La brutal caída de los precios del petróleo estadounidense, al que la crisis del coronavirus ha hecho cotizar en negativo por primera vez en la historia, ha provocado la rápida reacción del Gobierno de EEUU, con medidas de ayuda para las compañías productoras. Aunque el objetivo es acudir en auxilio de una industria muy importante para el país, la Administración Trump ha actuado alertada por el riesgo de que este escenario derive en una grave crisis financiera por la caída de los grandes bancos del país.
En las últimas semanas han sido frecuentes las referencias a la anterior gran crisis, la indiada a finales de la pasada década, cuyo punto de partida fue la caída de Lehman Brothers. Aunque la causa fue radicalmente distinta, lo cierto es que el hundimiento de la que era una de las mayores entidades financieras del país y del mundo provocó un terremoto cuyas dimensiones son sobradamente conocidas.
Costes fijos muy elevados
El riesgo estriba en que la industria petrolera es muy intensiva en capital y que la mayoría de las grandes compañías estadounidenses del sector tienen una serie de costes fijos muy elevados, que se mantiene de forma recurrente con independencia de cuál sea el precio del petróleo.
El desplome de la demanda de crudo provocado por la crisis del Covid-19, prácticamente sin precedentes, ha inundado de petróleo los depósitos. La capacidad de almacenamiento del crudo tipo West Texas es notablemente inferior a la del Brent, por lo que los desplomes en su precio han sido notablemente superiores. Tanto es así, que los precios se fueron a terreno negativo; es decir, los productores no solo no percibían ingresos por la venta de barriles sino que tenían que pagar para que se los llevaran.
Quiebras en cadena
Esta situación pone en un evidente riesgo a las empresas del sector, con el agravante de que se trata de compañías fuertemente endeudadas y, además, muy apalancadas, lo que traslada el riesgo de la gran banca del país, que cuenta con una exposición al sector considerable.
Si la tensión en los mercados de materias primas continúa y los precios del petróleo no logran remontar, sería cuestión de tiempo (no mucho) que comenzaran a llegar las quiebras de las grandes petroleras (la ya célebre declaración contemplada en el capítulo 11 de la Ley de Quiebras norteamericana). El siguiente eslabón de la cadena sería el financiero. Si empiezan a caer las petroleras, los bancos van detrás. Algo ya de por sí grave y que en la situación actual seria directamente insostenible.
Compra de barriles
Además, la Administración Trump también es consciente de que la industria del petróleo debe permanecer como una de las principales para la economía del país una vez que finalice la crisis, por lo que si ahora no frena su hundimiento, difícilmente podrá recuperarla cuando regrese la actividad, el mundo vuelva más o menos a la normalidad y la demanda de petróleo empiece a repuntar.
De ahí que la primera intención de EEUU sea apoyar a la industria petrolera, a la que inyectará dinero y le comprará crudo para estimular los precios. Pero, además, alejará con ello los temores de un efecto contagio al sector financiero que podría ser letal para la economía estadounidense y también mundial.
Recuperación
Este miércoles, los futuros del West Texas experimentaron un fuerte repunte, superior al 20%, tras cotizar en negativo durante las primeras horas del día, y se situaron en el entorno de los 14 dólares.
Mientras, los del Brent también fueron capaces de darse la vuelta y subir, poco más de un 6%. La tensión en torno al crudo europeo del Mar del Norte es menor. Su capacidad de almacenamiento es sensiblemente superior y, además, pese a la caída de la demanda, países como China e India están aprovechando la circunstancia para llenar sus reservas a precios que nunca se habían visto en el mercado en lo que va de siglo.
Arabia Saudí tomará medidas
Aunque el desplome ha sido menor, el Brent se ha situado en sus cotas más bajas desde 1999, tiempos en los que la OPEP aún funcionaba con un rango de precios a la hora de ajustar la producción. El recorte acordado por el cártel y el resto de grandes productores (OPEP+) se ha revelado como insuficiente y Arabia Saudí, primer productor mundial, ya ha anunciado que tomará medidas adicionales (probablemente, en forma de nuevas reducciones).
No obstante, el recorte acordado entra en vigor en mayo. Hasta entonces, de los grifos saudíes siguen saliendo 12 millones de barriles diarios, producto de la guerra de precios que declaró a Rusia al inicio de la crisis del coronavirus. Por entonces, el mercado entró en pánico porque los futuros del West Texas cayeron hasta situarse por debajo de la cota de 30 dólares. Dos meses después, la cotización marcaba un histórico -37. Un escenario que amenaza con llevarse por delante la industria del petróleo y, con ella, la financiera.