Los hermanos Josep y Joan Font Fabregó andan enfrascados en un pleito multimillonario por su cadena de supermercados Bon Preu, de la que son dueños por mitad. El primero de ellos, cansado de no cobrar dividendos, quiere vender. El segundo prefiere dedicar todos los recursos a la expansión de la pujante red.
Imagen de uno de los supermercados del grupo Bon Preu / BON PREU
Meses atrás Josep instó a su hermano a comprarle su parte. En vez de acceder a ello, Joan decidió repartir los activos de la compañía entre ambos. Ahora el asunto se sustancia en un juzgado mercantil de Barcelona.
El informe
A raíz del litigio, Josep Font presentó un informe confeccionado por la consultora y auditora francesa Mazars, que otorga al 100% de Bon Preu un precio de 960 millones.
Joan, por su parte, en cargó al despacho barcelonés Faura-Casas su correspondiente tasación: arroja un importe 380 millones.
Contrastes subjetivos
Dada la enorme discrepancia, se optó por pedir una segunda opinón. Esta vez, Josep recabó los servicios de la estadounidense Grant Thornton, que fijó el justiprecio en 1.100 millones. Joan llamó a la holandesa KPMG: 600 millones redondos.
Interior de una de las oficinas de la holandesa KPMG
Es obvia la enorme disparidad de los cuatro cálculos, emitidos tras concienzudos trabajos de análisis.
A gusto del consumidor
Existen múltiples procedimientos para tasar un negocio. Pero en el fondo, una valoración no es más que una opinión del tasador. Y si quien paga el informe pretende el precio más alto posible, el auditor contratado tenderá a echar mano del procedimiento que conduzca a un precio mayor.
Estimar el valor de activos tangibles encierra sus dificultades, pero cuando se entra en el terreno de los intangibles, las dosis de subjetividad crecen considerablemente. ¿Cómo valorar por ejemplo una marca?
El Corte Inglés
El caso más espectacular acaecido en los últimos años es el de El Corte Inglés. En 2005, César Areces Fuentes, sobrino del fundador Ramón Areces, solicitó a un juzgado poder vender su 0,67% a la propia compañía.
Para ello blandió un informe elaborado por los profesores del IESE José Manuel Campa (que luego sería nombrado secretario de Estado de Economía) y Pablo Fernández. El documento cifraba el valor de los grandes almacenes entre 14.000 y 16.400 millones.
El economista José Manuel Campa
Inmuebles a precios de derribo
El consejo de administración de El Corte Inglés designó un perito “independiente”, el catedrático Leandro Cañibano, de la Universidad Autónoma de Madrid. Según esta eminencia, la compañía entera solo valía 5.500 millones.
Los dos puntos de mayor controversia residieron en los bienes raíces y la marca. El demandante valoraba los 60 edificios, situados en las mejores zonas de las principales ciudades españolas, en 12.000 millones. Cañibano lo reducía a 2.500 millones, y gracias.
La marca no vale nada
Sobre la enseña El Corte Inglés, el asunto alcanzó unas cotas delirantes. Los profesores del IESE calcularon que podía suponer unos 1.760 millones. En cambio, la empresa arguyó que “suelta no vale nada”, por lo que dio un valor de cero euros.
El pleito recorrió varias instancias judiciales y se prolongó durante muchos años. Al final, recayó acuerdo. Consistió en un trato intermedio. César Areces ingresó 60 millones por su lote. Inicialmente pedía 98 millones, pero la empresa sólo le ofrecía 35.
La entrada a un edificio de El Corte Inglés / EFE
Los pagarés de Nueva Rumasa
Hay otro caso relativamente reciente que hizo correr ríos de tinta impresa: los pagarés emitidos por Nueva Rumasa. Curiosamente, también anduvo por medio el profesor Pablo Fernández.
El enjambre de empresas de la familia Ruiz-Mateos llegó a captar en cinco emisiones sucesivas 385 millones de euros aportados por 4.100 inversores. Tras la quiebra en cadena de las principales compañías, la mayoría de los ahorradores no recuperó un céntimo.
Respaldado por un profesor del IESE
La que tuvo mayor polémica fue la tercera emisión. La publicidad de Nueva Rumasa afirmaba que los pagarés eran “una sólida oportunidad de inversión garantizada por un tesoro de incalculable valor. Extraordinarias existencias de viejísimo brandy de Jerez, con certificado del Consejo Regulador de la denominación Brandy de Jerez y con una valoración realizada por el insigne y prestigioso profesor del IESE y doctorado en Harvard don Pablo Fernández López, de 1.200 millones de euros”.
Al ver los anuncios, Fernández se puso nervioso. Si aquella emisión acaba como el rosario de la aurora, alguno de los afectados podría reclamarle. Así que dio a la luz un comunicado explicando que la valoración no se realizó en absoluto como garantía del papel que Nueva Rumasa pensaba emitir.
De paso entonó una especie de donde dije digo, digo Diego.
Porque si su tasación fuera tomada para apuntalar la emisión, el valor sería "substancialmente inferior" a los 1.200 millones que él mismo había fijado.
Viraje
Para vestir su giro de 180 grados, Fernández añadió que los 1.200 millones era “el valor actual neto del margen que producirían los inventarios de los brandys Espléndido, Gran Garvey y conde de Garvey, según las previsiones (ventas de botellas, precio de venta, coste de los envases...) de los propietarios y directivos actuales para los próximos años”.
A la luz de los casos transcritos, queda claro que las valoraciones empresariales son según el cristal con el que se miran, es decir, quién es el que paga el informe de marras. Y en función de los intereses del pagano se recurre a un sistema o a otro.