El beneficio neto de Santander ascendió a 5.849 millones de euros hasta septiembre, en contraste con los números rojos de 9.048 millones del comparable de 2020 debido al saneamiento ejecutado por el banco en relación con el fondo de comercio de su negocio en EEUU. El resultado ordinario fue de 6.379 millones, que constituye la cifra más elevada de la entidad en este periodo desde hace once años.
Esta última cifra supone un incremento a tipo de cambio constante del 87% respecto a los nueve primeros meses del pasado ejercicio (74% con el efecto divisa) y la diferencia con el beneficio neto estriba en los 530 millones de euros consignados por costes de reestructuración (principalmente por la reducción de plantilla) que ya aparecían en el balance del primer trimestre.
Por encima del coste de capital
Las cuentas de la entidad que preside Ana Botín se han basado en el incremento del 8% en la cifra de ingresos, hasta 34.626 millones de euros, y el avance del 11% del margen neto, gracias al crecimiento tanto de los créditos (4%) como de los depósitos (6%).
Como ya sucediera al cierre de la primera mitad del año, Santander mantiene una rentabilidad por encima del coste del capital, con un retorno sobre el capital tangible del 11,8%.
Mayor solvencia, menores provisiones
En cuanto a la solvencia, Santander ha generado en el periodo 15 puntos básicos netos, con lo que sitúa su ratio CET1 fully loaded en el 11,85%, en la parte alta de su objetivo (11%-12%). La entidad asegura que la mayoría de los compromisos regulatorios previstos para el conjunto del año, que se han reflejado en un consumo de capital de 33 puntos básicos, ya han sido atendidos.
Mientras, la morosidad se ha mantenido estable, con una tasa del 3,18%, cuatro puntos básicos por debajo del dato de junio, lo que ha permitido a la entidad recortar un 34% sus dotaciones por insolvencias, hasta 5.973 millones.