Es una mera cuestión de coherencia: si todo lo que los gobernantes catalanes han hecho con el soberanismo en los últimos tiempos tenía como única legitimación los resultados obtenidos en las urnas y la representación parlamentaria que de ello se desprende, ahora convendría una idéntica justificación.

Una vez que el mismo Parlamento vota de forma mayoritaria contra la entronización de Vicent Sanchis como director y reprueba a la presidenta de la Corporación Catalana de Medios Audiovisuales (CCMA), Núria Llorach, la lógica política lleva a pensar que ninguno de ellos puede seguir ejerciendo los cargos.

Si el mandato parlamentario sirve para la utópica independencia, ese mismo argumento debería impedir que Sanchis ejerciera de hombre fuerte de TV3

Si el mandato parlamentario sirve para la utópica independencia, ese mismo argumento debería impedir que Sanchis ejerciera de hombre fuerte de TV3. El periodista valenciano ha sido reprobado de manera categórica por la cámara catalana. Es un acontecimiento sin precedentes en el que ni la CUP, sostén parlamentario del Gobierno de Carles Puigdemont, ha mediado a favor de sus patrocinados. Sanchis puede ser unos meses o años director de la televisión de los catalanes, pero todo el tiempo que ejerza esa función lo hará de espaldas a la misma soberanía que él defiende para el proyecto independentista.

Es imposible pedir coherencia a quienes defienden determinadas posturas en Cataluña, pues ya han demostrado que no es su principal activo. Pero ahora deberían admitir que mantenerse enrocados en sus posiciones hace del todo injustificable el papel de la televisión y la radio pública en la conformación de la opinión pública catalana. Diríase, para ser exactos, que su sectarismo y exceso de manipulación acaba de finiquitar TV3. No sólo por la sobredimensión de sus estructuras, que hubiera sido un asunto que se podía corregir, sino porque una buena parte de los catalanes se limitarán a ver esa televisión de forma exclusiva para asuntos sin trascendencia política o ideológica. Será el método más eficaz para evitar la intoxicación. Vamos, que la televisión pública catalana, con su coste y su macroestructura de canales y recursos, será inútil en muchos hogares del país salvo para ver los resúmenes de los partidos del Barça. Poco más.