A Vilarrubí se le conoce desde tiempo inmemorial como el hombre de la vieja Convergència para toda clase de enjuagues y apaños. Ahora vuelve a estar en el ojo del huracán, mal que le pese. Amigo íntimo de Artur Mas y cónyuge de la multimillonaria Sol Daurella, reina de la Coca-Cola, el lunes habrá de comparecer ante el juez de la Audiencia Nacional José de la Mata, en calidad de investigado, o sea, imputado.

Es la tercera vez que el juez le cita. La primera ocurrió en noviembre de 2014, cuando se le llamó como testigo para aclarar una sospechosa transferencia de 300.000 euros hecha desde Andorra. Sus explicaciones no convencieron al juez, pues justo un año después tornó a convocarlo.

Entre ambas deposiciones, se desató una espectacular batida policial. Doscientos agentes escudriñaron la mansión de Vilarrubí en Sarrià y los domicilios del ex presidente catalán Jordi Pujol Soley y de tres de sus siete vástagos, Jordi, Josep y Pere.

La redada también incluyó las sedes de varias sociedades de los Pujol Ferrusola y la oficina de la calle Ganduxer que Jordi Junior utiliza de antiguo como base de operaciones.

Así mismo abarcó las viviendas de Mercè Gironés Riera, ex mujer de Jordi, y de Carles Sumarroca Claverol, quien se halla imputado en la causa del juzgado central número 5 de la Audiencia Nacional por presunto pago de comisiones ilegales a Jordi Jr.

En medio de citaciones y registros, Vilarrubí aún tuvo tiempo para recoger la devaluada Creu de Sant Jordi que concede el Govern

En medio de semejantes citaciones y registros, Vilarrubí aún tuvo tiempo para recoger la devaluada Creu de Sant Jordi que concede el Govern. Los méritos políticos de Vilarrubí vienen de lejos. Arrancan de la campaña electoral para las autonómicas de marzo de 1980. A la sazón, con su modesto Seat 127 blanco, hizo de chófer del mismísimo Jordi Pujol Soley. Le llevó de un lado para otro, hasta recorrer nada menos que 5.000 kilómetros.  

Poco después, prestó un servicio parecido a Jordi Pujol Ferrusola, cuando éste hacía la “mili” en Madrid. Lo trasladó desde la capital del reino hasta Barcelona, y viceversa, en numerosas ocasiones. De esa fruición viajera surgió una estrecha relación entre ambos.

Vilarrubí desempeñó cargos de gran relevancia en la administración catalana en el periodo 1983-86. Dirigió la emisora Catalunya Ràdio en su primera etapa. De allí saltó a la secretaría general de la Corporació Catalana de Ràdio i Televisió. Y de ésta pasó a la jefatura del ente público Jocs i Apostes de la Generalitat, para poner en marcha las loterías catalanas 6/49 y Loto Ràpid.

Vilarrubí sufre una estupefaciente amnesia sobre sus fuertes vínculos con los Pujol. Así, suele aseverar que apenas conoce a Jordi Junior. “Le vi en el Barça; él jugaba a rugby y yo, a hockey”, se limitó a decir ante el parlamento catalán. Sin embargo, el juez ha descubierto que hizo entregas a Junior por valor de al menos 580.000 euros.

Vilarrubí se mantiene contra viento y marea en las vicepresidencias del banco Rothschild España y del FC Barcelona. Y no es ajeno a la designación de su esposa Sol Daurella como miembro del consejo consultivo de la Diplomacia Pública de Catalunya (Diplocat). Es este uno de tantos artilugios montados por la Generalitat para cantar las bondades del procès y enchufar a unos cuantos paniaguados del partido y adláteres.

Vilarrubí sufre una estupefaciente amnesia sobre sus fuertes vínculos con los Pujol. Así, suele aseverar que apenas conoce a Jordi Junior. Pero el juez ha descubierto que le hizo entregas por valor de al menos 580.000 euros

Los Daurella poseen una copiosa fortuna como accionistas de referencia de la embotelladora europea de Coca-Cola. Era de prever que el ingreso de Sol en Diplocat trajera cola. Así ha sido. De inmediato desató una campaña de boicot a los productos de la marca en toda España.

Ante el cariz preocupante del asunto, Marcos de Quinto, director mundial de marketing del gigante de los refrescos, salió al paso con un comunicado. En él expresa la peregrina idea de que Sol entró en dicho engendro “para impulsar la inversión extranjera en Cataluña”.

De Quinto vive en Atlanta, cuartel general de Coca-Cola. Quizás la lejanía le ha hecho perder el hilo de la actualidad celtibérica. Porque Diplocat no defiende las inversiones en Cataluña. Su cometido consiste en propalar por el orbe las bondades infinitas de la independencia de Cataluña y, de paso, arremeter contra España.

Sol Daurella nunca debió prestarse a que su compañía se arrastrase por las arenas movedizas de la política, y mucho menos en materia tan vidriosa como la secesión. Se dice que pronto abandonará silenciosamente el tinglado del Diplocat. Pero el daño a los intereses de la multinacional que representa ya está hecho.