"Ha sido una lucha de muchos años, pero al final lo hemos conseguido". Las armillas reflectantes brillan en la oscuridad de un párking del Maresme, a las afueras de Vilassar de Mar (Barcelona). Decenas de automovilistas hablan entre sí, comparten batallitas y se preparan para pasar su primer peaje... sin pagar. A medianoche, los congregados por la plataforma Preservem el Maresme, igual que tantos otros en distintos puntos de Cataluña, cruzarán las barreras sin rascarse el bolsillo por primera vez en cincuenta años.

En el ambiente se percibe el júbilo de una noche histórica. El fin de las concesiones en la C-32 norte, C-33, AP-7 y AP-2 ha desatado una ola de euforia que une a los ciudadanos que se concentran en este descampado. No es para menos: la liberalización de estas autopistas --gestionadas por Abertis hasta el pasado 31 de agosto-- supondrá un ahorro para los usuarios de más de 750 millones de euros a lo largo de 556 kilómetros de asfalto. Un punto final que también tiene su contrapartida: el despido de 343 trabajadores, cuyas funciones dejarán de ser necesarias a partir del 1 de septiembre, y la pérdida de 14,4 millones de ingresos por el Impuesto de Bienes Inmuebles (IBI) para los municipios.

Brindis con cava

En este cónclave nocturno, la mayoría son vecinos de la comarca, aunque no todos se conocen entre sí. Vecinos unidos por un agravio compartido: las barreras de la C-32 que llevan subiendo y bajando desde 1969. “Yo ni siquiera había nacido cuando hace 52 años, con Franco, se pusieron los peajes entre Montgat y Mataró", se queja Manuel Cutilla, miembro de la asociación Ocata Activa, que ha bregado por el fin de los peajes en las entradas de Barcelona.

Pero las lamentaciones son breves. Los manifestantes apuran sus tarteras y brindan con cava a pocos minutos de la medianoche, cuando está previsto que venzan las adjudicaciones --pese a que en algunos tramos se han eliminado antes para evitar aglomeraciones-- y los vehículos puedan adelantar libremente las cabinas. Aunque no en toda Cataluña. En la comunidad todavía quedarán cuatro vías de alta capacidad --los túneles del Cadí y de Vallvidrera, el segmento sur de la C-32 y la C-16-- que conservarán sus tasas.

Brindis por el fin de los peajes

Una noche histórica

Los principales activistas de la plataforma Preservem el Maresme toman la palabra uno tras otro. Antoni Esteban, veterano portavoz anti-peajes, recuerda el "diálogo de sordos" entre la Administración y los ciudadanos que ha marcado la trayectoria de la entidad. La asociación nació en 2010, ajena a la agenda independentista del no vull pagar y movida por motivos ecologistas contra un desdoblamiento de la autopista. "Llevamos once años movilizándonos contra los peajes. Ha sido una lucha de muchos años, pero al final lo hemos conseguido. Ha sido una victoria de David contra Goliat", concluye.

Esta fase ha terminado, aunque la plataforma tiene motivos para seguir viva. Los miembros de la entidad proponen una gestión 100% pública y vía impuestos de las infraestructuras. Por eso rechazan la viñeta como mecanismo para sufragar el mantenimiento de las instalaciones, justo el mismo día en que la Generalitat ha pospuesto la implantación del modelo a la espera de una ejecución pactada en el conjunto del Estado. Estos conductores lo tienen claro: el buen estado de las autopistas debe garantizarse exclusivamente a través de los presupuestos.

A partir de ahora, ¿qué?

Algo que choca, como reconocen distintos entrevistados, con los planes ya no de la Generalitat o del Gobierno, sino de la propia Unión Europea. Tanto las voces del empresariado, que defienden un "canon de mantenimiento", como las recomendaciones comunitarias, más enfocadas al pago por uso en compensación por el deterioro ambiental, ponen en entredicho un escenario tan idílico como pretenden los manifestantes.

No falta realismo en algunos de los convocantes --"no se pueden eliminar todos los peajes de Cataluña porque a las concesiones les quedan muchos años de vigencia y entonces se debería abonar una compensación millonaria", advierte Esteban--, aunque otros eluden cualquier atisbo de incertidumbre. Es el caso de otro histórico como Llorenç Navarro, factótum de la plataforma AP-7 Gratuïta, que fue pionera en lograr la gratuidad del tramo sur de esta autopista. "De estos peajes se ha beneficiado la empresa, los hijos de Pujol... todos los políticos. No queremos pagar, queremos que salga de los presupuestos", resume.

Tres conductores intentan forzar una barrera en un peaje de la C-32 / CG (Lena Prieto)

Incivismo

Pero esta noche no está hecha para discutir, sino para celebrar. Así que a la hora hache la asamblea se disuelve para dirigirse al peaje de Vilassar de Dalt. Los coches hacen cola, sobrevuela de vez en cuando una algarabía de cláxones y hay momentos de exaltación, incluso conatos de incivismo. Algunos rompen las vallas de los peajes para llevárselas como souvenir, posar junto a ellas o, simplemente, dar rienda suelta al enfado por tantos años de tarifazo.

Son episodios aislados que la mayoría intenta sofocar, aunque los menos siguen levantando las barreras por la fuerza. Tres unidades de los Mossos d'Esquadra velan a lo lejos por el orden de la concentración en unas instalaciones desiertas, cuyo mantenimiento acaba de ser adjudicado de emergencia por la Generalitat a las compañías Sorigué, Comsa e Innovia Coptalia. La noche avanza y los manifestantes empiezan a tomar el volante de vuelta a casa. Los carteles colgados en los cajeros informando a los conductores de que no se detengan casi parece que animan a dar por terminada la velada. "Mañana se acabaron las vacaciones y toca trabajar", apunta una espontánea. Hay cosas que no cambian.