El término Flygskam significa 'la vergüenza de volar' en sueco. Un movimiento que ha tenido cierta repercusión gracias a una joven y mediática activista contra el cambio climático, Greta Thunberg. A raíz de esta iniciativa, en este país del norte de Europa el tráfico aéreo ha disminuido el 8% y el ferroviario ha aumentado.
¿El motivo? Parte de la población ha tomado conciencia sobre la contaminación atmosférica que producen los desplazamientos en avión y se decantan por medios de transporte, como el tren, con menores emisiones. En España este tendencia no ha cuajado. Así lo demuestran las cifras, y es que el flujo de pasajeros en los aeropuertos españoles creció el 5,9% en junio de 2019, respecto al mismo mes del año anterior. Una de las causas, explican ecologistas y economistas a Crónica Global, es el precio de los billetes de las compañías low cost.
El aumento de los vuelos no responde a un repunte por la temporada estival, ya que el crecimiento acumulado en estos primeros seis meses del año es del 5,7% --de un 6,6% en el caso de Madrid-Barajas; del 5,5% en Barcelona-El Prat, y del 5,9% en Palma de Mallorca--. Aunque los cálculos de la Agencia Ambiental Europea demuestran que un avión emite 285 gramos de dióxido de carbono (CO2) por pasajero frente a los 14 del tren, que el sector aéreo bata sus propios récords cada año en nuestro país indica que el movimiento que nació en Suecia no ha calado entre los españoles, y es que la conciencia ecológica queda sepultada por ofertas imbatibles, apuntan los expertos.
30 euros por viaje
"Hay una gran demanda de vuelos de compañías low cost, que cada vez abaratan más los precios. Se está dando lo que yo llamo una 'tormenta perfecta': las empresas compiten entre ellas, incluso estando en números rojos, como Norwegian, y ese momento de alta competencia se traduce en precios irrisorios, como 15 o 30 euros por viaje", explica Pablo Díaz, profesor de Economía y Empresa de la UOC. Las aerolíneas, pese a obtener resultados deficitarios, juegan fuerte para hacerse con el mercado. "Para poder llenar aviones lanzan esas tarifas insostenibles y eso impide que la gente en España se decante por otros transportes como el tren, porque el precio de la alta velocidad no puede competir con el low cost", constata.
En la misma línea se manifiesta Núria Blázquez, coordinadora de Transporte en Ecologistas en Acción, que argumenta que "es muy difícil que las personas rechacen desplazarse por 30 euros. Si en lugar de 30 fuesen 300, la gente se lo pensaría un poco más. Y si los billetes de avión subiesen a 2.000 o 3.000 euros, la mayoría directamente no volaría".
En paralelo, critica que las Administraciones contribuyan a que los desplazamientos aéreos crezcan sin control con ampliaciones constantes de las infraestructuras y para ello propone una moratoria que frene la ampliación de los aeropuertos, que a su vez ayudaría a regular la afluencia de viajeros y evitar el turismo masivo. Según el Ministerio para la Transición Ecológica, el transporte fue el responsable del 27% de las emisiones en España en 2018. De éste, el 25% corresponde a las de los coches y solo un 0,9% el sector aéreo.
Sustituir el avión por el tren
Una de las opciones que plantean para reducir las emisiones contaminantes es optar por una alternativa ferroviaria que no supere en tres horas al mismo desplazamiento en avión, tal y como se ha implementado en Francia. El ejemplo más claro es el del puente aéreo entre Barcelona y Madrid.
"El vuelo dura una hora, pero la espera en el aeropuerto, el tiempo de embarque y la llegada al destino, iguala al viaje en AVE", señala Díaz. Para que el viajero se decante por esta alternativa, el precio del trayecto en un transporte u otro es clave. "No se trata de apelar a la conciencia y a un movimiento popular como el flygskam, sino de implementar una actividad regulatoria que impida la cantidad de oferta de vuelos a precios insostenibles en ciudades bien conectadas por tren", subraya.
Blázquez apunta que, más allá de esta iniciativa individual, se debe trasladar la responsabilidad a los gobiernos. "Deben tomar cartas en el asunto. La aviación es el medio que más contamina por pasajero, y es minoritario. Es el 15% de la población la que hace el 75% de los vuelos", sostiene. Entre las medidas que los ecologistas reclaman a los ejecutivos está gravar el combustible, como ya sucede en Estados Unidos. También acabar con las subvenciones a aeropuertos pequeños, como los de Santander, Vigo, Vitoria o Valladolid y a las compañías de bajo coste que "bajan el precio de los vuelos para hacerlos más asequibles y atractivos", critica la coordinadora de Transportes de Ecologistas en Acción.
Autoregulación del mercado
Díaz augura un ajuste progresivo del mercado de las low cost. "Estamos en un momento álgido de gran competencia entre las compañías. Algunas de bajo coste ya han cerrado, porque su situación económica era insostenible. Compiten entre ellas en una guerra de precios, pese a registrar pérdidas, para ver si así desaparece alguna más. Cuando esto suceda, y se equilibre el precio de los billetes, la balanza de pasajeros se inclinará hacia el tráfico ferroviario", argumenta.
En paralelo, los fabricantes trabajan para reducir las emisiones. Combustibles menos contaminantes y la reducción del peso de las aeronaves para, a su vez, disminuir el consumo energético, son dos de los últimos avances. Desde Aceta, asociación de las compañías aéreas españolas, indican que en los últimos 50 años las emisiones se han reducido en un 80%. Además, subrayan su compromiso para reducir la contaminación que producen con "innovación tecnológica, la modernización de los procesos y el aumento del uso de biocarburantes" y la renovación de su flota.