Luis de Guindos es uno de los triunfadores de la encaminada fusión de Caixabank y Bankia. En un discreto segundo plano, que sólo ha abandonado poco antes de destaparse la noticia de la operación, el ahora vicepresidente del Banco Central Europeo (BCE) ha sido uno de los defensores de una maniobra que conoce a la perfección. No en vano, ya fue partidario de ella hace ocho años, cuando era ministro de Economía en el primer Gobierno de Mariano Rajoy. Sin embargo, Rodrigo Rato, uno de sus antecesores en el cargo, la hizo imposible.
Desde hace tiempo, el BCE ha instado a los bancos de la eurozona a tomar medidas ante un inédito escenario de bajos tipos de interés que, lejos de terminarse, amenaza con perpetuarse aún más. A los ya recurrentes refuerzos de capital se ha sumado la opción de las operaciones corporativas que contribuyan a paliar la preocupante caída de la rentabilidad que reflejan los balances de las entidades y que amenazan a su subsistencia.
Campeones nacionales
Menos entidades pero mayores y más sólidas. La fórmula es perfectamente conocida por Guindos, cuya vuelta al Gobierno, en este caso ya en calidad de ministro de Economía en los albores de 2012, coincidió con la reestructuración del sistema financiero español después de que la crisis desatada a finales de la década anterior hubiera provocado la intervención de algunas cajas de ahorros y una cascada de las llamadas fusiones frías para tratar de salvar al resto.
Era un momento más que oportuno para crear “campeones nacionales”, un término muy utilizado en Europa en referencia a aquellos gigantes empresariales que surgen como resultado de la unión de dos corporaciones con un tamaño ya de por sí notable. En aquel contexto, Guindos pensó en las que habían sido en su día las dos grandes cajas de ahorro españolas, La Caixa y Caja Madrid, las cuales se habían transformado en bancos en diferentes procesos. Con los activos financieros de La Caixa se había creado Caixabank mientras que la fusión fría de la entidad madrileña con otras seis cajas había dado lugar a Bankia.
El renacimiento de Rato
Guindos ya veía por entonces con buenos ojos la operación que llevaba tiempo en la cabeza de Isidro Fainé. No estaba exenta de dificultades financieras y también políticas, por mucho que en aquel momento el Partido Popular controlara el que ha sido hasta ahora el último Gobierno con mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados. Con lo que quizá no contaba era con la oposición de Rodrigo Rato.
Un par de años antes, Rato había vuelto a la primera línea de la actualidad tras ser elegido como el primer presidente del Banco Financiero y de Ahorros, la matriz de Bankia (nombre, en principio, destinado sólo al desempeño comercial de la entidad).
Afán de protagonismo
Tras ser descartado por José María Aznar para ser su sucesor como cabeza de lista para las elecciones generales de 2004, Rato había pasado a un más que discreto segundo plano que muchas veces quiso abandonar. La oportunidad le llegó con Bankia pero una operación como la que se estaba preparando minaba sus planes.
En todo momento, el exministro de Economía se opuso a no tener un papel de protagonista en la entidad que surgiría de la fusión entre Caixabank y Bankia. Fuentes conocedoras de las conversaciones que se produjeron entonces aseguran que torpedeó la maniobra hasta el punto de hacerla inviable. Rato siempre defendió que viabilidad de Bankia en solitario. Y eso fue, precisamente, lo que acabó por hacerle renunciar, cuando el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) tuvo que inyectar 10.000 millones de euros a la entidad, poco antes de que fuera nacionalizada y rescatada por los fondos europeos.
Firme apoyo
Su sucesor en el cargo, José Ignacio Goirigolzarri, saneó la entidad y propició su vuelta a la rentabilidad. Con la mejor de las consideraciones en el sector financiero español, todo apunta a que el ejecutivo será el presidente de la entidad resultante de la fusión que actualmente negocian Caixabank y Bankia, e incluso con funciones ejecutivas que compartirá con el consejero delegado de Caixabank, Gonzalo Gortázar.
Desde el BCE, Luis de Guindos ha sido un apoyo firme para que los planteamientos preliminares de la operación se convirtieran en las negociaciones que ahora avanzan a toda velocidad para culminar antes de que finalice el año. A comienzos de semana, desde la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander, Guindos insistía en la necesidad de las operaciones corporativas para superar una situación que, además, se ha visto agravada por el estallido de la pandemia del coronavirus. En esta ocasión, caminaba sobre seguro. Sin obstáculos inesperados.