Cuatro gotas, pese al riesgo de inundaciones, no hacen rebosar los embalses catalanes. Las lluvias del fin de semana refrescaron el ambiente, pero apenas hicieron variar las reservas de agua en Cataluña, que siguen al 42%, según el portal de sequía de la Agencia Catalana del Agua (ACA). Esto comporta que muchas zonas agrícolas no tengan garantizada la campaña de riego, lo que repercute directamente en la cosecha de fruta y la calidad del producto, y que ciudades del área metropolitana y la misma Barcelona se planteen aplicar restricciones urbanas a su consumo.
“Ahora tenemos sequía meteorológica, aunque ya hablábamos de sequía hidrológica en marzo”, explica Ignasi Servià, secretario de la Comisión del Agua del Colegio Oficial de Ingenieros Agrónomos. “La emergencia climática nos debe llevar a una cultura de uso eficiente del agua, donde gestionemos valores normales y no extremos”, remarca, a la vez que valora los últimos acontecimientos y la incapacidad de adaptación al mismo ritmo que cambia la climatología. De hecho, esto ha provocado un cambio en las cosechas, con un avance de la vendimia en Raimat (Lleida), que en 100 años de historia de los viñedos nunca se había dado antes de los últimos coletazos veraniegos.
La campaña de riego no está garantizada
Las cuencas internas catalanas, es decir, las que corresponden al Ebro y sus afluentes tienen algo más de reservas: el 44%. No obstante, cabe recordar que, aunque son zonas con menor densidad de población, se alzan como los grandes productores agrícolas del norte de España. Este es el caso de los cultivos ilerdenses, donde los canales de riego por inundación continúan siendo mayoritarios. “El regadío se ha de tecnificar para pasar a sistemas más eficientes, como se ha hecho en Murcia con el goteo”, apunta Servià.
En porcentajes, la agricultura catalana también duplica este gasto de agua en el riego por inmersión: en Cataluña es del 47% de todos los cultivos, mientras en España alcanza el 24% de media. Esto se debe, principalmente, a que la zona norte de la Península históricamente no ha tenido tantos problemas de escasez de agua. Pero, ahora, como apunta el secretario de la Comisión de Agua, “el cambio climático está avanzando, hay menos reservas de nieve en los Pirineos, y si el regadío no se tecnifica la producción escaseará en los próximos años”.
Todo esto implica, además, que por este sistema, la campaña de riego no esté garantizada en su plenitud. Los canales de Rialp, Urgell o Segarra-Garrigues iniciaron hace una década un proceso de modernización. Estos proyectos deben venir de la mano de la Administración pública, sea el Gobierno, la Generalitat o a través de fondos europeos. El último caso, el de Segarra-Garrigues, con un coste de más de 1.000 millones de euros para transformarlo, tan solo lo ha hecho en 12.000 de las 68.000 hectáreas estimadas en 10 años. “En el mundo rural, estos procesos son muy lentos y hay agricultores en Lleida o Tarragona que se están planteando dejarlo por el aumento de costes, mientras los márgenes se mantienen a un nivel muy reducido”, denuncia Servià.
Venden más, pero el clima mengua las cosechas
El cambio climático, fomentado por temperaturas extremas en verano e invierno, junto a la falta de agua y la manutención del mismo método de riego que hace 50 años, han puesto en jaque a los grandes productores. Si bien es cierto que “se ha vendido más fruta y más cara en el centro de Europa por el calor”, según detallan fuentes de poniente a este medio, lo cierto es que ha sido menos y la que no, ha sido destruida. Principalmente, por las heladas de principios de año o el calor que ha superado los 40º en muchas zonas del interior catalán, lo que en muchos casos, según apuntan las mismas voces, también ha hecho caer la calidad del producto.
“Si los alimentos no vienen de Lleida o Tarragona y han de venir de Murcia, que tiene un déficit hídrico mayor, significa que no hemos sido capaces de adaptarnos teniendo ejemplos de cómo hacerlo cerca”, señala el secretario de la Comisión de Agua. El reto es claro, más allá de concienciar a la población en general de la necesidad de ahorrar agua: más inversión de la Administración pública en las áreas de producción agrícola.
La agricultura, además de abastecer a las grandes ciudades como Barcelona --de donde el 70% del producto de Mercabarna, aproximadamente, procede de la cuenca del Ebro--, evita la despoblación, crea valor en el territorio, previene contra incendios y actúa de cortafuegos natural. Para todo ello, “necesitamos la modernización y digitalización del cultivo” porque si no “no tendremos agua” para producir en el futuro, sentencia Servià.