492 por los Reyes Católicos y los Andic nunca lo han escondido; hacen del asunto un pequeño festival del porte, como de su castellano ladino, la lengua perseguida del pueblo en el desván.

El salto de Andic a la gran industria fue descomunal como se ve con claridad en la sede de Mango en Plau-solità i Plegamants, centro de decisiones y muestra de su colección de arte, una mezcla del antiguo saber Plandiure del final del XIX y la escala museística nuestros días. Andic ha sido un cazador comercial y un imaginero industrial. Es una de las mejores esencias que cruzan la caoba de los bufetes con el soleo marmóreo de instalaciones que un día fueron feudo de indianas y hoy son centros de logística.

Exterior de la sede de Mango Cedida

Nunca se hizo notar en el universo público de la economía. Asistía silente a las refriegas analíticas del Cercle d’Economía y ocupaba silla en el Consejo Consultivo de Foment, el senado de los grandes. Pero siempre chitón frente a las instituciones; hombre de empresa, parco en lo público y con un lugar destacado en la tradición catalana de las químicas, cementeras, siderúrgicas, turísticas, digitales o textiles de nueva planta. El presidente de Mango ha sido un hombre de opinión neutra y sentir hondo. El pasado jueves celebró el 40 aniversario de Mango en el Palau Sant Jordi -con Estopa al teclado y la voz- y, el mismo día, mantuvo un encuentro discreto con el president de la Generalitat, Salvador Illa, quien, ayer, al conocer la muerte del empresario lo calificó “de hombre comprometido con el futuro de Cataluña”.

Mango tiene presencia en más de cien mercados de todo el planeta. La facturación del negocio internacional representa más del 80 % del total del grupo, en el que España, Francia, Turquía, Alemania y Estados Unidos sostienen el volumen de negocio. Cuenta con 2.743 puntos de ventas, de los que 1.725 son tiendas propias y franquiciadas, y otras mil lo son en calidad de corner dentro de centros comerciales. Su plan estratégico prevé la apertura de más de 500 tiendas en los próximos tres años.

Es una marca sólida, aunque tuvo que atravesar un pequeño desierto de fango, cuando la gestión del grupo fue cedida por el pionero a su hijo, Jonathan Andic, un hereu sin contacto con la maquila. Sin embargo, Mango salió del paréntesis cuando Isak volvió al timón, por usar el argot marinero que iluminaba los ojos del empresario aficionado a la vela, bien conocido en los puertos con dique seco y guardiamarina. Podría decirse que, en los momentos difíciles, el futuro del grupo pendió del engranaje de los protocolos de familia de las cátedras del IESE, cuando la conocida escuela de negocios sustituyó con riesgo las cesiones pías de los antiguos canónigos, último baluarte de la consanguineidad. Ahora, tras el fallecimiento del pionero, el Ceo de la empresa, Toni Ruíz, profesional independiente, pondrá a prueba el oficio que le ha valido el premio Business Leader de 2024, en Nueva York.

Andic, pillado por el trágico destino, disfrutaba vela al viento y saboreaba los últimos datos del éxito: entre los 100 españoles más ricos, el fundador de Mango y la presidenta de Coca-Cola Europacific Partners, Sol Daurella, aparecen como las principales fortunas catalanas, según la lista de Forbes España. Se cumplen tres décadas desde el momento de la decisión de Isak Andic de compensar los altibajos del tipo de cambio y los duros trayectos marítimos de sus prendas atestadas en bodegas y sujetas al crédito del comercio internacional. La industria que le hizo consejero del Banc Sabadell nunca le ha fallado gracias al comercio que le dio alas; y viceversa, porque supo crear su marca. El cruce entre la fábrica y el mercado se completó al abrir su emblemática tienda en el Paseo de Gracia. El resto de camino no ha sido siempre cuesta abajo, pero está marcado por el éxito.

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