Los últimos días han sido especialmente agitados en el seno de la familia Grífols, primer accionista de la farmacéutica que lleva su nombre y que el miércoles sufrió el mayor desplome bursátil en una sola sesión en ocho años. Pero no ha sido algo ocasional. Desde el pasado verano las acciones de la compañía acumulan retrocesos cercanos al 22%, penalizadas por una errática estrategia para reducir deuda que ha conducido a la cotizada a una suerte de círculo vicioso.
Duramente castigada por la crisis del coronavirus durante los meses más complicados de la pandemia, como consecuencia de la carestía de plasma --el negocio capital de Grifols--, la compañía comenzó a ver la luz al final del túnel con la llegada de las primeras vacunas, aunque arrastraba el problema de un abultado endeudamiento que urgía corregir.
El origen, en EEUU
A mediados de 2021, Grifols acordó la entrada de GIC, fondo soberano de Singapur y primer accionista de Cellnex, en su filial estadounidense, Biomat, controlada entonces por la compañía catalana al 100%, con el fin de destinar el dinero obtenido a recortar la deuda.
Tras una operación valorada en cerca de 1.000 millones de dólares, Grifols procedió a incrementar su patrimonio neto en 829 millones de euros y mejorar sus ratios de endeudamiento, tras lo que se lanzó, a finales de año, a la compra de la alemana Biotest.
Una operación de un volumen aproximado de 1.100 millones de euros que tenía como objetivo equilibrar la cartera internacional de Grifols, muy escorada a los mercados norteamericano y asiático en los últimos tiempos, de manera que Europa adquiriera un peso significativo.
Al anunciar la operación, Grifols también informaba al mercado de su compromiso de dejar en suspenso el reparto de dividendos hasta que redujera su deuda. La meta establecida por la compañía fue contar con una ratio deuda/Ebitda por debajo de cuatro veces.
El apunte de KPMG
Por entonces, las cifras apuntaban a un entorno de cinco veces, pero en aquel momento llegó el contratiempo en forma de una reformulación de resultados auspiciada por la auditora KPMG.
La firma encargada de tutelar las cuentas de Grifols consideró que, con la base de las normas internacionales de contabilidad, la cantidad procedente de la operación con GIC no debería incluirse en el patrimonio neto, como había hecho la farmacéutica, sino que debía formar parte del pasivo financiero no ordinario.
Objetivo incumplido
Una circunstancia que, como se apresuró a aclarar Grifols en una comunicación remitida a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV), no afectaba como tal a los resultados de la compañía. Pero sí a su balance.
De resultas, la maniobra de dar entrada a un socio en EEUU para reducir deuda no había dado el fruto esperado y, en cambio, Grifols se había embarcado en una operación para crecer de forma inorgánica que incrementaba aún más su pasivo.
Antes de lanzarse a la compra de Biotest, las acciones de Grifols cotizaban cómodamente instaladas por encima de la cota de 20 euros. En febrero de este 2022, habían perdido la referencia de los 15 euros y se situaban en mínimos de los últimos nueve años.
La situación era un tanto tensa en el seno de la familia, dado que algunas participaciones están financiadas con préstamos garantizados con los propios títulos, con un precio de referencia alrededor de esos 20 euros, lo que obliga a ampliar garantías cuando permanece durante algún tiempo por debajo de esta cifra.
Contacto con inversores
En aquel momento, la situación de Grifols y su primer accionista se asemejaba a la pescadilla que se muerde la cola: la empresa estaba penalizada por su exceso de deuda, que además bloqueaba la recuperación del dividendo. Sin este importante catalizador, sería complicado atraer inversores cuya entrada se tradujera en una revalorización de los títulos.
En este contexto se han producido los contactos de la compañía con inversores institucionales con vistas a una posible ampliación de capital, cuya trascendencia provocó el desplome de la acción el pasado miércoles.
Oportuno desmentido
Los inversores castigaron al valor por el efecto dilutivo que tendría una operación de este tipo que, eso sí, permitiría agilizar el objetivo de reducir la ratio deuda/Ebitda por debajo de cuatro veces y, de esta forma, retomar el dividendo.
Horas después, en el transcurso del Día del Inversor, la compañía desmentía tener encima de la mesa una operación de este tipo. Algo que, en principio, ha calmado las aguas, vista la reacción netamente alcista de la acción, que ha tenido continuidad en la sesión del viernes.
En cualquier caso, Grifols sigue cerca de un 7% por debajo de la cota de 20 euros y en busca de soluciones para salir de la encrucijada. Tras la reformulación de cuentas, Grifols anunció que trabajaría para que, finalmente, pudiera contabilizar la operación de EEUU como estaba previsto. La duda es cuánto tiempo llevará.