Dos exdirigentes del Palau de la Música proyectaron esta semana potentes chorros de luz en el juicio por el desfalco de la institución.
El extesorero Pau Duran dejó a los pies de los caballos a Mariona Carulla Font, actual mandamás de la casa. Carulla ocupaba la vicepresidencia del Orfeó Català y sendas vocalías en la fundación y en el consorcio, la troika de centros de poder del Palau, durante el tiempo en que Fèlix Millet se dedicó con fruición a desvalijar las arcas corporativas.
Según Duran, Carulla conocía a la perfección los números del conglomerado y estaba al corriente de los trapicheos de Millet, pero prefirió mirar a otro lado.
Según el extesorero del Palau de la Música Pau Duran, Mariona Carulla conocía a la perfección los números del conglomerado y estaba al corriente de los trapicheos de Millet, pero prefirió mirar a otro lado
Es de recordar que en 2009, durante la instrucción del sumario, Pau Duran fue imputado y se le destituyó de tesorero. Pero después Duran depuso ante el juez y le demostró que carecía de acceso a los dineros del grupo. En consecuencia, el magistrado archivó la causa contra él y fue readmitido en el Palau.
Posteriormente, hubo elecciones para encabezar el órgano de gobierno. Sólo Mariona Carulla y Pau Duran presentaron candidaturas. Pero para general sorpresa, Duran se retiró de la liza, entre rumores de que la consulta era una farsa y estaba amañada.
De ahí se desprende que las relaciones de Duran con la señora Carulla son manifiestamente mejorables. También es cierto que Duran, en su comparecencia de estos días como testigo, estaba obligado a decir la verdad. Por cierto, en sus reproches a Carulla no anduvo solo. Le secundó punto por punto Manuel Bertrand, excontador de la fundación del auditorio.
La señora Carulla negó al juez en fechas anteriores haber tenido ni la más remota idea de los manejos de Millet. "Me limitaba a asistir a las reuniones de la plana mayor, donde las cuentas siempre se aprobaban por unanimidad". O sea que Millet llevaba la batuta y el coro le bailaba el agua sin rechistar.
Joan Llinares, sucesor de Millet en el Palau, narró al juez, con pelos y señales, la utilización del Palau para financiar bajo cuerda a Convergència
Carulla, licenciada en Económicas, ha ocupado infinidad de cargos en el entramado empresarial de su familia, con Agrolimen de mascarón de proa y Gallina Blanca entre sus poderosas marcas. En el Palau es una auténtica veterana, pues su ingreso data de 1990.
Tampoco eran unos recién llegados los miembros de la prolífica junta del patronato del Palau durante los largos años del saqueo. Son de citar entre ellos Carlos Cuatrecasas, Jorge Fernández Díaz, José Ferrer Sala, Marta Ferrusola, Narcís Serra, Antoni Serra Ramoneda, Juan Gaspart, Enrique Lacalle, Evaristo Murtra, Jordi Pujol, Enrique Reyna, el ya fallecido Leopoldo Rodés, Arturo Suqué, Miquel Valls y Maria Àngels Vallvé.
Este florilegio se compone en su mayor parte de jerarcas o exjerarcas de conspicuas compañías. Alguno lo fue todo en política. Nunca advirtieron la menor traza del voraz expolio de la institución. Tampoco se enteraron de los sospechosos convenios entre el Palau y la fundación de Convergència. Mucho menos intuyeron el trasiego de pliegos de obra pública que fluía en el seno de la entidad musical.
A los testimonios del tesorero y el contador, antes aludidos, se suma el de Joan Llinares, sucesor de Millet en el Palau. Narró al juez, con pelos y señales, la utilización del Palau para financiar bajo cuerda a Convergència. De pasada, arremetió contra ciertos ejecutivos y asesores del Palau, por impedir que éste acudiera al proceso como parte acusadora contra el partido de Jordi Pujol y Artur Mas. "El Palau fue víctima del escándalo. Ahora ha pasado a ser su encubridor", sentenció Llinares.
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A estas alturas, la perorata que Artur Mas acaba de soltar en el parlamento catalán resulta patética. Volvió a echar balones fuera. Desmintió la catarata de mordidas perpetradas por sus secuaces. Y, contra toda evidencia, sostuvo sin rubor que su partido jamás se financió ilegalmente.
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