En el subyacente de la quimérica independencia de Cataluña hay un poso de argumento razonable. Me refiero al mal funcionamiento de algunos servicios públicos que dependen de la Administración General del Estado en el territorio.

Enric Millo, parlamentario de larga trayectoria, es hoy el delegado del Gobierno en estas tierras. El PP, su partido, conoce desde hace tiempo todos esos déficits, que son intolerables en un Estado en el que una región actúa como locomotora económica del resto y que, en buena lid, debería cuidarse que ese efecto de tracción para el colectivo no se perdiera jamás.

Millo debería saber que la red ferroviaria catalana necesita inversión seria. Que un país que tiene gran movilidad laboral entre las ciudades y sus áreas metropolitanas necesita conexiones de calidad y no calvarios o penitencias para desplazarse al trabajo. Renfe pasa de Cataluña de manera histórica. Otro tanto sucede con Adif y con otras grandes empresas españolas de obediencia madrileña. No habrá operación diálogo con el nacionalismo excluyente si les queda algún atisbo de razón en sus planteamientos utópicos.

No habrá operación diálogo con el nacionalismo excluyente si les queda algún atisbo de razón en sus planteamientos utópicos

Millo no debería permitir que el aeropuerto de El Prat, uno de los elementos de dinamización económica de la comunidad, pueda embozarse con unos meros controles de pasaporte. Crónica Global publica hoy que existe un déficit de un millar de policías nacionales en Cataluña. Eso, amigos del PP, es sencillamente intolerable cualquiera que sea la adscripción política de cada quien. Entre otras razones porque desde hace muchos años habéis obtenido la confianza para gobernar España y eso, estimados, significa también hacerlo en Cataluña.

Los que hemos mantenido que esa burbuja de la corte política y económica madrileña ha vivido durante excesivo tiempo de espaldas a la periferia estamos hoy legitimados para reclamar que el Estado tenga la suficiente presencia en todas aquellas Españas que existen, sea la catalana, la gallega, la vasca, la andaluza o la aragonesa.

No se pueden frenar determinadas políticas esquizofrénicas desarrolladas por los partidos nacionalistas si no existe un trabajo serio en todos los frentes, no sólo con los cruces de declaraciones y argumentos en los medios de comunicación. Hagan bien su trabajo, estimado señor Millo, y verán cuántos catalanes adscritos a la utopía se descabalgan de ella en cuestión de minutos.