Será en la primavera cuando el Banco Central Europeo (BCE) decida finalmente si el euro digital llegará a término o quedará guardado en un cajón. Sin embargo, el proyecto ha cosechado fuerte interés, hasta el punto de ser la consulta pública que más reacciones ha despertado hasta el momento. La idea se basa en generar una moneda electrónica capaz de agilizar operaciones en plena carrera de las criptomonedas y con un objetivo claro: plantar cara al Bitcoin.
El euro digital parte de un funcionamiento idéntico al del resto de criptomonedas: una cadena de bloques o blockchain, con la diferencia de que en este caso su valor estaría respaldado por un banco central y no por inversores privados, como es el caso del Bitcoin, lo que evita que se convierta en terreno fértil para la especulación. De hecho, el plan del BCE es retirar un euro físico por cada digital que se ponga en circulación.
Un medio libre de riesgo
Aunque los pagos digitales ya son una realidad a través de aplicaciones como Bizum, Paypal o las web de los bancos, la diferencia que introducirá el nuevo euro está en que no será necesario contar con una cuenta bancaria para ejecutar una operación. No obstante, todavía está por perfilar la mayor parte de usos que permitirá la criptodivisa.
Hasta el momento, el grupo de trabajo conformado por expertos del BCE y de los 19 bancos centrales de la Eurozona, justifican la irrupción del nuevo sistema por el aumento de la demanda de pagos electrónicos y la necesidad de que estos sean a través de un “medio de pago europeo digital libre de riesgo”.
Problemas regulatorios
Asimismo, apuntan a la “creación de medios de pago privados a escala mundial que podrían generar problemas regulatorios y representar riesgos para la estabilidad financiera y la protección del consumidor”. Es decir, el Bitcoin y el resto de monedas digitales que carecen de una institución que las avale.
El BCE es explícito a este respecto y se refiere en un documento a estos “criptoactivos” y traza algunas diferencias entre ellos y el futuro euro digital: “Sus precios son volátiles porque no tienen valor intrínseco ni están respaldados por ninguna institución fiable. Los ciudadanos podrían confiar en un euro digital tanto como en el efectivo, ya que ambos cuentan con el respaldo de un banco central, algo que los criptoactivos, por ejemplo, las criptomonedas estables, no ofrecen”.
Competición con China y Rusia
Así, el BCE recoge en un documento que “Un euro digital protegería el bien público que el euro constituye para los ciudadanos: acceso sin coste a un medio de pago sencillo, aceptado universalmente, fiable y libre de riesgo”. En la misma línea explica las ventajas el profesor de OBS Business School y doctor en ingeniería de telecomunicación, Marc Bara: “Permite una mejor trazabilidad y menos costes de mantenimiento. El objetivo es que el propio sistema de pagos no esté amenazado y dependa de otros sistemas porque amenazaría la soberanía financiera”.
Pero más allá de la creación de una moneda fiable y digital, lo que se esconde tras el euro digital es la carrera internacionales entre los principales bancos centrales del mundo para desarrollar esta tecnología. Es el caso de China y Rusia, que presentan proyectos avanzados y la Unión Europea no quiere quedar a la zaga. El país asiático ya anunció el pasado verano que realizará una prueba piloto del yuan digital en cuatro ciudades del país. De hecho, el gobierno regaló 200 yuanes --unos 25 euros al cambio-- a 50.000 ciudadanos para impulsar las operaciones.