“Buscamos algo que se había perdido, el trato personal. Sentirte más humano en lugar de estar metiendo contraseñas en internet”. Hace cuatro años Isabel Sucunza abrió la librería Calders junto a un socio. Un local pequeño en la calle Parlament de Barcelona desde el que recomiendan obras independientes. Un desafío en tiempos de Amazon y del libro electrónico.
“No nacemos con la intención de plantar cara a Amazon porque es un terreno en el que nos comerían. Nos distinguimos en la selección de libros y el trato”, explica Sucunza, que asegura que el cara a cara es fundamental para la supervivencia del negocio. Esta fue también la apuesta de Ángel Tijerín que, en 2015, fundó On the Road, una pequeña librería junto a Vía Laietana centrada en la generación beat de Kerouac y la literatura contemporánea. Lo hizo tras capitalizar el paro de su trabajo anterior. Desde entonces trabaja “casi 12 horas de lunes a sábado”. Coincide en el diagnóstico: “El lector busca un trato diferente y hay muchas librerías grandes que no lo ofrecen”.
Proliferación de librerías tras la crisis
El estallido de la crisis económica fue un momento crítico para el sector librero. Muchas tiendas cerraron y a quienes se atrevían a montar una los tachaban casi de locos: “Cuando nos preguntaban por qué abríamos una librería cuando cerraban todas decíamos: por eso mismo, para no quedarnos sin ellas”, cuenta Sucunza. De hecho, el 46% de estos comercios han sido creados después de la crisis. Además, las cifras señalan que la facturación ha crecido un 75% de media en la última década, según datos de Insight View.
No obstante, la recuperación del sector es desigual para el 3% de las grandes compañías que para el 97% que suponen las micro y pequeñas empresas. Estas últimas “aún están lejos de los niveles de facturación previos a la crisis”, con unos márgenes más estrechos, señala Juan Saborido, director Comercial de Iberinform. Además, apunta que “las pequeñas librerías anteriores a la crisis parecen haber encontrado sus nichos de mercado y muestran una buena salud: sólo el 11% están en riesgo de impago”.
Reinventarse para sobrevivir
La llegada del libro electrónico también fue vista como un nuevo caballo de batalla para las librerías. Sin embargo, ocho de cada diez españoles prefieren el formato en papel, según el CIS. Mientras tanto, frente al riesgo que supone un gigante de la distribución como Amazon, las pequeñas tiendas “están sabiendo reinventarse en un entorno disruptivo”, apunta Saborido, y apuestan por un modelo más especializado y cercano al lector. Por eso, muchos de estos negocios impulsan agendas culturales con recitales y puntos de encuentro con autores.
“La especialización puede ser desde vender libros concretos o, como en nuestro caso, trabajar con editoriales independientes”, afirma Sucunza, que asegura que los lectores “son bastante exigentes. Hay quien te pide un traductor o una editorial concreta”. Pero también es importante la persona que acude buscando el consejo del profesional: “En Sant Jordi o por Navidad vemos que los libros más vendidos son los que nosotros recomendamos, no los premiados o los que más salen en prensa”.
Menos margen de beneficio
Cuando la librería en la que trabajaba Tijerín cerró por la crisis, este decidió abrir la suya propia. “Es una filosofía de vida y hay que estar muy volcado, pero supone montar un negocio con tu propia esencia”, explica, aunque critica los estrechos márgenes de beneficio que impiden contratar un empleado y la falta de ayuda de la administración con una cuota de autónomos “que ahoga”.
Asegura que es importante “hacer las cosas bien” para que una librería pequeña siga en pie. “Yo estoy cada día reinventándome. Y también es fundamental el trato, porque los libros que yo vendo los puedes encontrar en cualquier librería. Es lo único porque, sino, Amazon me gana siempre”.