La parte catalana del gasoducto Midcat se podría terminar en nueve meses, como aseguró hace un par de semanas la ministra Teresa Ribera. Aunque eso sería sin contabilizar los trámites que, tirando por lo bajo, retrasarían al menos dos años el inicio de las obras de interconexión. El calendario que maneja el Gobierno no se enfrenta, por tanto, a problemas técnicos, sino burocráticos.
En declaraciones a Crónica Global, el vicepresidente de la comisión de energía del Colegio de Ingenieros Industriales de Cataluña, Juan Puertas, ha puntualizado los plazos anunciados por la ministra Ribera al recordar el papeleo que conlleva una infraestructura de estas características. "Para construir un gasoducto primero debe elaborarse un proyecto medioambiental que además debe salir a información pública. Como mínimo este trámite supone seis meses en los cuales las partes interesadas pueden presentar alegaciones", explica el experto.
'Papeleo' pendiente
Al tratarse de una operación que involucra a más de un Estado de la Unión Europea (UE), la documentación no solo debería ser avalada por la correspondiente consejería autonómica, en este caso la catalana, sino también por el Ministerio para la Transición Ecológica. "Esto añadiría otro periodo", remarca Puertas.
Tras la fase de alegaciones y una vez aprobados todos los estudios medioambientales --que además deben presentarse en función de los distintos tramos del recorrido total del conducto--, se pasa a la etapa de negociación con los propietarios de las fincas rústicas afectadas por el trazado. "Esta negociación tiene una duración indeterminada, durante la cual se negocia una indemnización con los agricultores y propietarios. No conozco ningún proyecto similar que esté listo antes de dos años", concluye el miembro del Colegio de Ingenieros Industriales.
El problema no es técnico
Si bien estos peajes administrativos podrían agilizarse a la vista del interés despertado por la infraestructura, lo cierto es que añadirían un lapso de tiempo indefinido frente a los "ocho o nueve meses" prometidos por Ribera. "En el caso del tramo entre Hostalric y Figueres, ya se cuenta con la autorización medioambiental, pero no se ha negociado con los afectados. Los 40 kilómetros entre Figueres y La Jonquera ni siquiera tienen hecho el trazado. Y faltarían todos los permisos de la parte francesa", resume Puertas.
Si la burocracia es lenta, la construcción no lo es tanto. Las zanjadoras empleadas para abrir los surcos por los que discurre la cañería alcanzan una ratio de cinco kilómetros al día en terreno abierto. Aparte de las tareas de perforación, las operaciones de ensamblaje y soldadura del conducto tampoco revisten especial dificultad.
Francia: del 'no' al 'quizás'
El Midcat se ha posicionado como un activo crítico para garantizar suficiente gas natural en toda Europa a la vez que el continente se desconecta del suministro ruso. Sin embargo, hasta ahora Francia se ha mostrado reacia a la interconexión. Si bien ayer el ministro galo de economía, Bruno Le Maire, se abrió tímidamente a la operación, por el momento no existe ningún acuerdo firme entre los socios de la UE. Ello pese a que España y Alemania han pergeñado un frente común para vencer las reticencias francesas y a que la Comisión Europea se ha ofrecido a cofinanciar el proyecto.
El gasoducto Midcat lleva paralizado desde 2019 por sus elevados costes y el no de París a su finalización. Aún quedan por construir 226 kilómetros de tuberías desde Hostalric (Girona) hasta la localidad francesa de Barbaira, cerca de Carcassonne. La conexión podría abastecer al conjunto de continente de ocho bcm (millardos de metros cúbicos) de gas anuales.