Es el rostro más descarnado de la guerra interna de Grifols, el choque entre parte del personal y la dirección en un contexto complicado para la firma por la gestión de los últimos tiempos, que impide a la acción salir de mínimos. La pugna ha provocado que la plantilla eleve una queja porque, según ellos, un directivo tildó al personal de "genéticamente débiles" por el elevado absentismo laboral que se da en el grupo.
Lo consignan correos internos entre la parte empresarial y la parte social en la que tratan de encauzar un conflicto laboral abierto que ha provocado dos docenas de expedientes sancionadores en dos años. Los mensajes alertan de que un alto directivo de la firma, Daniel Laborda, vicepresidente de Manufacturing y ex de Novartis y Sandoz, al cargo de unas 1.000 personas en cinco países, habría asegurado que "aquí hay personas genéticamente débiles" que necesitarían coger días libres o la baja con más asiduidad que en otras empresas.
Expediente por el código de conducta
La desafortunada expresión, presuntamente proferida en un Agora Meeting este año, ha provocado una tormenta interna. Por lo pronto, existe un procedimiento en marcha por un presunto quebranto del código de conducta interna, una exigente hoja de buenas prácticas que aprobó Grifols a mediados de la década y que fue presentada en 2014 por el propio presidente de la multinacional catalana, Víctor Grífols.
Hay más. La acusación de que se denigra a personal en la compañía por hacer uso de su derecho a la incapacidad temporal ha coincidido con la interposición de avisos, expedientes sancionadores y un puñado de despidos. ¿Por qué? "Por todo tipo de motivos el hilo común de los cuales es el revanchismo al cuestionar cualquier decisión o protestar por las condiciones laborales", aseguran desde la sección sindical de USO de la multinacional.
La firma reconoce "expedientes"
¿Qué dice el conglomerado? A preguntas de este medio, un portavoz ha admitido que "se han dado una serie de expedientes sancionadores y despidos, puntuales y aislados, por una serie de incumplimientos laborales".
Hay otro elemento factual: parte del comité de empresa saldrá a la calle toda la semana para alertar de la supuesta "estrategia del miedo" que regiría en la cotizada desde que la operativa se ha resentido por la pandemia. En respuesta a ello, desde Grifols subrayan que "nos constan las movilizaciones previstas para la semana del 4 de julio y respetamos el derecho de la plantilla a manifestarse y expresar su punto de vista".
Relaciones rotas
Ese respeto interno se habría dejado atrás al tildar un directivo de presuntamente de "genéticamente débiles" a parte del personal por el absentismo, según la parte social. La corriente de fondo es que las relaciones laborales en el seno de Grifols están tocadas, cuando no rotas. La documentación interna de los expedientes sancionadores a la que ha accedido este medio muestra tensos intercambios entre mandos intermedios y personal. Se llegan a desafiar entre ellos a "poner las cosas por escrito" ante actuaciones de riesgo en un centro de trabajo del grupo.
En otro caso, otra propuesta de sanción, relativa a un error de manipulación de un lote, la empresa detecta nada más y nada menos que "desobediencia, así como fraude, deslealtad y abuso de confianza" de un empleado al que se propone para el castigo. La parte social asegura que ese expediente, así como otros, son "despiadados y arbitrarios".
Trasfondo: situación delicada
Este pulso interno ocurre, y está irresoluto. Y tiene un trasfondo: la delicada situación de la empresa, que detalló este medio después de una semana de zozobra bursátil. Grifols sufre la carestía de plasma atribuible a, entre otros factores, la pandemia del coronavirus. También paga los efectos de la compra de la alemana Biotest, que ha forzado a cancelar un año más el reparto de dividendos porque el auditor ha alertado de que la adquisición tiene que computarse como deuda.
Desde entonces, el grupo de hemoderivados ha prometido recuperar los niveles de plasma a las cifras anteriores a la crisis sanitaria. En el capítulo financiero, la enseña declaró unos beneficios menguantes de 183 millones de euros en 2021, último ejercicio completo, un 70% menos que el anterior. Los dos años han sido marcados por el impacto del Covid en los mercados en los que trabaja la empresa, que son unos 30.
¿Hacia la competencia interna?
Este escenario complejo para el desarrollo de su actividad se ha plasmado de forma interna en una operativa a toda máquina que, en ocasiones, ha sublevado a parte del personal. Es así porque en los canales de diálogo social que mantiene la empresa, y que son constantes y numerosos a tenor de la documentación a la que ha accedido este medio, la compañía amaga con introducir programas de competencia entre centros de trabajo e incluso ha hablado de reducir operativa en alguno de ellos.
Estas ideas han sentado mal entre la representación laboral. Máxime, cuando el personal echó el resto con la pandemia del coronavirus, episodio sanitario que arrancó con polémica en la empresa por el fallecimiento de un trabajador de la planta de Parets del Vallès por el virus entre acusaciones de falta de protección. Este hecho provocó una denuncia ante Inspección de Trabajo.