El Muy Honorable Cocomocho vive en una realidad paralela que pretende imponernos a los demás. Lo acabamos de comprobar con su reacción ante la respuesta de la Comisión de Venecia a su carta sobre el referéndum. Cualquiera entiende al leerla que se lo han quitado de encima con buenas palabras y que lo han enviado a tomar por saco con cierta educación (no te puedes saltar la Constitución de tu país, deberías llegar a algún acuerdo con el Gobierno central, etc, etc.). Cualquiera menos él, que ha hecho una peculiar interpretación de la respuesta a su misiva que, claro está, le favorece. Según Cocomocho, la Comisión de Venecia ha puesto a Rajoy y a España entera contra las cuerdas, y así lo ven también diarios digitales tan ecuánimes como El Nacional o Vilaweb, movidos por el fanatismo y el amor a la subvención. A mí, lo de Puigdemont me recuerda la actitud del hombre enamorado y carente de luces que cada vez que se cruza con la mujer de sus sueños y observa que ésta no le escupe, concluye: "Está loca por mí".

A mí, lo de Puigdemont me recuerda la actitud del hombre enamorado y carente de luces que cada vez que se cruza con la mujer de sus sueños y observa que ésta no le escupe, concluye: "Está loca por mí"

Así se relaciona nuestro hombre con la realidad. Pese a que los partidarios de la independencia no lleguen al cincuenta por ciento de su comunidad, él considera que, aunque no sean conscientes de ello, el noventa por ciento de la gente está por la labor. Y si no lo están, deberían estarlo, que para él es lo mismo. Tampoco parece percatarse de que tiene el partido hecho unos zorros y que nadie se cree a Marta Pascal cuando afirma que el PDeCAT no tiene nada que ver con la antigua Convergència, tal vez porque el presidente de ambas formaciones es el mismo, Artur Mas. Él solo quiere cumplir con la misión que se ha otorgado --o sea, conseguir que nos intervengan la autonomía y que inhabiliten, o algo peor, a políticos y funcionarios-- y volverse a Girona para empapuzarse tranquilamente de xuxos de la pastelería familiar.

¿Su renuencia a reconocer la realidad se debe a la simple estupidez o a una tendencia malsana a imponer su visión de las cosas? En el primer caso, estaríamos hablando de un badulaque; en el segundo, de un político totalitario que quiere que su comunidad sea como él cree que debe ser. Me inclino por una mezcla de estupidez y maldad, mezcla letal donde las haya y que suele estar detrás de todas las grandes desgracias de este mundo desde el principio de los tiempos, aliñada con una buena dosis de fanatismo, que no deja de ser otra variante de la imbecilidad.

Darle la vuelta a la carta de la Comisión de Venecia es de un optimismo carente de base alguna. No, Cocomocho, no te han escupido, pero eso no quiere decir que estén locos por ti.