Pedro Olabarría Delclaux es un poderoso ejecutivo y hombre de negocios casi octogenario, de intenso y feraz recorrido. El único empresario español —de origen vasco, con ilustres apellidos industriales, afincado en Cataluña— que ganó un pulso al mismísimo Emilio Botín, aunque empeñara años en ello. En el decenio de los 60, con apenas 29 años, Olabarría fue catapultado a primer espada de Motor Ibérica, fabricante de camionetas y maquinaria agrícola que acabaría sus días absorbida por la japonesa Nissan.
A la sazón, el secretario general de Motor era Juan Echevarría Puig, también jovencísimo, quien luego acaparó una retahíla de puestos relevantes en compañías punteras. Entre cargo y cargo, devino suegro de Joan Laporta, expresidente del FC Barcelona. Y aún sigue en activo.
El pelotazo del papel
En la década de los 80 del siglo pasado, Olabarría desembarcó en la papelera Torras Hostench, que atravesaba serias dificultades. Junto con su amigo Ignacio Romero fue amasando un abundante lote de acciones de la entidad.
La suerte les sonrió. El ciclo papelero se recuperó con brío. La cotización de Torras se disparó hasta las nubes de la mano del polémico Javier de la Rosa. Y el tándem Olabarría-Romero soltó un espectacular pelotazo que los encumbró de golpe a la categoría de multimillonarios.
Con Banesto hemos topado
Con la cartera repleta de billetes, Olabarría tornó a recluirse en la penumbra y siguió con sus inversiones, entre ellas el distribuidor de material náutico Harry Walker. Éste se tambaleaba e instó suspensión de pagos.
Uno de sus mayores acreedores resultó ser Banesto. El abogado de ese banco Rafael Jiménez de Parga, hermano de Manuel, expresidente del Tribunal Constitucional, redactó una querella contra los administradores de Harry Walker. Curiosamente, fue a parar al juez Luis Pascual Estevill, quien la admitió a trámite y sin encomendarse ni a Dios ni al diablo, dictó prisión para Olabarría y Romero.
Una operación de castigo
La acusación carecía de base y ambos salieron de la cárcel a las pocas horas. Aquel mismo día se conjuraron para exigir cuentas a los culpables de la iniquidad sufrida. Pleitearon contra Pascual Estevill, contra Alfredo Sáenz y contra otros altos mandos de Banesto.
Primero lograron que el juez fuese expulsado de la carrera e ingresara en la trena. Lo de Sáenz fue más complejo. Hubieron de transcurrir 17 años hasta que los tribunales dictaron por fin sentencia condenatoria del banquero.
Pero los plutócratas de este país manejan aldabas muy influyentes. Así, José Luis Rodríguez Zapatero, concluido ya su mandato y estando en funciones, todavía encontró un hueco en su agenda para conceder el indulto a Sáenz. De nada le valió. El Tribunal Supremo anuló después esa apestosa medida de gracia.
Agiotistas en Osona
Pedro Olabarría se alió tiempo atrás con Carles Sumarroca Coixet y Jaume Rosell Sanuy, fundadores de Convergència, el partido que Jordi Pujol ha aniquilado con sus cuentas secretas andorranas y Artur Mas y Carles Puigdemont han reducido a cenizas con sus políticas mercuriales.
La extraña “entente” Olabarría-Sumarroca-Rosell pretendía comprar la peletera Colomer Munmany, ubicada en la ciudad de Vic (Barcelona).
Colomer sufría apuros de tesorería, pero albergaba un valioso patrimonio inmobiliario, compuesto por grandes predios en pleno casco urbano de la población. La presencia en semejante asunto de Sumarroca y Rosell se explica por la necesidad de obtener las oportunas recalificaciones urbanísticas. Las gestiones obraron el milagro y los solares industriales pronto se transformaron en compactos bloques de viviendas.
Los Sumarroca y el 3%
El citado Sumarroca Coixet está imputado en la Audiencia Nacional por sus trapicheos con Jordi Pujol Ferrusola. Es el patriarca de una familia con varios de sus miembros enfangados hasta la coronilla en múltiples casos de corrupción, mordidas del 3% y saqueo de las arcas públicas catalanas.
Por último, Rosell es padre de Sandro Rosell, en prisión por el tráfico de coimas y blanqueo de capitales en paraísos fiscales. El juez que lo ha enviado al correccional le dedica en el auto una frase lapidaria: “Hizo del delito su modo de vida”.
Artur Mas hunde Tipel
El trío Olabarría-Sumarroca-Rosell aterrizó también en otra curtidora, Tipel, propiedad de Isidoro Prenafeta, que tenía en plantilla a Artur Mas Gavarró y a Jordi Pujol Jr.
Mas ha sido condenado a dos años de inhabilitación por desobediencia a los tribunales. Pujol Jr. está en prisión desde finales de abril. Se le achaca blanqueo al por mayor, falsedad documental, delitos contra Hacienda y pertenencia a organización criminal.
Isidoro Prenafeta confió a un joven e inexperto Mas la dirección estratégica de Tipel. Pretendía diversificar sus actividades, al margen de las renqueantes pieles. Con una vista de lince, Mas recomendó invertir en unas promociones residenciales, en la cadena de supermercados Orangután y en la aseguradora Iberia, a la sazón liderada por Enrique Bernat, el dueño de Chupa Chups.
El fiasco de Mas
Todas las iniciativas propuestas por Mas acabaron enseguida como el rosario de la aurora, provocaron a Tipel un reguero de pérdidas y significaron el comienzo de su debacle definitiva, coronada por la quiebra. Mas contribuyó al naufragio con singular denuedo y eficacia, según subrayaron los medios informativos de la época.
Veinte años después de aquel alarde, Mas ha hecho realidad lo que parecía imposible. Por un lado, precipitó en la irrelevancia absoluta a un partido como Convergència, que lo había sido todo en Cataluña. Por otro, arruinó de un plumazo su propia y larga trayectoria política. Y de propina, sumió las finanzas de la Generalitat en el degradante nivel del bono basura.