Narcís Serra dejó un agujero de 720 millones. En el doble forro de su pantalón, el expresidente de CatalunyaCaixa guarda sus secretos y rebaña los últimos recuerdos. Conoce los arsenales (fue ministro de la Guerra), utiliza palabras dóciles y, en días de lluvia, pasea con paraguas sin desplegarlo para no apuntar contra el agua. No disimula su gusto por la vague y arrastra los pies con la anti-elegancia impostada de Pere Gimferrer. Hace ya muchos años que el exvicepresidente del Gobierno y exalcalde de Barcelona lanzó al aire la llave de la caja de su partido contaminada de Filesa alejándose a la carrera. Después de casi todo, esperó al final de su vocación pública para sembrar incomprensiblemente las tormentas que hoy cosecha en forma de tempestades.
Fue César o nada, pianista parsimonioso, amante del cárdigan en noches insomnes de lectura y estratega riguroso. Todo había empezado en los primeros setentas, con aquel ambicioso Plan de la Ribera, que ideó junto a su amigo Miquel Roca, a la sombra del Pere Duran Farell cuando el empresario lideraba La Maquinista y presidía la poderosa Corporación Industrial Catalana.
Al final de su periplo político, Serra pisó mierda al aceptar el cargo de presidente en la caja de ahorros de la Diputación, después de Sureda, el sabio, y de Serra Ramoneda, el rector magnífico. Fue un descenso a los valles del tropiezo; salió trastabillado sobre el rastro de managers orientados a la cuenta de resultados (propia), como Bilbao, Costabella, Loza y Todó. Se libró del poder para abrazar la falsa lealtad de los corifeos. Había sobrevivido al felipismo y al socialismo de güelfos y gibelinos. Fue el Calvino del PSC hasta que le pudieron la codicia y el estrabismo. Serra se especializó en arreglar desaguisados, pero no sabe cuidar de sí mismo, como ha dicho con franqueza su esposa Concha Villalba, propietaria simbólica de la matrioska rusa que le regaló hace mucho Juan Antonio Samaranch, en su etapa de embajador en Moscú. Aquel obsequio sencillo simbolizó para los cuatro (Samaranch, Serra, Concha y Bibi Salisachs) la esperanza de la Barcelona Olímpica, que llegó a buen puerto en 1992.
Lejos de la ilusión, los grandes fontaneros no sobreviven. A Serra le pudo el “a ti te toca” que ha acabado hundiendo a otros vicepresidentes, como Rodrigo Rato, el hombre que ensució el milagro del 96 con el abismo de Bankia. No son lo mismo: Serra es sintético y Rato es hermético. Serra liberó fondos en negocios ruinosos; Rato se los metió en el bolsillo antes de que vieran la luz del sol.
Lejos de la ilusión, los grandes fontaneros no sobreviven. A Serra le pudo el “a ti te toca” que ha acabado hundiendo a otros vicepresidentes, como Rodrigo Rato, el hombre que ensució el milagro del 96 con el abismo de Bankia
Ahora, el expresidente de CatalunyaCaixa será citado a declarar como investigado por las ruinosas operaciones inmobiliarias que dejaron un agujero de 720 millones en la entidad. La Audiencia Nacional ha admitido a trámite la denuncia presentada por la Fiscalía Anticorrupción contra Serra y la antigua cúpula de la entidad por administración desleal. La causa será instruida por el juzgado central de instrucción número 2, que se ha declarado competente para investigar los hechos. El escrito acusatorio del fiscal Fernando Maldonado se basa en un extensísimo informe elaborado por el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB) en 2014, que detalló las irregularidades en una quincena de operaciones inmobiliarias acometidas por CatalunyaCaixa durante los años de bonanza (de 2000 a 2007).
El informe subraya la mala gestión de esas operaciones, pero va más allá y dice que los directivos también cometieron numerosos "errores" más tarde, entre 2008 y 2013, cuando intentaron deshacerse de esos activos. No hay fallo. Loza era listo y Adolf Todó listísimo. Ambos fueron directores generales de la entidad. El primero erró en los seguros dejando un pufo sobresaliente; el segundo ambicionó lo que no deseaba para los demás y se hizo perdonar en el complejo de Sant Benet del Bages, a poco de la Cueva de San Ignacio y de la masía-museo del pintor Casas. Ahora, la Fiscalía señala a Serra y a Todó, junto a otros 12, como responsables de la promotora Procam, la filial inmobiliaria de CatalunyaCaixa que firmó acuerdos para desarrollar proyectos inmobiliarios con empresas de España y también de países como Polonia y Portugal. La tirolina no funcionó y buena parte de los proyectos fallidos de CatalunyaCaixa están en las comunidades de Murcia y la Costa del Sol de Andalucía.
Loza era listo y Adolf Todó listísimo. Ambos fueron directores generales de la entidad. El primero erró en los seguros dejando un pufo sobresaliente; el segundo ambicionó lo que no deseaba para los demás y se hizo perdonar
Catalunya Caixa fue nacionalizada (11.000 millones del ala para el erario) y después vendida al BBVA, que huye de la infección como solo sabe hacerlo el incombustible FG (Francisco González). El fiscal asegura en su escrito a la Audiencia que Procam, con el tesoro crediticio de CatalunyaCaixa, "ejecutó una intensiva y creciente actividad inversora inmobiliaria" sin tener garantías sobre la viabilidad de los proyectos. Los directivos confiaron prácticamente en la mera "palabra" de las sociedades con las que compartieron esos negocios, sin estudiar antes, de forma exhaustiva, "la solvencia y capacidad" de los socios. Si les juzgan habrá pena de banquillo, vergüenza pública, ya que están a punto de otro juicio oral, en este caso el de los sobresueldos de la cúpula de la entidad, cuando todo estaba perdido y había empezado la saga fuga de los banqueros.
La culpabilidad en España es una ordalía. Nadie se escapa a los dioses de la venganza. Serra y Todó están a un paso de sentarse en el banquillo por otro procedimiento judicial: la aprobación de aumentos de sueldo para directivos. La Fiscalía Anticorrupción (el ministerio público no es una instancia de parte; falta saber si lo es de partido) está pendiente de solicitar pena de prisión para ambos. Serra tiene la habilidad de caer de pie. Ya le pasó en la venganza contra mister X (Felipe González) tras el espinoso tema de Lasa y Zabala, cuando tuvo en frente a Baltasar Garzón, un cazador de mira telescópica. El expolítico empezó marcando el primer mintin socialista de Baltasar, en 1993, cuando le encargó la redacción del discurso al jefe de gabinete de vicepresidencia, José Enrique Serrano.
Serra teje y desteje. Ha tenido tiempo de todo; de mandar, de poner en su sitio a generales de división levantiscos y hasta de seleccionar obras de arte o especializarse en el románico y las vanguardias bajo la poética ontológica de la ligereza. Nada de murales. Es versátil, pero ha tropezado con el deseo de limpiar España de canónigos y masones. Las asociaciones de la derechona judicial le diseñan el pijama de rayas y la bola negra encadenada en un pie.