Cuando tu objetivo en esta vida es hacer el ridículo urbi et orbi, llega un momento en el que se te queda pequeño tu hábitat natural y necesitas exponer tus manías y obsesiones en foros internacionales. Por eso, el muy honorable Cocomocho no acude a la conferencia de presidentes autonómicos de Madrid, pero se dispone a ir a dar la brasa a Bruselas con su prusés y su referéndum, llevándose de teloneros a Oriol Junqueras, ese hombre cargado de amor, y a Raül Romeva, al que ya conocen en las instituciones europeas por su inocua manía de repartir tarjetas en las que dice que es el ministro de Asuntos Exteriores de un país inexistente. Para estas cosas se inventó el Diplocat, cuyas iniciativas son convenientemente corregidas y aumentadas por los medios de agitación y propaganda del Régimen, como se pudo comprobar con aquella conferencia del Astut en la universidad de Columbia que le montó el economista fosforescente, Xavier Sala i Martín, y que se llenó con el séquito presidencial, los periodistas amigos y algunos estudiantes a los que Sala i Martín debió arrastrar por la oreja hasta el aula.
Si todos siguiéramos el ejemplo del trío del referéndum, nos fundíamos el escaso capital de la patria en un santiamén
TV3 ya le está dando mucha bola a la charla del día 24, poniendo siempre imágenes del Parlamento Europeo, como si allí todo el mundo se muriese de ganas de escuchar al trío del referéndum. Luego te enteras de que el acto tendrá lugar en una sala con capacidad para doscientas personas cuyo alquiler han gestionado los de siempre, Tremosa y Terricabras, y que podría llenarse con el mismo sistema que la conferencia del Astut en Columbia: séquito, prensa de confianza, separatistas catalanes residentes en Bruselas y los inevitables diputados escoceses, irlandeses y flamencos de confesión independentista. A continuación, TV3 nos lo venderá como un nuevo éxito del gobierno y aquí paz y después gloria. Evidentemente, no nos dirán cuánto nos ha costado la broma, que es un detalle fundamental, pues no tenemos nada en contra de los delirios de nadie siempre que los sufrague el interesado.
Si todos siguiéramos el ejemplo del trío del referéndum, nos fundíamos el escaso capital de la patria en un santiamén. Me pondré de ejemplo: teniendo en cuenta que cada vez que mi amiga Isabel Coixet me arrastra a un karaoke, brillo con luz propia con mis versiones de Hank Williams, Bryan Ferry o los Kinks, no sé a qué estoy esperando para alquilar el Carnegie Hall y emular a la gran Florence Foster Jenkins. Como no tengo un duro, podría recurrir al crowdfunding, en plan Isona Passola, y aducir que obedezco a un mandato popular; concretamente, el de los cuatro frikis beodos que me aplaudieron en un karaoke del barrio coreano de Manhattan hace algunos años. Lamentablemente, yo no creo tanto en mi talento como el trío del referéndum en el suyo. Y no tengo una bandera en la que envolverme. Solo me queda hacer como los del grupo ALDE y decir que no tengo nada que ver con esos señores, aunque hablen en mi nombre; añadiendo que, como catalán, me dan mucha vergüenza y atentan contra ya mi maltrecha autoestima.