Un plan a medio plazo. Explicar lo que se desearía implementar, y marcar con ello la agenda económica y política para que el PP acabe entendiendo que debe colaborar. Esa es la tesis de diferentes expertos, que consideran que Pedro Sánchez tiene un pequeño margen si va en esa dirección, y que el reto no es aprobar los presupuestos de 2020, que deberían limitarse a la coyuntura, sino preparar ya los de 2021 con reformas que ataquen el problema de España: la productividad.
Pedro Sánchez buscará a los socios que posibilitaron la investidura, con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) en el centro, la fuerza política que será decisiva para que las cuentas salgan adelante. Sin embargo, los analistas señalan que el presidente del Gobierno debería aprovechar esos presupuestos para dibujar un plan a medio plazo que sea ambicioso, al margen de si podrá o no disponer de mayorías parlamentarias.
¿Qué pasa con el paro?
“Es el momento para decir que se podría buscar una mayor flexibilización del mercado laboral, de aplicar medidas para mejorar la productividad y ofrecer un modelo, una apuesta concreta. Si lo hace Sánchez, aunque sea tan complicado ahora lograr consensos, por lo menos generará grandes dudas en los adversarios políticos, y constará que tiene un plan”. Esa es la posición del catedrático emérito del IESE, Antonio Argandoña, que recuerda un dato: “Estamos sobre el 14% de paro, tal vez se reduzca y se llegue al 13% o al 12,5%, y debemos pensar que en el mejor momento, antes de la crisis, se alcanzó el 8,5%. ¿Hay planes reales, ambiciosos para reducir de verdad esos porcentajes? ¿Por qué nos resignamos a que las políticas activas de empleo no sean efectivas?”
Lo que expone Argandoña, junto al exsecretario de Estado y profesor en IESE, Alfredo Pastor y Núria Mas, profesora del IESE y vocal del Banco de España, es recuperar el espíritu de los Pactos de la Moncloa, en la Transición, cuando la inflación desbocada y la crisis económica podía impedir la consolidación de la apuesta por la democracia. Pastor recuerda que la situación cambió por completo y que la economía española ha dado un salto enorme. “En 1993 se llegó a considerar que un paro por debajo del 19,5% podía dar lugar a una situación inflacionaria”.
Crecimiento real del PIB
Y que ahora, tras la crisis de 2008, España ha logrado algo impensable. Con seis años ya consecutivos de crecimiento del PIB, de forma vigorosa en comparación con la media de la Unión Europea, por primera vez en la historia se ha combinado con un superávit exterior y una baja inflación.
Eso ha permitido una nueva convergencia con Europa, pero todavía con pérdidas respecto a la crisis de 2008. Entre ese año y 2013, el PIB experimentó una contracción del 8,5%, mientras que la media europea, en la zona euro, fue del 2%. Pero el crecimiento del PIB real en los últimos seis años ha sido del 14%, frente al 10% de la zona euro. Eso posibilitó que el PIB per cápita español se situara en 2018 hasta dos puntos por delante del que se había alcanzado en 2008, pero esa situación en la eurozona ha tenido incluso mejores resultados. En 2018 llegó a tener un PIB per cápita superior en cinco puntos a la cifra de diez años antes.
Los agujeros que no se tapan
Lo que es determinante es que la inflación se ha controlado, aunque es una situación general en las economías avanzadas de Occidente, que ha generado ya una nueva denominación: “la nueva normalidad”, pero que resulta excepcional. España lleva, además, siete años seguidos con superávit exterior, de entre dos y tres puntos del PIB, en la balanza por cuenta corriente, y eso se debe comparar con el 9% de déficit que se llegó a alcanzar los años anteriores a la crisis de 2008.
Pese a ello, la productividad se resiente. “La economía española se podía ver como un gran botijo de vino, con agujeros, que se van tapando, y el líquido lo va llenando. Pero cada vez hay más agujeros”, señala Argandoña. Y esos problemas se identifican con una demografía envejecida, un paro juvenil enorme, y un fraude fiscal al que no se le pone coto.
Más flexibilidad
Los expertos entienden que la política española, bloqueada hasta la investidura de Sánchez, no ha buscado soluciones a esos problemas, y que el debate sobre el aumento del salario mínimo no ha tenido en cuenta el asunto de la productividad. La fórmula es enrevesada y complicada pero, según Pastor, es la única posible. Se trata de incrementar el empleo y que, al mismo tiempo, suban los salarios. Y eso se consigue sólo si aumenta la productividad. Eso pasa por una “economía flexible, lo que incluye el mercado laboral”, según Argandoña, y por inversión pública y privada que sea eficiente, con una educación de calidad, que tenga en cuenta las demandas de las empresas, y que cubra la distancia del desfase tecnológico. Con eso España sí se puede acercar realmente a las economías más avanzadas de Europa.
Y la productividad, el indicador que mide lo que puede hacer una economía con los mismos trabajadores y recursos, a pesar de los avances de la economía española en todos estos años, se estancó en 2018, algo que no ocurría desde 1999. El crecimiento que registró la productividad por puesto de trabajo a tiempo completo fue ese año del 0%, según el INE.
Un plan, a medio y largo plazo
¿Qué ocurre? Algo que se podría entender como positivo, si el poder público se pusiera las pilas para buscar soluciones, pero que para el conjunto de la economía no lo es tanto: a medida que se ha reducido el paro se incorporan más personas que llevan más tiempo sin empleo y que cuentan con menos formación. Eso lastra la productividad, porque ese nuevo empleo que se genera lo hace en sectores con menor valor añadido, como el sector servicios.
¿Tiene un plan el Gobierno de Sánchez para atacar en una legislatura todas esas carencias? Ese es el gran problema que los expertos económicos vislumbran, porque la política se práctica “a muy corto plazo, sin poner las luces largas en ningún momento”, según Alfredo Pastor. “Al menos, el equipo económico –con Nadia Calviño al frente o con José Luis Escrivá, que gozan de crédito y prestigio— debería dibujar ese plan, y partidos políticos de la oposición y opinión pública en general podrían ver que hay alguien en España que quiere afrontar las cosas”, sentencia Argandoña.