Si el compañero de fatigas está en el foco de la justicia por sus supuestas actividades ilícitas, mejor extender un cordón de seguridad a su alrededor. La estrategia de la familia Miarnau ha seguido un guión parecido al ir de la mano con el clan Sumarroca en Comsa Emte, la segunda constructora no cotizada de España que nació en 2009 de la fusión de dos negocios familiares.
Las cifras del grupo resultante son colosales. Comsa Emte facturó 2.083 millones de euros en el primer ejercicio tras la fusión. El envite de la crisis y de la caída de la obra pública impactó en sus ventas hasta reducirlas a los 1.364 millones reconocidos el pasado ejercicio. Ahora, empiezan a levantar cabeza. Prevén cerrar 2015 con 1.386 millones en caja y mantener a los 8.000 trabajadores en plantilla, un dato que está lejos de los 9.540 empleos de 2010 pero que estabiliza la mano de obra que necesitan las diferentes filiales del holding.
La parte del negocio aportada por Emte, de los Sumarroca, encerraba algunos pasivos ocultos. Los socios mayoritarios los aceptaron al inicio de las relaciones, pero se libraron de ellos con el paso de los meses.
La sede de Comsa en la Avenida Roma de Barcelona / CG
Carles y Jordi Sumarroca salen por la puerta de atrás
Los Miarnau son conscientes de que la caída de sus socios les puede arrastrar. Lo eran cuando la investigación de la fortuna de Jordi Pujol Jr. llevó al entonces vicepresidente del grupo, Carles Sumarroca Claverol, y a su padre, Carles Sumarroca Coixet, a declarar ante el juez de la Audiencia Nacional Pablo Ruz el pasado noviembre y cuando decidieron barrer la presencia de la familia de cualquier comunicación pública u oficial de la compañía.
Carles Sumarroca perdió el cargo de vicepresidente de Comsa Emte en enero y fue apartado del consejo de administración del grupo. También salió por la puerta de atrás del máximo órgano directivo su hermano Jordi Sumarroca, el mismo que ha sido detenido en el marco de la operación Petrum.
Borrar incluso el origen empresarial
La presencia del clan se limitó al hermano menos señalado por la justicia, Albert Sumarroca, que instrumentaliza la participación en el grupo a través del family office que comparte con su madre (Núria Claverol, ex socia de Marta Ferrusola en Hidroplant), Balmore Plus.
Incluso fueron borrados de la historia empresarial que se narra en sus memorias y se puede consultar on line. Mientras los Miarnau están perfectamente identificados como los fundadores de Comsa, los orígenes de Emte quedan en el aire.
Reparto accionarial
La operación societaria se ejecutó con total discreción y los Sumarroca ni chistaron. No podían por una cuestión societaria: los Miarnau ostentan el 70% del capital de Comsa Emte, un peso equivalente a los 1.403 millones que facturaban cuando firmaron la fusión frente a los 712 de su partenaire. Además, los Sumarroca sólo controlaban el 60% de Emte en el momento de la unión, el 40% restante estaba en manos de Banc Sabadell y Caja Madrid (fuera del grupo desde hace tiempo). Tiempo atrás, el otro socio del grupo era la familia Rosell, conocida cuando su hijo ascendió a la presidencia del Barça.
El pacto fundacional marcaba que el desequilibrio se debía corregir con los años hasta que el trozo de pastel del clan madrileño de los Miarnau se quedara en el 60%. El compromiso nunca se ejecutó. Primero por los problemas económicos de los activos aportados a la empresa común y después por las causas judiciales que les recayeron.
Negociación de la deuda
El primer estoque el los tribunales, la vinculación con la causa contra Jordi Pujol Jr., llegó en un momento muy delicado para la compañía. Se estaba negociando la reestructuración de la deuda con los bancos para conseguir condiciones más ventajosas para la empresa, ya que su última operación financiera se firmó en los momentos más duros de la crisis, y la etiqueta de empresa corrupta no es la mejor tarjeta de presentación.
A partir de allí, y con un historial de desencuentros por “diferentes formas de entender y gestionar el negocio”, según fuentes de la compañía, los Miarnau tomaron cartas en el asunto.
Mientras una veintena de agentes entraban en la sede de Teyco este jueves, una casa noble situada en el barrio pudiente de Avenida Tibidabo, reinaba la paz absoluta en el edificio central de Comsa Emte, un inmueble de oficinas en Sants, un barrio de clase media de la capital catalana. La presencia de los Sumarroca se ha desdibujado allí.