Moderno y cercano. Rompedor y casual. Estiloso, pero para todos los públicos. El corazón del Raval cuenta con un recién llegado a su oferta de bares: el Dead End Paradise, uno de los mejores lugares de copeo del mundo que acaba de abrir una filial en el número 30 de Valldonzella --donde se ubicaba el anterior refugio heavy Mojito Rock--.
Tras la barra se halla Jad Ballout, un libanés enamorado de la ciudad que en pleno Covid decidió replicar su negocio a escasos metros del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB). Justo cuando se cumplen tres semanas de su apertura, el propietario atiende a Crónica Global en una escapada a la capital, que conoce bien por su guest shift en Paradiso.
Barcelona, internacional
¿Por qué Barcelona? "Me gusta el toque mediterráneo de su ciudad y su cercanía con mi hogar en Beirut. Además, siempre había querido abrir un bar en una ciudad internacional, pero Londres y Nueva York me parecían envaradas. Barcelona tiene ese carácter internacional, pero también una escena de bares muy interesante, además del sol y de las buenas vibraciones que desprende", explica Ballout.
El primer negocio del empresario entró el año pasado en la lista de los 100 mejores bares del mundo elaborada por Best. La historia tiene miga: Ballout, junto a Xin Lin y Andre Gerges, reformó un establecimiento pulverizado por una catastrófica explosión. La innovación en la carta --por no hablar directamente de experimentación--, la decoración del local y la apuesta de los fundadores merecieron la atención del ránking.
Desde los ocho euros
Ahora, la propuesta llega a la Ciudad Condal. El espacio, con capacidad para 32 personas en el interior y 16 en la terraza, abre desde las cuatro de la tarde hasta las dos de la madrugada; los lunes se cierra. El personal detalla que el bar no solo busca al turista perdido por el Raval, sino también al vecindario que quiere paladear un copeo de altos vuelos sin rascarse excesivamente el bolsillo.
La carta arranca desde los ocho euros y se mantiene entorno a un ticket medio. En la oferta no solo se incluyen cócteles propios o clásicos pasados por el tamiz de los dueños, sino también vinos naturales, cerveza artesana --la de La Textil--, sake y opciones sin alcohol. También se ofrecen snacks aptos para veganos y vegetarianos con influjos de Oriente Medio. ¿Qué tal unas tostadas mexicanas con baba ganush?
Moderneces con sentido
La imaginación desborda el apartado líquido. Moderneces pero con sentido que rebasan la convencionalidad que puebla el Raval. Desde un combinado con reminiscencias de churros salpicado con frambuesa liofilizada, el Ice Pink, hasta un Quiet Gray donde la ginebra se adueña sin pretensiones del brebaje y marida con un pedazo de manchego.
Todavía hay otra sorpresa: la cuidada carta física donde el cliente puede palpar una fotografía táctil que representa cada cóctel. Una "experiencia holística y mutisensorial", como la define una de las camareras. Ballout no descarta llevar sus ideas a otras capitales españolas, aunque su próximo paso también será en Barcelona: el barman quiere instalar una minidisco noventera en el altillo del Dead End Paradise. Habrá que volver.