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Juan Juliá era un hombre de éxito. Fundó la cadena hotelera Axel, acumuló un portfolio de más de diez hoteles, presidió la Junta Directiva de la IGLTA y la del LGTBQ Catalan Business. Se ganó el respeto del mundo económico barcelonés e incluso fue tentado por Ciutadans para entrar en política en el momento álgido del procés. Estaba en todas partes y, de pronto, se esfumó de la socialité catalana.

El prolífico empresario catalán cedió la gestión de sus activos a un CEO, Albert Olivé, y se retiró a una masía en el Empordà, al estilo de Josep Pla en Palafrugell. Así lo comunicó a amigos y conocidos tras la pandemia. Quería dedicarse a su nueva pasión: el yoga y la meditación.

La nueva vida de Juliá

Aunque sigue siendo propietario de todos los hoteles, sus ilusiones y esfuerzos residen ahora en las clases de respiración, yoga y meditación que él mismo dirige. Desde su masía ampurdanesa ha estudiado cursos como el de facilitador de breathwork, instructor de Yoga Hatha y Yin Yoga, un Máster en Constelaciones Familiares, Movimientos Akáshicos y Terapia Transgeneracional o un Diploma de Astrología Psicológica, entre otros.

Su pasión por el yoga se remonta a 2008, cuando en plena crisis financiera, con numerosos problemas en la compañía, decidió desestresarse con clases de respiración, yoga y qigong. 

Peripecias y andanzas hindús

Dos años más tarde, conoció a Swami Rameshwarananda, un monje hindú de la Sagrada Orden de los Swamis, representante de la Comunidad Védica de España, quien ha sido su gran maestro.

Juan Julià, en uno de sus retiros de yoga Cedida

Después, han venido numerosos viajes a la India y demás zonas de Asia o América, donde vivió "experiencias trascendentales". Por ejemplo, anduvo desde el Valle Sagrado hasta el Machu Pichu, acompañado de un chamán y realizando rituales por el camino. Una experiencia que le cambió la vida.

De los grandes despachos a retirarse de la vida pública

Durante el confinamiento, a través de videoconferencias, guió sus primeras meditaciones grupales, y plantó las primeras semillas de la que hoy es su nueva dedicación. Juliá ofrece clases de yoga y meditación a centenares de personas, e incluso realiza retiros organizados a zonas naturales de Cataluña.

Este viaje personal ha llevado a Juliá desde los más grandes despachos -llegó a comandar la patronal mundial de turismo gay- a retirarse de la vida pública y “ser y estar” en el mundo, explica en sus propias redes.

Claroscuros en la gestión

Haya paz mental o no, Julià, el líder empresarial del mundo gay que dejó de serlo, firmó un currículum brillante con alguna mácula. Aunque llegó al estrellado del turismo rosa con la primera cadena orientada a las parejas del mismo sexo, su principal activo, el Axel Barcelona, tuvo una cadena de líos con el Ayuntamiento de Barcelona que terminaron en el precinto de su jolgorioso rooftop. Ya no se utiliza. 

Asimismo, Axel planeó una ambiciosísima hoja de ruta de aperturas en Estados Unidos que colapsó. Finalmente, ha optado por una estructura de crecimiento más acompasada, con aperturas en destinos mucho más seleccionados. 

En el terreno de la representación empresarial, Julià lideró diversas patronales y alianzas, pero terminó dimitiendo de la más simbólica, el Orgullo Gay de Barcelona, tras el veto de Ciudadanos -el partido que le tentó- en 2019. En un caso parejo al del hotelero Jordi Clos, también se le criticó que continuó al frente de la patronal catalana Acegal pese a que deslocalizó su cadena a Madrid en 2017.