De los cierres metalizados a la digitalización urbana. El trayecto emprendido por la empresa catalana Capmar recorre 50 años de historia y dos generaciones familiares. Al frente de esta pyme con sede en Ripollet (Barcelona) se sitúan los hermanos Capablo: Nicolás, Nicostrato y Mónica.
Su padre fundó la compañía a finales de los sesenta como una pequeña cerrajería en el enclave vallesano. Sus hijos han conservado la fábrica original, pero la han reacondicionado para asumir la nueva actividad de la firma: la actualización de las paradas de autobús mediante la suma de energía solar y sistemas de información. Una tecnología que ya ha dado la vuelta a España y que próximamente saltará al otro lado del charco.
Veinte años de adelanto
La propuesta de Capmar se enmarca en el modelo de smart cities, al cual los Capablo llegaron con veinte años de adelanto. "En 2001 lanzamos el primer prototipo de poste en colaboración con el IED (Instituto Europeo de Diseño). Fue algo inédito. Entonces las paradas de autobús estaban muy anticuadas y no ofrecían información de forma dinámica, ni siquiera eran sencillas las comunicaciones", recuerda Nicolás, actual consejero delegado de la empresa.
El taller se había especializado hasta la fecha en tareas de herrería para grandes obra públicas como el Palacio de Deportes de Granollers, construido para acoger los partidos de balonmano de las olimpiadas del 92, o la renovación integral de la cerrajería del suburbano de la capital catalana acometida en la década de los noventa. "Recuerdo perfectamente cómo nos recibió Pasqual Maragall y nos felicitó por el trabajo. Fue el primer y el único traje que me compré", bromea el gerente.
'Eco' desde el principio
El prototipo llegado en el vuelco del siglo fue un salto hacia lo desconocido. "Por aquel entonces nadie hablaba todavía de smart city. Pasamos de la construcción metálica a la elaboración de un producto propio, diseñado y acabado en la fábrica de Ripollet", explica. Actualmente, los postes se fabrican en hierro, aunque originalmente estaban hechos de aluminio, y progresivamente han ido incorporando prestaciones que varían en función de las necesidades del cliente, como la hora de llegada de líneas de autobús, la temperatura ambiental o un contacto directo con el operador de transporte.
La inclusión de la fotovoltaica fue tanto una apuesta como una exigencia estructural. "Partimos con la premisa de que la electricidad no podía ser a través de un cable. No tendía sentido. Es como si conectásemos un satélite a la Tierra para alimentarlo con electricidad", ejemplifica. Los diseños iniciales no estuvieron exentos de tanteos, como un modelo menos funcional que acabó siendo desechado en que se necesitaba un camión grúa para sustituir una placa solar. Aún así en el 2004 se instaló un primer poste de este tipo en Sant Joan Despí (Barcelona).
1.500 postes en España
Fue en 2009 cuando la empresa pegó el estirón. En aquel año, el Área Metropolitana de Barcelona (AMB) confió en la pyme para renovar las desfasadas paradas de bus. De hecho, el consistorio presentó el proyecto en la conferencia del cambio climático celebrada en Copenhague (Dinamarca) en diciembre del mismo año. De ahí a las 500 unidades distribuidas por la corona metropolitana han pasado doce años.
En este tiempo, Capmar se ha expandido a otras seis autonomías --Castilla-La Mancha, Valencia, Extremadura, Galicia, islas Baleares e islas Canarias, donde han logrado precisamente la última adjudicación en Lanzarote--, en que opera un total de 1.000 postes inteligentes. Además, la enseña también ha traspasado los Pirineos y ha empezado a ocupar la vía pública en ciudades como Perpiñán.
Salto a Nueva York
Pero el reto más ilusionante de la compañía está al otro lado del Atlántico. Según cuenta el director general, la empresa espera empezar a gestionar algunas paradas de Nueva York (Estados Unidos) a partir del próximo año. ¿Los principales escollos para entrar en otros mercados? Por un lado, el proteccionismo y, por otro, las reticencias al cambio.
En 2020, la empresa facturó en torno a 1,5 millones de euros tanto por la concesión de nuevos contratos públicos como por el mantenimiento de licitaciones previas. "Las ciudades y los pueblos están experimentando una transformación. Ahora la gente joven ya no va en coche, ni siquiera en moto, van en patinete. Solo que este cambio a veces es visto como innecesario. Desgraciadamente, la transformación cuesta", resume Capablo.