Emilio Botín, desgraciadamente desaparecido, tenía a bien vanagloriarse de su españolidad. Lo hacía ante cualquier dirigente político y, cuando el asunto catalán se le ponía por medio, esgrimía que su entidad, uno de los primeros bancos del mundo, estaba siempre en apoyo de la españolidad y de la Constitución como valores fundamentales, incluso ante los independentistas si era necesario.

Pero el Botín que decía eso, aplicaba aquella teoría tan castiza como religiosa: "Haz lo que yo diga, pero no lo que yo haga". En esa línea, y tras declararse español por los cuatro costados, Don Emilio prefirió desentenderse de la crisis financiera que vivió el país y que se llevó por delante diferentes cajas de ahorro y algún que otro pequeño banco. Mientras que sus competidores, sobre todo BBVA, pero también Sabadell, se afanaban en recuperar del vertedero económico algunas cajas de ahorro, ellos salían de rositas de la mayor crisis económica y financiera que había vivido el país. Eso sí, paseando el nombre del mismo por todo el planeta y con un marketing tan envidiable como impropio sobre el asunto. Juan Manuel Cendoya, el abogado del Estado mañico que se encarga en el banco de esas cuestiones, es el poseedor de la ciencia infusa sobre ese particular. Estaría bien que un día explicara cómo se equilibran todos esos elementos para obtener el rendimiento óptimo.

Ana Botín ha demostrado que, a diferencia de su padre, ella es más fiable y menos vendedora de humo

Ha tenido que ser su sucesora y actual presidenta del Santander, Ana Patricia Botín, quien ha empleado otra cita archirrepetida: obras son amores y no buenas razones. La noche del pasado martes sus equipos han trabajado con los expertos del BCE y del Banco de España, así como los gubernamentales, para anunciar que compraban el derrotado Banco Popular para garantizar su pervivencia y la tranquilidad de los clientes. El banco del Opus Dei no tenía liquidez para hoy. Así lo confesó su presidente accidental Saracho al ministro de Economía. La nocturnidad y la alevosía eran, pues, indispensables.

Al Santander esta compra no le costará nada, aunque deberá ampliar capital en la nada desdeñable cifra de 7.000 millones de euros. Eso capitalizará al comprador y le dotará de fondos para tomar las decisiones que sean necesarias sobre el banco y su más que seguro adelgazamiento. Ana Botín ha demostrado que, a diferencia de su padre, ella es más fiable y menos vendedora de humo. El Popular le interesaba a BBVA, al Sabadell, e incluso a Bankia de encontrarse en una situación diferente al de banca pública. Sin embargo, la urgencia con que se han desarrollado los acontecimientos han propiciado que el primer banco español optara por actuar como jamás hizo hasta la fecha, con una celeridad impropia de las decisiones en las que participa de alguna manera la administración.

En síntesis, la compra del Popular por parte del Santander demuestra dos cosas: que los Botín no siempre son iguales en términos de fiabilidad y compromiso, por un lado, y que no hay Dios que ayude ante la adversidad financiera, lo pida san José María Escrivá de Balaguer o Rita la Cantaora. Siempre hay, por tanto, alguna lectura positiva de las cosas negativas que nos suceden.