La economía catalana crece, aunque por debajo de la media española. Hay una actividad económica notable, pero impulsada por un proceso de terciarización, con el turismo como gran palanca. El Govern de la Generalitat insiste en que no se han producido grandes convulsiones desde el inicio del proceso soberanista, en 2012, pero hay otros factores que preocupan a economistas y empresarios, que se fijan en el aumento de la incertidumbre institucional.
“El legado del procés es un aumento de la incertidumbre sobre el marco institucional y un viraje de la percepción social, condicionado por las consecuencias de la crisis económica en la clase media, hacia un cuestionamiento de la empresa y de la economía de mercado en general”, señala Xavier Vives, profesor del IESE.
Vives añade que “las tendencias más intervencionistas de la economía en la sociedad catalana se han consolidado y ampliado, hasta llegar a la paralización de proyectos empresariales”. El economista se refiere a una cultura económica que ha marcado, en los últimos años, partidos como la CUP, o los Comuns, que han marcado la agenda política y han arrastrado a fuerzas políticas como la exConvergència, o no han permitido que ERC se decantara por una apuesta más liberal, como había mostrado en la primera etapa de Oriol Junqueras al frente del departamento de Economía.
Más impuestos
Eso se ha traducido en la voluntad de lograr más ingresos con medidas como el impuesto a las bebidas azucaradas. El Govern, con el consejero de Economía, Pere Aragonès, intenta ahora reaccionar después de que el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña (TSJC) haya anulado esta semana el reglamento que desarrollaba la medida por la omisión de trámites como “la consulta, audiencia e información previa”.
El procés ha comportado ese deslizamiento hacia posiciones más intervencionistas, que han incorporado, como una seña de identidad, el hecho de que el tramo autonómico del IRPF en Cataluña sea el más alto de todas las comunidades, con una mayor presión fiscal.
La última decisión ha sido el aumento del impuesto que grava las hipotecas, y que actualmente pagan los bancos. Con ello se espera recaudar 88,2 millones de euros, que, en gran medida, procederá de los propios ciudadanos, porque los bancos trasladarán, según el mismo Banco de España, ese aumento –del 1,5% al 2%-- a los clientes.
¿Como en Italia?
Lo que reclama Vives es una mayor atención, desde el poder político, a la competencia global en el ámbito de la economía, para no perder más oportunidades. Lo señala dentro de una serie de análisis que ha agrupado la revista Política i Prosa sobre las consecuencias económicas del procés. Vives argumenta que el principal problema es que un territorio no puede permitirse el lujo de no tener estabilidad institucional. Y que el caso de Italia es ilustrativo. La renta per cápita real italiana está al mismo nivel que cuando se estableció el euro, a principios de los 2000. Casi veinte años paralizados, con un sistema político incapaz de impulsar reformas, y con la llegada de un populismo que amenaza a la propia Unión Europea.
Las perspectivas para Cataluña “no son buenas” si no se produce un cambio sustancial. Lo reitera Vives y Jordi Alberich, exdirector general del Círculo de Economía, que recuerda los distintos avisos, ya en 2001, por parte de Salvador Gabarró, sobre la necesidad de equilibrar el peso de las distintas economías en España, y en 2007 por parte de José Manuel Lara, cuando reclamaba un mayor atrevimiento por parte del empresariado catalán.
Malas perspectivas
Vives insiste: “Cuando se decide una inversión entre diversas localizaciones geográficas la estabilidad institucional es un factor importante que se debe tener en cuenta y es muy fácil para entidades de una región competidora señalar dónde hay inestabilidad para atraer la inversión. Por tanto, hay que añadir que el cambio de coyuntura económica, que llegará, tarde o temprano, si coge a Cataluña con un ambiente político que ha pasado del business friendly a cuestionar por todas partes el papel del sector privado, principalmente en Barcelona, las perspectivas no son buenas”.
El empresario Joan Llorach se refiere al caso de Canadá, y al hecho de que Montreal ya no ha recuperado su posición de origen, antes del proceso independentista, y cómo Toronto ha acabado siendo el principal motor económico del país. Una de sus advertencias es pertinente, justo cuando se plantean nuevas divisiones internas en el sistema de partidos catalán: “Cuando la identidad se introduce en la política el sistema de partidos se divide y cada mitad entra en una dinámica de progresiva radicalización permanente en el tiempo. Es decir, precisamente lo que está pasando en Cataluña”.
El también empresario Rafael Suñol sostiene que la incertidumbre es el gran mal de Cataluña, no tanto por una vuelta al proceso unilateral, que también, sino por la imposibilidad de ver a corto plazo una reacción que comporte revertir por completo lo realizado hasta ahora:
¿Y los del Wilson?
“La incertidumbre nadie la puede negar. Se ha instalado en Cataluña. Y es más fuerte en los colectivos que toman decisiones, los inversores, empresarios, pero también afecta, y mucho, a los ahorradores y consumidores”.
El análisis conjunto, en Política i prosa, donde también participan los periodistas Joan Tapia y Xavier Vidal-Folch, incide en la falta de realismo de muchos otros economistas, los que forman parte del llamado Colectivo Wilson, que defendieron la viabilidad económica de una Cataluña independiente sin pensar en el contexto geopolítico, con una Unión Europea que no quiere en ningún momento la desestabilización de España.