Será el sábado cuando Mariano Rajoy resulte elegido de nuevo presidente del Gobierno español. Tras el discurso de investidura y la primera votación pasó lo previsto, que no salieron los números en el hemiciclo, que Joan Tardà volvió a dejar en mal lugar a los catalanes comunes y que, como consecuencia de las votaciones, todo queda fiado a la segunda ronda de elección.

El presidente in pectore se ha convertido en el rey del no. Le ha dicho "no" con afición y firmeza al nacionalismo catalán. Le dijo "no" al jefe del Estado la primera vez que le propuso para presidir el Ejecutivo. Quizá fue allí donde Pedro Sánchez acabó metido en el potro de tortura. El noísmo de Rajoy no tiene nada que ver con el "no es no" de los socialistas. El del presidente es pragmático, posibilista, siempre guarda una estrategia detrás, aunque parte de la parroquia no la perciba o piense que entre el puro y el Marca no hay nada más alrededor.

El "no" del presidente es pragmático, posibilista, siempre guarda una estrategia detrás, aunque parte de la parroquia no la perciba o piense que entre el puro y el Marca no hay nada más alrededor

Los socialistas han cambiado su no por una abstención, al menos una parte de ellos, haciendo que su repetido "no es no" resulte al final un "sí" para el líder del Partido Popular. Una posición que no es entreguista de fondo, aunque sus verdaderos opositores de Podemos intentarán rentabilizar como una especie de rendición ante la derecha cavernaria. Cuando se consumen sus abstenciones el próximo sábado, el PSOE habrá llevado a cabo un hito en su historia, equivalente a la pérdida del marxismo y al referéndum sobre la OTAN, con Felipe González, o a la reforma de la Constitución de la más reciente etapa de Rodríguez Zapatero.

Es probable que puedan recuperarse de este duro golpe, porque tendrán algo de tiempo por delante. Quien no parece que sufra ni tan siquiera con el tipo de gobernación que le espera es el estoico Rajoy. El propio ejercicio del poder, aunque se haga desde una cierta debilidad, acaba fortaleciendo. Además, a la vista de cuál es el panorama que le espera, su tono ha variado y los próximos meses podrán alumbrar pactos insospechados en la política española.

Ciertamente, Rajoy tiene muchos defectos, pero una gran virtud: su paciencia, su estrategia de ley y orden y el dejar que la fruta caiga del árbol a fuerza de madura se ha convertido en una capacidad casi mágica: hacer del "no" un "sí".