Carlos Blanco ha sido emprendedor de éxito --vendió su grupo de juegos sociales Akamon a los canadienses Imperio Technologies por 23,7 millones de euros a finales de 2015-- y como business angel es la persona que participa en más operaciones anuales con start ups. Desde el pasado enero canaliza todas sus operaciones a través de Encomenda Smart Capital. Compatibiliza su actividad de inversor privado con la impulsora de compañías de nuevo cuño Nuclio Venture Builder.
—Pregunta. ¿Cómo ve la salud del capital riesgo en ‘start ups’? ¿Considera que existe una burbuja?
—Respuesta. Burbuja significa que algo es humo, especulativo o sobredimensionado y lo que nosotros vemos es mayoritariamente sensato. Eso no quita que algunas start ups se equivoquen en sus criterios de valoración. Pero en los últimos cinco años ha madurado el sector, y eso provoca una homogeneización de las reglas del juego de inversión.
—¿Todos ellos?
—Lo que ocurre es que muchos inversores no profesionales, como ciertos family office o algunos privados con recursos, generan cierta burbuja. No saben valorar las compañías y algunas que sistemáticamente son rechazadas por los business angels y los fondos acaban encontrando inversión a precio caro en este mercado de millonarios sin experiencia. Y eso para el emprendedor es malo.
—¿Por qué?
—Porque cuando deben buscar la siguiente ronda de inversión las reglas de juego son las mismas que la anterior. Existen y en algún momento se las van a aplicar. Sólo cuando una empresa arranca la valoración es subjetiva. Para el resto, existen criterios objetivos.
—¿Qué se requiere para que esto no ocurra?
—Hace falta más formación. Si no sabes cómo valorar la compañía te dejas llevar por lo que uno vende… ¡y te puede vender la NASA! Ser vendedor no significa ser un buen emprendedor.
—¿Qué cambios han existido en la cultura emprendedora?
—Ahora hay más madurez en la edad media del emprendedor. Hace dos años estaba al entorno de los 31 o 32 años y ahora en los 36 o 37. En EEUU sobre los 47. Son gente madura, con experiencia, que conocen el mercado y, por consiguiente, se eleva la seriedad de los proyectos y las probabilidades de éxito. No es que los jóvenes sean tontos, son súper inteligentes, pero tienen poca experiencia. Los equipos que incorporan talento sénior son los que suelen hacerlo bien. Como Oscar Pierre de Glovo que ficha a Sacha Michaud o Yaiza Canos de GOI que hace lo propio con Vincent Rosso.
—¿El panorama emprendedor puede llevar a otra burbuja puntocom?
—Sólo lo veo en algunas zonas de España en las que hay mucho dinero y las valoraciones están muy altas. Hablo concretamente de Madrid, donde un power point vale el doble que en Barcelona. Por un tema sentimental, se ha dejado de apostar en primeras rondas en la capital catalana. Se ha roto el retrato robot de un madrileño que invierte en una start up catalana. Pero sólo en el inicio, el 58% del capital riesgo ha venido a Barcelona. El problema es cuando algo arranca, aunque los proyectos buenos lo consiguen e incluso hay peleas entre fondos para entrar.
—Entiendo que es por el conflicto político.
—Con el conflicto político, las familias catalanas están en una posición más conservadora. Van con mayor cuidado en sus inversiones.
—¿Cómo se puede dar la vuelta a esta situación?
—Los emprendedores necesitamos estabilidad política, reguladora e ir cada vez más a una armonización de leyes europea. Tanto en España como en Cataluña. Básicamente, por los riesgos de regulación. Pedro Sánchez ya ha dicho que va a poner más impuestos a las empresas. Esto puede frenar de golpe cualquier inversión extranjera.
—¿Qué pediría al Gobierno que echa ahora a andar?
—Debemos aprender que un emprendedor español compite ahora mismo en sus negocios, digitales y analógicos, con los franceses, portugueses, alemanes o ingleses. Necesitamos jugar con las mismas normas. No podemos competir en una guerra mundial unos con ametralladores, otros con bazucas y los españoles con pistolitas. Y aún así, a veces ganamos. Pediría a los gobiernos estabilidad, armonización de leyes y que no apliquen cambios regulatorios raros que minen la credibilidad de España.
—¿Cómo valora la regulación de emprendedores?
—En España se creó una ley de emprendedores que está pensada para los autónomos. El gran error histórico de hace años es que el único influencer que estuvo cerca del Gobierno cuando se trabajó la norma fue el presidente de ATA, Lorenzo Amor. Los emprendedores requieren otras cosas que no se abordan, como la regulación de las stock options, por ejemplo, que en España tienen la peor fiscalidad de Europa. O la falta de atracción de talento.
—Pero se pueden beneficiar de la Ley Beckham.
—Hemos pedido cambios para cambiarla. Actualmente es más sencillo atraer, sin ser peyorativo con nadie, a una persona extranjera de servicios domésticos que a ingenieros rusos, indios, americanos o israelíes. Yo lo he vivido en Akamon. Tramitar los papeles de una persona con un talento espectacular cuesta medio año o un año, y las start up no pueden esperar este tiempo. Además, son gente que transmiten conocimiento a los locales.
—¿La atracción de Barcelona para los emprendedores está dañada por la situación política?
—Sí, pero la sociedad civil privada, los emprendedores e inversores ya nos encargamos de transmitir que no está afectada. La ciudad está en sus mejores números históricos a pesar de la conflictividad política. Sólo hago una reflexión. Imaginemos que tuviéramos estabilidad política y buenos políticos.